Imaginémonos deambulando por Cibeles o el Parque del Retiro de Madrid, dos maravillas de la gran ciudad. Ahora llenemos estos emblemáticos lugares de gente, personas que jamás se separan de su teléfono móvil, ordenador portátil o tablet, parando mucho más tiempo su mirada en una pantalla que en la bonita estampa que estos lugares ofrecen. Desconcertante, ¿verdad? Esto, propiamente dicho, tiene poco de ficticio, se ha convertido ahora en una realidad.
Claro que la actual adicción a las nuevas tecnologías y el boom de las redes sociales no es algo para nada novedoso. Desde tiempos inmemoriales, las revoluciones tecnológicas e industriales han servido como impulso para la conexión entre todos los seres humanos. Partiendo de la rueda, que favoreció el desplazamiento entre poblados; hasta el invento de Internet, la gran red mundial para el vínculo entre personas; pasando por la imprenta, que favoreció la expresión y divulgación de ideas; los elementos revolucionarios del mundo tecnológico han hecho lo posible por unirnos. Aunque esta conexión y organización cada vez más centralizada nos presenta un problema difícil a afrontar: la globalización. Este fenómeno causa un efecto muy negativo en los jóvenes, los hace ser más introvertidos y perder el contacto cara a cara. La facilidad de comunicación a distancia nos deja situaciones
que antes eran poco comunes, como un chico en un café que no se despega de su smartphone o, lo que es aún peor, dos adolescentes sentados a un metro de distancia comunicándose entre ellos mediante una red social, sin hablar.
Hemos llegado a un punto en el que ni siquiera es necesario verse para mantener una relación social, y ese es un grave problema. A causa de esto, se ha tornado mucho más fácil el acoso entre los jóvenes, el llamado cyber-bullying. Estando detrás de una pantalla y no cara a cara, no se necesita ser más fuerte o inteligente que tu víctima, por lo que cualquiera se puede convertir en acosador de un día para otro sin nadie darse cuenta. Pero no es eso lo peor, no, lo peor de este tipo de acoso es que puede ser anónimo, lo que hace al cazador sentirse más libre para atacar a la víctima. Han llegado incluso a darse casos de adolescentes que se suicidaron a causa de este tipo de persecución sin tan siquiera llegar a saber quién estaba detrás de todo ello.
Aunque no todo es malo, por supuesto. La tecnología es algo tremendamente importante para los jóvenes, les facilita la vida.
Gracias a ella cualquier persona, ya no me refiero únicamente a los adolescentes, es capaz de conservar la calidad de sus relaciones personales, ya sean amorosas, de amistad o familiares. La invención de la videollamada, que nos permite sentirnos cercanos a alguien
que está en otro país a través de una simple pantalla, es un claro ejemplo. Además, el avance tecnológico y la tecnofilia son también positivos en el ámbito escolar. Me ha pasado, muchas veces, el no poder terminar un trabajo grupal debido a que uno de los miembros del grupo no podía asistir a la reunión; con la tecnología ya no ocurre. El auge de Internet y de las redes sociales y compañías multimedia favorecen el compañerismo, pues únicamente con coordinarse bien es posible trabajar en conjunto, y todo esto sin contar el hecho de estás siempre a un simple click de la información que necesites.
Tal es buena la función de la tecnología en nuestras vidas que el hecho de tener un teléfono móvil puede incluso llegar a salvárnosla en una situación extrema. Los móviles han avanzado formidablemente en la última década, sobre todo en cuanto a lo que a juegos y aplicaciones respecta. Y no os dejéis engañar, no, los videojuegos potencian el aprendizaje de los jóvenes. Aunque en muchos casos se suele decir que distraen, los videojuegos obligan al jugador a razonar y calcular para resolver complejos acertijos a fin de avanzar en dicho juego. Muchos de vosotros habréis pensado en Profesor Layton o Tomb Raider, que tantos quebraderos de cabeza han causado con sus enigmáticos mapas y preguntas, es normal. Y es que superar estas aventuras, además de hacer aprender al joven jugador, lo hace sentirse bien consigo mismo, como un ejemplo de superación, y eso es innegable.
Por tanto, ¿es el avance de la tecnología algo de lo que se debe tener miedo o, por el contrario, algo a lo que hacerse adicto? Yo, personalmente, prefiero el punto medio.