¿Y qué hacemos ahora?

Decir hola al entrar en una tienda, aunque sea una gran superficie y no te escuche nadie, alguien responderá al oírlo y si no, seguro que tu acompañante sonríe.

Aguantar la puerta si alguien viene detrás de ti.

Los abrazos, aunque no conozcas demasiado a la persona a la que abrazas. Es una muy buena manera que tenemos de comunicarnos y que usamos demasiado poco. Abracemonos más.

Es fácil decir lo siento, son solo dos palabras y con ellas se pueden conseguir muchas cosas, pero siempre dichas con sentimiento y sin fingir.

Manías…

Bostezar, sentir unos segundos que parece que se te van a taponar los oídos y después los ojos se llenan de brillito.

Saber de cosas aunque jamás sea necesario para el día a día. Pero siempre poder tener un tema de conversación.

Mirar por mirar, sin chafardear.

Manías…

Música siempre, al despertar, en la ducha, en el coche, cocinando, para estudiar, porque sí,
incluso durmiendo, aunque esta última se puede evitar por aquello de no producir más polución en el sueño.

No querer estornudar, aunque no quieras que este se corte.

El sonido de una moto o de una taladradora, sensación de enfado inmediato.

Manías…

Que la gente tenga manías, y que la gente no las tenga.

Doblar calcetines, la tarea más insoportable de la casa, y para evitarlo, inventar todo tipo de
negociaciones.

Conducir con la ventanilla abierta durante todo el año, acondicionando su altura a cada estación, pero siempre abierta.

Manías…

Cambiarle el nombre a las personas, si se llama Jose María, llamarlo Germán.

Tener el mar cerca es fundamental, acércate a lo que te hace sentir bien.

Incomodidad con ciertos tonos de voz, con los que sabes que una conversación no va a durar más de cinco minutos.

Y tú, ¿qué manías tienes?

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