Últimamente escuchamos de nuestros políticos que lo que hay que construir es un “buen relato”, pero la verdad, es que la falta de convicciones les lleva a explorar nuevos caminos dialécticos que sean capaces de convencer a sus seguidores de la necesidad de emprender nuevas políticas alejadas de sus propias creencias, que por otra parte les sigan permitiendo mantenerse en el poder ya sea en el partido, en el gobierno de la nación, en gobiernos autonómicos o allá donde haya un centro de decisiones.
Todo relato supuestamente está basado en hechos acaecidos en el pasado, cuando este es real. Cuando este es de ficción solo está en la imaginación. Lo que nos lleva a considerar que un relato puesto en boca de un político se convierte inexorablemente en forma fantasiosa de ver determinados hechos o circunstancias, a la vez que menosprecia al individuo o la ciudadanía, ya que la supone de antemano incapacitada para analizar la situación social, por ello se basa en el relato para inculcar a ésta la bondad de determinadas posiciones tomadas, todas ellas contrarias a lo expuesto en sus programas o a su propia ideología.
Básicamente el relato se emplea para que mentes aún no maduras o ignorantes conozcan de forma subjetiva determinados hechos, el relato lo hemos utilizado todos cuando hemos contado un cuento a nuestros hijos, a través del cual les hemos instruido para que comprendan que es hacer el bien, que es el mal o sencillamente hacerles conocer determinados valores históricos o culturales, no exentos estos, de criterios morales o éticos.
Esta forma de comunicación y educación es delicada y perversa ya que si la dirigimos a los infantes, estos pueden asumir una historia ficticia como real, este tipo de instrucción es muy empleada por los nacionalistas cuando pretenden adoctrinar desde la escuela a las nuevas generaciones, para garantizarse en el futuro que los hoy escolares sean mañana los defensores de una Historia creada ah doc , su objetivo conseguir un granero de nacionalistas.
Pero si nuestro relato ficticio va dirigido a un público adulto pero poco informado o lerdo en política, y este es creído, tenemos un militante, aunque manipulado para nuestra causa, que defenderá hasta sus últimas consecuencias nuestras palabras sin tener en cuenta incluso lo perjudicial que puede ser para el mismo.
Pero a lo que vamos, después de este pequeño paréntesis de pedagogía política, es una mala idea sustituir el “discurso político” por “el relato” ya que el primero va dirigido a personas adultas capaces de reflexionar sobre los acontecimientos que se producen en la sociedad y en consecuencia tomar sus propias decisiones teniendo en cuenta la cultura del país y de los de referencia, a su vez pretende, entre otras cosas establecer las bases de un futuro y no contar el pasado como lo hace el relato, pretende persuadir a las personas para que cambien su comportamiento, en función del mensaje del orador o del que escribe y como consecuencia de ello hacer una sociedad más de acorde a principios previamente establecidos y consecuentes con la ideología de cada cual.
El PSOE en su intento de construir un “relato” se equivoca, en primer lugar porque no tiene necesidad si su comportamiento fuera de acorde con su historia, historia que por otra parte no tiene necesidad de interpretaciones, está escrita en páginas con sus luces y con sus sombras. Son los actuales dirigentes del mismo, que dándose cuenta de sus errores, asumidos por otra parte, los que les generan una mala conciencia por ambiciones personales de poder, por tanto tienen la necesidad de ofrecer una excusa o justificación, ya que de facto con su actuación alteran o venden su ideología en lugar de emplear el debate político como forma de cambiar o no, sus planteamientos políticos.
Los actuales dirigentes con Susana Díaz a la cabeza, seguida del oportunista Javier Fernández, personaje gris y los autores intelectuales de la operación de la abstención, entre ellos Felipe González, son los artífices del menosprecio a la militancia y de las políticas neoliberales del actual gobierno del Partido Popular que hincándose de hinojos hace seguidismo de la políticas que emanan desde centro Europa cargadas de conservadurismo deshumanizante.
Esta senda emprendida nos lleva al callejón de las desigualdades, a la construcción de una España rica, la de los oligarcas económicos financieros y a una España pobre, la de los parados, la de los excluidos socialmente, a la de los trabajadores con nomina pero pobres.
Tendrán que crear muchos “relatos”, tantos como situaciones se van produciendo por sus políticas arcaicas que nos devuelven a finales del siglo XIX.
Relato para ver como explican sus posturas ante los refugiados, relato para explicar las políticas fiscales, relato para explicar porque las eléctricas siguen acumulando riqueza y la tarifa de la luz sube contantemente, sirva como ejemplo que desde que empezó la crisis la eléctricas han ganado 56.000 Millones y han subido el recibo de la luz un 70%, mientras los salarios se sitúan a niveles del año 2007.
Relato para aprobar los presupuestos del gobierno del PP, retrogrado allá donde los haya, relato para justificar el techo de déficit.
Relato para justificar las amnistías fiscales encubiertas, relato para no imponer las sanciones que demanda Bruselas a las compañías del automóvil que falsearon y estafaron a los usuarios, que además han recibido tantas subvenciones del gobierno Español como de las autonomías en las que se asientan que bien podíamos denominarlas, “Empresas nacionalizadas”
Relato para justificar que sigamos teniendo una justicia de “Robagallinas”, como bien la denominó el Presidente del Tribunal Supremo y del Consejo del Poder Judicial, Carlos Lesmes.
Relato para justificar ¿por qué se permite a la Unión Europea nos aplique los mismos conceptos económicos, cuando los ciudadanos españoles no partimos en igualdad con los ciudadanos de otros países europeos?, por ejemplo si tenemos en cuenta el Salario Mínimo Interprofesional para 2016, los luxemburgueses cobran 1.922 €, los belgas 1.501€, los holandeses 1.501 €, los irlandeses 1.461 €, los franceses 1.457 €, los españoles 756 €.
Está claro que tenemos un enfoque distinto del concepto igualdad, pero sí somos iguales a la hora de aplicar/ sufrir medidas impositivas, lo que significa que los españoles soportamos más carga fiscal que los poderosos del centro de Europa, claro que siempre nos sirve de consuelo que hay países en peores condiciones que nosotros y la elaboración de un gran relato. Maldita la gracia.