Lo hago, no lo hago, lo hago, no lo hago…¿lo hago ahora?, no… ¿ahora sí?, ahora sí
Necesito decírselo, siento que me quema la garganta si me sigo callando, hoy, hoy voy hacer que me escuche, que me sienta y que reciba todo ese sentimiento que siento por ella, que esté segura como lo estoy yo.
Esa noche confesó sentimientos que hacía tiempo que sentía. Se vio cargado de valor y seguridad y los empezó a relatar al oído de la persona más importante de su vida. Sabía que si seguía con ese silencio al final le explotaría, ya no podía más.
Abrió la boca, y una vez abierta no pudo parar, miles de confesiones, de sueños, sentimientos, ilusiones, salían producidas de lo más interno de su ser.
Juró y prometió y volvió a prometer y a jurar, y entre esas palabras lloró, alguna lágrima derramó.
En ese momento se sentía tan seguro, tan capaz de hacer realidad aquello que hacía tanto tiempo que deseaba, que se aventuró a fijar una fecha, una hora y un lugar, sin otro no, sin volver a esconderse. Tenía muy claro lo que quería conseguir, aun cargado de miedo por lo que pudiera pasar.
Satisfecho, Gabriel, orgulloso de su acto, esa noche durmió feliz y deseoso de que llegara ese día.
Hacía mucho tiempo que daba vueltas a como hacerlo para dejar con la boca abierta a esa
persona, quería que todo fuera especial e inolvidable con ella, que marcara un antes y un después en su relación. Quería dejar atrás todas aquellas inseguridades y dudas que le habían limitado y apostar por aquello que sabía que le iba hacer sentir completo.
Todo marchaba bien, y el sabía que así tenía que seguir, su persona estaba ahí, sin exigencias, a la espera, dando una nueva oportunidad, y a esa persona es a la que no quería dejar escapar.
Llegó el día, ese día tan deseado por los dos pero… ¿qué sucede?… Gabriel no está. Se ha
vuelto a esconder, ha vuelto a dar el paso atrás y su promesa se ha vuelto a romper.
¿Qué vas hacer ahora Gabriel?