Los seres humanos, como tantas y tantas especies de este planeta, nos hemos tenido que acostumbrar a vivir en sociedad. Lo malo es que nos sentimos muy superiores a otras razas que conviven aquí, pero si lo pensamos bien, no somos tan diferentes.
El caso es que mientras una sociedad de perros se jerarquiza en torno al líder y los demás le siguen, tratando los jóvenes de quitarle el puesto de forma eventual haciendo gala de fuerza y ferocidad, nosotros no somos muy diferentes. A lo largo de la historia hemos actuado de forma similar a través de guerras y poder. Hoy en día, en el mundo “civilizado”, se hace con contubernios, entresijos, peloteos y amistades y trampas varias. Otra forma de luchar por el poder.
Pero, aún habiendo llegado a un punto en el que hemos creado leyes, sistemas, fronteras y todo tipo de legalidades para organizarnos de una forma más o menos sensata, seguimos sufriendo la propia estupidez humana en toda su máxima expresión. Seguimos sin entender el planeta que nos da cobijo y nos acoge. Seguimos queriendo controlar y mandar sobre lo ingobernable. Seguimos entregando nuestra vida a causas absurdas e ideas equivocadas y preconcebidas.
Bajo mi punto de vista, solo existe una patria y esta no es una frontera artificial creadas por hombres. Mi patria es la que me ha visto nacer. Mi patria es la que me he creado yo. Mi patria la encarna la gente que me quiere y a quien amo. Mi patria es mi familia y mis amigos.
Luego están los carnets, que, como es lógico a la hora de vivir en sociedad, para mejorar la organización, dicen que usted reside en tal pueblo o tiene tal nacionalidad. Papel mojado necesario para la coexistencia organizada. La patria que alberga mi corazón es inquebrantable y nadie la puede cambiar salvo yo.
Toda esta reflexión viene a raíz del éxito de la Diada en Cataluña. Me sorprende ver gente cuyo único objetivo en su vida es lograr que un territorio sea independiente de otro pese a quien pese y cueste lo que cueste. Personalmente, lo veo absurdo. ¿Qué más da lo que diga tu carnet? Tu identidad te la da la vida que te has creado y has construido en torno a ti. A mi me da exactamente igual que mi DNI diga que soy de Sonsoles de la Frontera en el País de Nunca Jamás a la Derecha de Santo Poco. Nada de eso cambiará mi parecer, mis sentimientos, mi vida y a mi gente, que es la que da sentido a mi existencia. Mi verdadera sociedad. Mi gente. Los demás son extraños.
Si viajamos a África, por ejemplo, veremos gran cantidad de países con fronteras totalmente rectas. Incluso en el país de las Barras y Estrellas sucede eso. Usted no puede llegar a un lugar en el que vive gente desde hace generaciones, con sus costumbres y hábitos y decirle que su nacionalidad es esta o la otra. Sencillamente es absurdo. Su identidad no viene reflejada en fronteras que imponen unos señores con poder. Es su sociedad, su familia, sus vecinos, su forma de ver la vida.
Los humanos nos creemos a veces por encima del bien y del mal. Personalmente me da igual si Cataluña se independiza de España o no. Si Escocia sale del Reino Unido o se queda dentro. Son fronteras con las que no me identifico, pues las creó el hombre, luchó por ellas, murió por ellas y lucha por ellas. ¿Y todo para qué? ¿Va a cambiar la historia ya pasada?. ¿Va a lograr que los malos gestores se conviertan en buenos? ¿Va a hacer que la gente cambie de parecer y sean mejores personas? Al final, no cambiará nada, pues la mala gestión permanecerá y los intereses económicos perdurarán sobre todos los discursos identitarios que nos quieran vender.
Los símbolos solo son eso, símbolos. No tienen entidad, no pueden resumir una vida ni un motivo por el que morir. Seamos felices, disfrutemos de nuestra gente, luchemos contra la injusticia y los malos gobernantes y tengamos claras nuestras prioridades. Una gestión sensata y una existencia plena, armónica y con amor. Lo demás son paparruchas que se inventan gentes incapaces para dar sentido a vidas vacías porque no son capaces de encontrar verdaderos motivos por los que merece la pena luchar.