Ayer fue 12 de octubre, el día en que los españoles conmemoramos el descubrimiento de América. En realidad, y pronto se sabrá, Europa – o unos cuantos europeos – ya sabían de la existencia de América. Colón la redescubrió para el Viejo Continente en un momento en que Castilla y el papado de Roma estaban listos para iniciar la conquista.
Me siento más cómodo si hablo de conquista, pues América pertenecía ya a las civilizaciones que la habitaban y no a quienes se otorgaron su descubrimiento.
Pido perdón en nombre de aquellos que sienten la responsabilidad de pertenecer a la nación y el estado que la saqueó, la oprimió y la redujo a la esclavitud. Pido perdón en nombre de aquellos que han endurecido su corazón hasta el punto de creer que el perdón es innecesario. Pido perdón en nombre de mi pueblo.
Las consecuencias de las barbaridades cometidas en nombre del rey, la patria y la religión, por afán de lucro, nos persiguen todavía. Nuestro nombre es despreciado por muchos en el mundo. No obstante, nuestros dirigentes siguen favoreciendo a empresas españolas que, tanto en América como en España, contratan a americanos por salarios indecentes para engrandecer sus beneficios.
Algunos no han recapacitado todavía; no han aprendido nada de la historia, pues no tienen compasión. Por ellos también pido perdón.
Mi pueblo cometió errores (crímenes) durante siglos. Quiso aniquilar a sus ancestros, su cultura y su libertad. Solo lo consiguieron a medias, afortunadamente, a pesar de que las comunidades indígenas todavía hoy día vivan bajo riesgo.
Pido perdón por todo ello, en nombre de mi pueblo. Quizá, si ustedes lo conceden, el perdón les permita avanzar y recobrar lo que les arrebatamos. Quizá logren recobrar su libertad, a vivir como quieran y a ser quienes son. Quizá enseñen el camino a esta civilización occidental decadente y pérfida, ahora que llega a su fin y al recuerdo de las atrocidades que sufrió e hizo sufrir con la excusa del progreso, el totalitarismo y la razón de estado.