Voy a intentarlo

Todos tenemos algo que decir.

Algo que compartir. Inquietudes, ideas, vivencias similares.

También las ideas preconcebidas de  las declaraciones de los que llenan horas en programas en televisión, discusiones donde solo ponen de manifiesto su locuaz rapidez verbal  en quien ofende sin ofender, insulta sin insultar y provoca  en labios de otros palabras que ellos pronuncian.

Es en esos momentos donde aflora el escritor que todos llevamos dentro y desea salir con las armas de la verborrea,  atravesando  mis dedos empujando teclas en un ordenador. Es entonces cuando creamos nuestra intención de protesta y un ¡basta ya! a tantas palabras nocivas, a tan pocos actos empáticos.

Hoy me gustaría ser escuchada por gente que como yo, deseamos ser selectivos en lo que entra en nuestros sentidos. Oídos  que se llenen de frases seguidas de hechos solidarios y llenos de empatía. Visiones de esperanza para aquellos que les arrebatan su hogar y que nos hacen ser testigos haciéndonos sentir despreciables por asistir a una tragedia como si fuera un espectáculo televisado.

Y la rueda del día a día sigue. Y el dolor del padre parado, de los hijos con una niñez llena de carencias, de la madre embarazada sin recursos que ve como desgracia el milagro de la vida.

Dónde está el límite del necesitado. No solo ha de despojarse de todo vestigio de orgullo y motivación, sino que además ha de hundirse en la desesperación para ser ignorado por quienes en cómodas butacas de cuero crean frases avanzadillas de campañas políticas.

426€. Lo pronuncian como si fuera una cifra espectacular de crecimiento para el mantenimiento de una familia, porque sólo será cobrado para personas con cargas familiares. ¿Por eso es tan generosa?, por no decir el poco tiempo que les será entregada.

Y me lleno de vergüenza ajena porque yo sí se lo que sube el recibo de la luz, o lo que cuesta llenar un carro con lo justo, necesario e imprescindible para subsistir una persona con cargas familiares.

Lo llaman problema, y siempre dicen “el problema del paro “. Yo lo llamo vergüenza, yo lo llamo indignación, yo lo llamo desprotección, yo lo llamo humillación, yo lo llamo sueños rotos,  yo lo llamo horror, yo lo llamo dolor…

Vi las caras, los ojos hundidos de miedo de las personas cuando vieron quemarse la empresa donde trabajaban. Personas que como en un  trágico accidente, de un momento a otro pasan  a sentir esa vulnerabilidad, ese dolor acompañado por un gran miedo y una frase lapidaria “Y ahora que vamos a hacer”.

¿Eso somos, seres humanos compartiendo la cuerda floja de un futuro incierto?

Y aún así creo en las personas, en aquellas que se levantan cuando caen o tambalean, en las que tienen fe en sus proyectos y que nada ni nadie los tumba, en esas mismas que nos contagian su aliento de vida y de querer cambiar lo que parece perdido. Hay muchas personas que con sus razonamientos nos dejan ver esa luz llamado futuro, pero no con el miedo del que sea tan incierto.

No hago apología de ideas ni nombro a ninguna persona, ya que seamos de la región que seamos, de la idea política o religiosa, o no, compartimos deseos iguales, futuros realizables, vidas plenas, dejando atrás oscuridad, miedo, dolor, negatividad en nuestra alma.

Serenar nuestro más íntimo yo y poder avanzar solos o de la mano de otros, pero con esperanza, con dignidad, con orgullo porque sabremos que lo que tenemos delante nos dará lo necesario para sentirnos personas libres de miedos y con fe en nuestras capacidades como seres íntegros.

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