Su Majestad el Cuento y otras lecturas de Navidad

La sociedad occidental hunde su idiosincrasia en el humus de las tradiciones cristianas, que de un modo u otro perviven en la actualidad, ora en su trasfondo de creencias ora en una superficialidad ritual y festiva. De ahí que la Navidad, conmemoración del nacimiento de Cristo, haya sido tema iconográfico y argumental destacado de todas las manifestaciones artísticas de esta parte del mundo, las cuales, a su vez, han servido como efectiva vía de propagación de su mensaje piadoso. Pero los productos de la creatividad humana surgidos de tal inspiración pueden ser admirados más allá de cualquier significado religioso, a tenor tan solo, si se quiere, de sus valores puramente estéticos, conceptuales o narrativos. Buen ejemplo de ello brindan las piezas literarias que a continuación se comentan.

Su Majestad el Cuento y otras lecturas de Navidad

Ya en el siglo XX, un coetáneo y compatriota del anterior, O. Henry (William Sydney Porter, 1862-1910) escribió sobre la costumbre del presente navideño en El regalo de los Reyes Magos: la pieza narra los planes de dos recién casados que quieren sorprenderse mutuamente con un vistoso regalo, aunque disponen de poco dinero, y en un tono evidentemente moralizante ensalza la generosidad como virtud entre los esposos. Sin embargo, el destino no tiene reparos en burlarse de los cónyuges, puesto que la esposa vende su cabello para adquirir una cadena de platino destinada al reloj de oro de su marido, y este vende el reloj para comprarle a su mujer un neceser con peines y otros utensilios con los que cuidar su hermosa cabellera. Borges ensalzó a O. Henry por su habilidad para los finales inesperados; méritos literarios aparte, otro cantar es el mensaje moralizante de este relato, un tanto chocante si consideramos que su autor tuvo serios problemas con la justicia, debido a delitos económicos.

Dos relatos de Truman Capote (1924-1984), Un recuerdo navideñoUna Navidad, están protagonizados por Miss Sook, una solterona, y el niño Buddy, quien no es otro que el propio autor. Ambos cuentos evocan el rostro más amable de la Navidad, cuando esta adquiere las facciones de las personas que tratan con generosidad a su prójimo; además, en el segundo de estos textos se ofrece una caritativa explicación sobre la verdadera naturaleza de Papá Noel, que podrá servir a muchos padres cuando tengan que desvelar a sus hijos la verdad sobre el fabuloso personaje («Por supuesto que existe Papá Noel. Solo que es imposible que una sola persona haga todo lo que hace él. Por eso el Señor ha distribuido el trabajo entre todos nosotros. Por eso todo el mundo es Papá Noel. Yo lo soy. Tú lo eres. Incluso tu primo Billy Bob»).

A esa misma evocación nostálgica se suman La Navidad de un niño en Gales, del británico Dylan Thomas (1914-1953), y el Cuento de Navidad del ruso Vladimir Nabokov (1899-1977), con la peculiaridad de que este último incorpora la figura del ausente, esta vez por su condición de exiliado.

Desde Perú, Ciro Alegría (1909-1967) aportó su particular contribución al cuento navideño con Navidad en los Andes y Misa de Gallo. Dos historias también autobiográficas, como los recién comentados relatos de Capote, que rebosan nostalgia de la niñez y expresan con maestría los sentimientos de apego y amor que un niño siente hacia sus padres. Cabe decir que el padre de Alegría se declaraba ateo, pero celebraba la Navidad en su hogar por la ilusión con que sus hijos la vivían.

Hay que recordar igualmente a otros escritores en lengua castellana, activos en nuestros días, que también han cultivado el relato navideño: los colombianos Héctor Abad Faciolince y Santiago Gamboa, los españoles Elvira Lindo y José Ovejero, el peruano Santiago Roncagliolo, el argentino Andrés Neuman y el mexicano Élmer Mendoza.

Algunos casos particulares

Su Majestad el Cuento y otras lecturas de Navidad

 J. R. R. Tolkien (1892-1973), mundialmente conocido entre los jóvenes –y no tan jóvenes– por las fantasías épicas de El Señor de los AnillosEl hobbit y El Silmarillion, contribuyó a la literatura navideña con una obra epistolar, Las cartas de Papá Noel, que son recopilación de las misivas escritas a sus hijos en nombre del ficticio personaje, acompañadas con dibujos de su propia autoría. Textos e ilustraciones dan fe –nunca mejor dicho– de la poderosa imaginación del autor y lingüista británico.

No por ser pretendido espejo de virtudes está la Navidad exenta de vicios y formalidades incómodas, y autores hubo que desmitificaron la forzosa alegría que, se pretende, embarga a las personas con motivo de estas fiestas. Bien lo ilustró el gran Chéjov, a quien volvemos de nuevo para recordar El suplicio del Año Nuevo, cuento en el que despliega su cáustico humor en la sátira de uno de los hábitos navideños que pueden convertirse en más engorrosos, como es el intercambio de visitas de cumplimiento entre amigos y parientes. Otra figura de las letras universales, el premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) destacó los aspectos más hipócritas de esta celebración en Estas Navidades siniestras, cuya primera frase constituye todo un resumen de la obra: “Ya nadie se acuerda de Dios en Navidad.”

En cuanto al mestizaje con otros géneros, también hay buenos ejemplos. De la mano del estadounidense Ray Bradbury (1920-2012), la ciencia ficción se coló en su Cuento de Navidad (1920-2012). Lo propio hizo Agatha Cristhie (1890-1976) con el relato de intriga criminal, plasmado en las novelas El pudding de Navidad y Navidades trágicas, protagonizadas las dos por el detective Hércules Poirot. Y el mismo ambiente de intriga y crímenes compartió El ladrón de la Navidad, de Mary Higgins Clark y Carol Higgins Clark.

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