Reflexiones en España (II)

Hoy quiero ahondar en un tema del cual somos partícipes a diario desde hace varias décadas y del cual la inmensa mayoría de la sociedad, no se hace cargo. Y varias de las razones por las que no nos hacemos cargo de ese problema que ayudamos a diario a agravar, es por diversos motivos.

Muchos no son conscientes de que de manera directa o indirecta, lo están creando. Creamos ese monstruo cada vez que consumimos. A mi modo de entender la vida, es moralmente ilógico decir que las cosas no derivan en otras… que todo está conectado, de una manera u otra. Un movimiento económico importante a un lado del Atlántico, puede degenerar en otro movimiento igual de importante en aspectos similares al otro lado. Es la ley de la cadena.

Por ello, ese problema que agravamos a través del consumo entre otras cosas, no es ni más ni menos que la inmigración. Concretamente, somos responsables de todas las muertes acaecidas recientemente en el Mediterráneo.

Hundimientos de barcos con cientos de personas en su interior. Personas que se han lanzado a la mar en busca de mejor fortuna, al ser sabedores del destino que les espera si se quedan en tierra firme al otro lado del mar Mediterráneo. Personas que solo tienen dos opciones en la vida. O morir en sus países de formas inhumanas; guerras étnicas, hambruna, enfermedades… o arriesgarse al ostracismo en los países del primer mundo.

Tengo un pensamiento en mente que me reconcome desde hace años. ¿Somos conscientes de los millones de pensamientos, de los millones de avances o ideas que la humanidad ha tirado por la borda al no dotar de oportunidades a todos por igual? Quién sabe. A lo mejor la cura contra el VIH, la podría haber descubierto un etíope hace años tras doctorarse en medicina en una universidad (como tantos médicos en los países desarrollados), pero cuya posibilidad de éxito feneció con él porque su estómago estaba lleno de moscas a la tierna edad de los cinco años… es terrorífico pensar que los mejores descubrimientos o los más necesario para la humanidad, que aún no han sido hallados, los podría haber generado uno de esos niños muertos por la guerra de un disparo en la sien, o un niño de los que ha muerto de hambre o de sed en brazos de sus padres por no tener ni medio cazo de leche para beber o una triste hogaza de pan. Es penoso pensar que el ser humano podría haber resuelto los grandes entresijos morales que nos amedrentan día a día si por ejemplo uno de esos adolescentes que se han ahogado en el Mediterráneo al intentar huir del hambre o de la guerra, hubiera llegado a las puertas de una universidad y el conocimiento y su propia capacidad intelectual forjada a través de la cultura, le hubieran rodeado de una manera sin par como a ningún otro ser humano de los teóricos “países desarrollados”.

Es curioso, hace años oí que en todo el mundo, cada cuarenta y dos segundos al día, era robado un teléfono móvil. Me entristece que prevalezca ese dato y se ignore que posiblemente con la misma frecuencia, muera una vida en África por hambre, sed, enfermedad o guerras. Una vida, que si se le hubiera dado la oportunidad, podría haber creado algo tan resolutivo y clarificador, que las mentes más privilegiadas del día a día, tendrían que transformarse en Julio Verne para poder sufragar ese déficit de imaginación necesario para crear por sí mismos lo que ese chico o chica de países tercermundistas, ha logrado crear él solo, con la única ayuda de la oportunidad. La oportunidad de tener, ser o comprender lo mismo que nosotros tenemos, somos o comprendemos por derecho de nacimiento.

¿Y qué tiene que ver esto con el consumo? Os preguntaréis algunos… y hacéis bien en preguntároslo. Como ya he dicho, creo que cada pequeño gesto en el mundo, puede desencadenar vía la ley de la cadena en un movimiento exponencial que afecte a una ingente cantidad de personas. Ahí tenéis las manifestaciones, las llamadas sociales por youtube, las fiestas que atraen a todo el mundo desde países lejanos.

¿Qué sería de las fiestas de San Fermín sin el granito de arena de Orson Welles o de Ernest Hemingway? ¿Qué sería de todos los cantantes que sobrados de talento, se verían devorados por el tiempo de no ser por ese primer impulso de un cazatalentos? La “Ley de la Cadena” con mayúsculas. Es inevitable. Ya lo dijo el recientemente fallecido, Eduardo Galeano:

“Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo”

 

Y es cierto. Pensadlo un instante. Si nosotros, vórtices de consumo desmedido, no consumiéramos al ritmo actual, quizás los países del tercer mundo podrían llegar a desarrollarse y convertirse en países autosuficientes. No hay que olvidar, que África, es el continente más rico del planeta a nivel de recursos naturales. Recursos, que gracias a la globalización cimentada en la ley de oferta y demanda y el consumo desmedido de todos nosotros, son gestionados por pocas personas que en connivencia con otras pocas personas, logran limitar el futuro de millones de personas. Tiranos, dictadores, multinacionales, políticos corruptos, jefes religiosos… todo ello, es una macedonia de maldad que logra encubrir la muerte y desolación que creemos inherente a los países subdesarrollados. Pero somos nosotros, quienes con nuestra dejadez y falta de empatía, logramos que unos pocos, dobleguen a muchos… y nosotros, nos contentamos con tener un poco más de esto u otro poco de aquello. Somos unos adictos al consumo y esa adicción, nos impide ver la destrucción que dejamos a nuestro paso.

Pero una vez más, la “Ley de la Cadena”, puede obrar el milagro. Pero para ello hace falta que cada mañana nos miremos al espejo y nos preguntemos; ¿qué clase de persona soy? Solo así dejaremos de ser cómplices de la inmigración desesperada que hay hoy día, solo así, podremos llamarnos seres humanos, porque hasta la fecha, la humanidad, es algo que brilla por su ausencia en nuestra sociedad teóricamente “desarrollada”. Reflexionemos pues.

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