De nuevo el gobierno se luce. Esta vez prohibiendo la entrada al Calderón en la Final de la Copa del Rey con banderas esteladas. Un despropósito más de estos patriotas de pacotilla que utilizan como siempre los sentimientos y los símbolos para dividir a nuestra sociedad.
Una decisión que a algunos juristas y sindicatos de policía les parece totalmente de perogrullo ya que sabemos perfectamente que los estadios de fútbol, mal que nos pese a todos, son, han sido y serán espacios donde todo tipo de expresiones son canalizadas a través de la masa y donde es habitual ver banderas de toda clase e ideología. ¡Ojo! Que no me gusta que se use el deporte con fines políticos pero, con esta decisión, el gobierno quizá esté alentando lo que precisamente quiere evitar. Y lo peor de todo, que lo están haciendo deliberadamente. ¿A qué viene esto ahora?…
Pues muy sencillo. Estamos en precampaña electoral y hay que darle carnaza a nuestros seguidores. Hay que alimentar a la jauría mediática. La crispación siempre ha sido la táctica para eludir otros problemas más importantes por los que atraviesa nuestro país. Prohíben la estelada pero sacan cada dos por tres la bandera de Venezuela para refregársela a todo quisqui como símbolo de lo satánico y de la hecatombe que significaría que gobernase la horda podemita y comunista. Prohíben la estalada pero no se avergüenzan de venerar la bandera de Panamá o de cientos de paraísos fiscales donde se han llevado los cuartos para evitar pagar al fisco. Esas banderas son más de su agrado.
Las banderas son trozos de tela y la verdadera patria, la gente.
Lo demás… humo, humo y más humo.
Prohibir una bandera en un estadio de fútbol es una auténtica estupidez, una barrabasada política más a la que ya nos tiene bien acostumbrados este gobierno (o desgobierno) del Partido Popular. Una decisión tomada por un ministro responsable de la Ley Mordaza que es la vergüenza de todo un país. Una decisión que no hace más que incentivar esa fractura social, ese enfrentamiento entre territorios al que generalmente nos avoca el PP, únicamente llevando por bandera (nunca mejor dicho) el propósito del “todo vale por un puñado de votos”.
El PP como ya no puede decir en voz alta y clara: España, una, grande y libre… pues se empecina en lo de Una.
Hace poco leía un cuento infantil en el que cien sabios se reunían en torno a una mesa en la que había un trapo blanco con el fin de diseñar la bandera del mundo. Tras mucho deliberar, cada sabio quería dibujar en la tela blanca los colores de la bandera de su país. Tras mucho discutir, una niña abrió la puerta de la habitación en la que estaban reunidos los sabios y el trozo blanco de tela salió volando, se escapó aprovechando la ráfaga de aire porque ya estaba harta de tanto jaleo. Y la bandera se quedó del color blanco.
El blanco, el color que sin duda más me gusta para una bandera.
Es cierto, el problema no es la bandera sinó lo que representa. ¿Por qué no prohíben la Sanyera o la bandera Española, pero en cambio, la Estalada sí? Por miedo. El gobierno español ha estado tan ocupado los últimos meses intentando encontrar una solución al país ingobernable al que nos encontramos, que se ha olvidado por completo de Cataluña. Causando que el gobierno catalán haya avanzado mucho trabajo. Se han dado cuenta que el sentimiento catalanista no muere, a pesar de sus esfuerzos. El miedo es el peor enemigo del hombre, este sentimiento es capaz de hacer cometer estupideces a aquellos que lo padecen. Se están quedando sin argumentos de por qué Cataluña no puede ser independiente, y lo primero que se les ha ocurrido es prohibir las Estaladas para demostrar que siguen luchando contra este fanatismo, que ellos creen pasajero. ¿El problema? No ven que la política va más allá de la independencia de Cataluña. Para ellos, este es el problema principal, pero se olvidan de la sanidad, de la educación, del empleo, y todos estos sectores «insignificantes» que realmente son los hilos conductores de la economía del país, a diferencia de una bandera o un sentimiento.
Ester edtoy totalmente de acuerdo contigo. Una bandera, como digo en el artículo, no es más que un trozo de tela que puede expresar o no una identidad o sentimiento, pero que nunca da de comer a nadie, ni abre hospitales ni escuelas públicas. Una bandera no es más que un símbolo y los símbolos nunca han dado de comer a nadie ni han llevado a cabo políticas sociales que mejoren la vida de la gente. Por este motivo la bandera, la patria, es y debe ser la gente. Saludos.