Nada puede compararse a la atrayente voz que escucha; ni el perfume de las flores, ni las más bellas palabras de un poeta. El canto de la sirena embriaga todos sus sentidos. Irremediablemente, lo persigue. El timón de su barco queda a merced de sus manos. Sus manos obedecen a su sugestionada voluntad. Ya está muy cerca de la hipnótica melodía… La embarcación sucumbe ante las rocas del acantilado.