Hissette es una estudiante mexicana de ascendencia húngara. Tiene 24 años de edad y reside en la Ciudad de México. Compagina sus estudios de contabilidad con el trabajo sexual.
Es usted trabajadora sexual. ¿Por qué elige una joven mexicana esa forma de ganarse la vida?
Cuando yo empecé a ofrecer servicios eróticos, en mi familia pasábamos por una situación económica bastante mala, y ningún trabajo me daba un buen salario ni tampoco una flexibilidad de horario que me permitiera cuidar de mis hermanos menores, ya que hubo un tiempo en que yo me dediqué de lleno a su cuidado. Dos de mis cuatro hermanos tienen graves problemas de salud: una de mis mis hermanas lucha contra el cáncer, mientras mi hermano menor padece de una enfermedad respiratoria.
¿Su familia y sus amigos saben a qué se dedica?
Mi madre y mis hermanas están al tanto. De mis amistades la mayoría la hice dentro de mi medio de trabajo.
¿Pertenece a algún sindicato o asociación de trabajadoras sexuales?
Soy miembro de la Asociación Mexicana de Trabajadoras Sexuales (AMETS), cuyas activistas están apoyando a trabajadoras en situación de calle o con bajos recursos entregando despensas o apoyo económico. También ofrecen talleres en los que nos enseñan qué hacer en situaciones de peligro, y así mismo llevan a personas a que hagan pruebas rápidas de VIH y dan sugerencias de cómo poder hacer mejor y menos riesgoso nuestro trabajo. También organizan marchas por nuestros derechos, ya que para nosotras raras veces hay justicia, por el simple hecho de realizar un trabajo mal visto por la sociedad.
Todos los servicios que requieren contacto personal están sufriendo un gran revés debido al coronavirus. ¿Cómo ha afectado la pandemia a su profesión?
Muy gravemente, ya que de momento es mi único ingreso, puesto que mi carrera aún no la he finalizado. Lo que ha afectado mucho al trabajo sexual, más que nada, ha sido el cierre de hoteles. Yo, por ejemplo, sólo atiendo a hotel por seguridad propia. En segundo lugar, pues también ha sido la cuestión sanitaria, dado que muchos piensan que se arriesgan estando con nosotras, porque, desgraciadamente, la ignorancia les hace pensar que los contagiamos de todo, aunque realmente no sea así. Además, muchas no contamos con otra fuente de ingreso, algunas otras tienen familias y con ello gastos adicionales. La mayoría hemos quedado sin sustento.
Menciona el tema de la seguridad. Durante el ejercicio de su profesión, ¿ha estado alguna vez en peligro?
Sí, por supuesto. En una ocasión un cliente me prohibió salir de su domicilio, en otra, mientras me duchaba, el cliente me robó mis pertenencias. Una vez también fui agredida por la Policía: me acusaron de un robo de 5 000 pesos mexicanos y, al ver que yo no tenía dicha cantidad, me quitaron todo el dinero que traía, me maltrataron, así como también fui expuesta a tocamientos sin consentimiento.
¿Nunca se ha arrepentido de haber escogido ese oficio?
A decir la verdad, no. Aunque sí me arrepiento de no haber comenzado antes. Lo único que podría lamentar es no haber aprendido antes a administrar mis ganancias, de haber sido así ya me hubiera retirado hace mucho tiempo.
¿No teme que su pasado algún día le pase factura y le cause problemas a la hora de querer formar una familia o buscar empleo?
No, realmente. Al fin y al cabo es un trabajo y, siendo así, yo trato de separar mi vida privada y laboral. Si me llegara a afectar en un futuro, sería una discriminación, y, afortunadamente, las leyes mexicanas eso ya no lo permiten.
¿Entonces cree que cuando termine sus estudios, podrá dejar atrás su trabajo actual y ejercer su carrera?
Naturalmente, pero mientras tanto no me queda más remedio que seguir con el trabajo sexual. Si el coronavirus lo permite, claro está.
En las redes sociales tiene nombre de usuario húngaro y también publica mensajes en nuestra lengua. ¿Acaso tiene ascendencia húngara?
Mi abuela materna y mi madre son húngaras de la ciudad de Debrecen. Incluso yo viví allí de los 16 a los 20 años, razón por la cual sé hablar húngaro.
Llegando al país como adolescente, ¿le resultó difícil adaptarse?
Sí, sobre todo por la cuestión de la socialización, dado que en aquel entonces no conocía bien el idioma, ni tampoco el sitio. Sin embargo, al poco tiempo me adapté completamente, hasta tal punto que al regresar a México me costó superar el choque cultural reverso.
¿Qué es lo que más extraña de Hungría?
Las costumbres, la tranquilidad del país y, por qué no, la comida también. Los húngaros son muy amables y cálidos. Además, allá encontré la verdadera solidaridad entre mujeres, que aquí, en México, apenas existe.
¿Es difícil mantener la lengua y costumbres húngaras en México?
En México hay pocas actividades culturales húngaras, pero el idioma lo practico regularmente en familia, sobre todo con mi madre. Mi abuela materna aún reside en Debrecen, y de vez en cuando la visito.
¿No contempla la posibilidad de regresar a Hungría para vivir?
La idea muchas veces ha cruzado por mi mente. Un posible proyecto para el futuro sería reunir un buen capital para poder irme a residir allá definitivamente. Me encantaría. Me siento mucho más segura en Hungría que en México.
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