¿Por qué seguimos votando en papel y cada cuatro años? No es una pregunta retórica, es una pregunta real que me hago a mí mismo y me sorprende que nadie más se la haga. Vivimos en un mundo en el que podemos ver una película en la cama o comprar un artículo mientras tomamos el sol en la playa, todo al instante y con la comodidad que ofrece un click. Sin embargo, seguimos amontonándonos en los colegios electorales cada cuatro años para votar con un papel y un sobre después de verificar nuestra identidad legal con un trozo de plástico. Curioso cuanto menos.
Es tremendamente incoherente el anacronismo que la democracia representa en el mundo actual. Es como si una parte de nuestro mundo, una tan importante como es la forma de elección del gobierno, no se hubiese desarrollado junto al resto de elementos de nuestra sociedad. ¿Y por qué ha sido así? ¿Quizá es simplemente porque la fórmula ya es suficientemente buena como para ser modificada? Lo dudo mucho.
Las elecciones en un país como España, que tiene decenas de millones de ciudadanos censados, representan un impacto económico, energético y ecológico que no podemos ni imaginar. No sólo son las papeletas, impresas por millones, sino también los carteles y toda la parafernalia que involucran unas elecciones. La factura que supone en cuanto a recursos no es mínima, eso por no hablar del bombardeo psicológico que supone para el ciudadano medio. Hay que irse a vivir a una cueva si no se quieren ver políticos en vallas publicitarias, marquesinas y hasta bailando en programas infantiles. Ya basta.
El sistema electoral está anticuado, literalmente. Fue creado para una época en la que el contacto entre los gobernantes y el pueblo era escasa y por eso se tenía que hacer una convocatoria masiva a las urnas. Evidentemente, no se puede paralizar a un país cada mes, ni cada año, y por eso se decidía hacerlo cada cuatro años. Pero hoy vivimos en un mundo muy diferente en el cual la comunicación es inmediata y total, ¿entonces por qué seguir con el mismo sistema?
Tiendo a pensar que cuando algo funciona mal es producto de la ineptidud o la corrupción y, a veces, cuando el problema afecta a mucha gente e involucra a otra tanta, suele ser por ambas causas. ¿Es premeditado que el sistema de votación no haya evolucionado en décadas o sólo es una costumbre enquistada? Sin duda, España sabe mucho de costumbres enquistadas, pero me aventuraría a decir, por supuesto con temor a equivocarme, que lo que se busca en una democracia actual en nuestro Occidente tan civilizado, no es la libertad en si, sino la ilusión de la misma.
No es raro que todos los países demócratas actuales bailen al son de los Estados Unidos de América, adalid de este sistema. La ilusión que ofrece la democracia hace que la gente esté tranquila y ejerza su verdadero e inapelable derecho, que es el derecho a consumir. El Capitalismo se basa en el movimiento de capital y éste tiene más fluidez cuando la población está tranquila y es consciente de que no vive oprimida por un gobierno impuesto. Por cierto, ese es el verdadero voto actualmente, el consumo, aunque parte de la población no sea consciente, y no le quieran hacer consciente, de ello.
Hacemos a menudo un ejercicio de obscenidad al proclamar a los cuatro vientos el mundo de libertad en el que vivimos. Las elecciones, tal cual están planteadas, no parecen más que otro truco de magia para tener encandilada a una población cada vez menos conforme con la ilusión que se nos planteó.
El Big Data, el futuro de la democracia
Como soy del pensamiento de que no se puede criticar algo sin proponer una alternativa viable, me veo obligado a hablar del Big Data y de las ventajas que puede y que algún día tendrá para la democracia. Para quien no le suene esto, el Big Data no es más que la acumulación de datos en Internet por parte de los usuarios. Todos, cuando escribimos un tuit, un post, subimos o vemos un vídeo, hacemos un comentario o realizamos una búsqueda estamos dejando un rastro que puede ser analizado como una tendencia. Por ejemplo, Google tiene una aplicación llamada Google Trends en la que puedes observar un estudio de tendencias por palabras en su buscador.
Como dije antes, el sistema electoral actual está pensado para épocas en las que la comunicación entre el pueblo y el gobierno era exigua, hoy en día sin duda no es así. Sin que haga falta hacer análisis de datos masivos, cualquier usuario de Twitter puede escribirle un comentario al presidente del gobierno, algo que éste, o quien gestione su cuenta, puede ver al instante sin ningún tipo de filtro. Imaginaos el salto evolutivo con respecto a los antiguos egipcios que pensaban que sus gobernantes eran dioses. En un mundo en el que esto es posible, ir a votar cada cuatro años es ridículo.
En un sistema mejor planteado con los medios que tenemos, el gobierno, anónimo e imparcial, debería tomar decisiones con respecto a la voluntad del pueblo no cada cuatro años, sino cada minuto. El Big Data permite saber qué desea la mayoría de la población sin que se la tenga que molestar ni intoxicar con información irrelevante en las grotescas campañas políticas. Suena bien, pero como dije antes, cuando algo no va como debería es fruto de la incompetencia o de la corrupción, y en este caso apostaría que de ambas.