La puñalada por la espalda más grande que jamás ha dado España aún sangra, aún supura pus y arrastra una infección de cuarenta años.
Las tormentas en Tindouf, ciudad argelina donde se encuentran los campos de refugiados saharauis, han arrasado con todo, han dejado a miles de familias sin sus precarios hogares sin lo poco que tenían, han hecho del infierno aún más infierno.
Una catástrofe humanitaria sin precedentes a la que las potencias mundiales está haciendo oídos sordos.
El Frente Polisario denuncia que el Gobierno de España no ha enviado ayuda de emergencia siguiendo la tradición de evadir sus responsabilidad histórica.
Desde que en 1975 España abandonara a su suerte al pueblo saharaui o mejor dicho le enviara a las férreas garras marroquíes, los gobiernos de uno y otro signo se han sucedido siguiendo la ley del silencio, como si nada nos ligara al Sáhara demostrando una falta de escrúpulos sin precedentes.
Por si fuera poco la ONU vuelve a sacar a relucir su doble moral, exige justas responsabilidades a España como la TODAVÍA fuerza colonial administrativa del Sáhara, sin embargo pasa en su agenda como cuestión anecdótica un conflicto que lleva 40 años sin solucionarse y que hoy más que nunca es una prioridad.
Los gobiernos internacionales que tanto presumen de defender los valores democráticos se posicionan irónicamente a favor de la dictadura Marroquí, que orgullosa de su labor planea desfiles y festejos para celebrar el 40 aniversario de la Marcha Verde. Una vez más se deja al descubierto que los intereses económicos valen más que la vida de todo un pueblo.
En estos días muy pocos medios nacionales se han hecho eco de lo sucedido en los campamentos saharauis, dejando la misión del periodismo de ser voz de quienes han sido callados para ser un mero megáfono de los ostentadores del capital, adormeciendo a la población con noticias de mucha menor relevancia.
Todos ellos Llevan 40 años manteniéndonos en el desconocimiento, viviendo en la inopia; cuando nosotros, no solo como ciudadanos españoles sino como personas con un mínimo de humanidad deberíamos mantener uno de nuestros pies siempre en el Sáhara hasta que el pueblo saharaui pueda por fin plantar firmemente sus dos pies en su hogar.