Hoy podría haber sido un gran día. El monarca ha abdicado. Esa misteriosa institución de la que nadie sabe el agua clara, que cobra del estado por hacer no se sabe qué, que está inmersa en follones de todos los tipos y talantes y que vive a cuerpo de rey (nunca mejor dicho) gracias al dinero de todos los españoles. Una institución anticuada, obsoleta, que se rige por unas normas y protocolos más de otra época de escudo y espada y de la cual nadie sabe cuales su misión. Cuentan, porque yo aún no había nacido, que tuvo un papel determinante en nuestra transición democrática, aunque también cuentan que estuvo implicado en el golpe de estado, que echó a Suárez del poder y que estuvo implicado como protagonista en una de las partes mas convulsas y turbias de la historia de este país. Como decía Jordi Évole en su Salvados sobre el 23 F ¿a quién creer?.
Lo que yo he vivido de este señor es un compendio de viajes, opulentos banquetes, maravillosas vacaciones pagadas por todos, intervenciones quirúrgicas vips, largas épocas de esquí invernales, mensajes de navidad que no dicen nada, reclamos al esfuerzo colectivo para salir de la crisis mientras tiene a su hija y a su yerno implicados en casos judiciales por llevarse lo que no les tocaba y un largo etcétera del que no saco nada bueno. Resumen. Hoy podría haber sido un gran día.
Pero no, no lo es. No lo es porque nos dicen que vivimos en un estado democrático, en el cual elegimos a nuestros gobernantes libremente mediante nuestro derecho al voto, en el que existe la libertad de expresión, en el que somos todos iguales ante la justicia, pero miro a mi alrededor, y veo a un gobierno corrupto, implicado en un sinfín de casos de financiaciones ilegales, dinero negro, sobresueldos, y una institución que nadie nos permite elegir si la queremos en nuestro país, que es hereditaria, de la cual no se puede hablar, y que encima, con el reciente aforamiento del príncipe y su esposa, nada les puede hacer la justicia.
Hoy podría haber sido un gran día. Lo podría haber sido si se nos respetara como ciudadanos, si se nos preguntara, si se nos diera a escoger que es lo que queremos, porque esto es un país que nos dicen libre, y esta una institución que vive de lo que pagamos todos, que no trabaja, que no aporta nada. Podría haber sido un gran día si se hubiera convocado automáticamente un referéndum para decidir si queremos continuar con esta institución arcaica, vieja, aburrida, que nos cuesta dinero y que no es capaz de aportar nada al país. Esa institución, la de la sangre azul, que en ningún momento ha defendido a sus ciudadanos, ha dado la cara por ellos, ha plantado cara al gobierno pos sus desmanes, recortes, casos de corrupción, sus faltas de respeto a los ciudadanos. Según cuentan los libros, los reyes de la antigüedad cabalgaban en primera línea de combate, daban la cara y defendían a su pueblo. Los reyes actuales se esconden, no se implican en nada, viven apartados, viven de su pueblo.
En pleno siglo XXI, el siglo de la tecnología, de la información, del estar conectado en cualquier sitio del mundo, resulta extravagante que un país tenga que soportar una institución hereditaria, que pasa de padres a hijos, que se hacen llamar jefes de estado con un título que solo usan para pasearse con la cabeza bien alta cuando hay desfile militar, criticada y abucheada por una gran parte de ciudadanos allá donde van, y en definitiva, una institución que se hace llamar democrática pero que no quiere asumir las reglas de elección de la democracia, y que mediante unos salvoconductos adquiridos e irrefutables se perpetúan en la parte bonita del poder de manera infinita. Es triste, pero hoy podría haber sido un gran día, pero no lo es, porque se va un Borbón y entra otro.