Pese a que últimamente me he prodigado ligeramente en los artículos subidos a esta página, hoy solamente quiero hablaros de forma breve y concisa sobre algo que atenta contra las posibilidades de ascenso de las economías más humildes. Para ello, voy a valerme de un ejemplo bastante práctico que más de uno ha vivido a lo largo de su vida.
Imaginemos pues, a un niño. Un niño, que coge por primera vez una bicicleta con las dos ruedas adicionales de apoyo para que no se caiga. Su padre, para darle confianza, empieza a decirle, que pronto será capaz de montar su propia bici de dos ruedas. Pero que si tiene miedo, él, estará a su lado para ayudarle cuando se caiga y sujetarle la bici en todo momento y así, hasta que el infante logre andar por sí mismo.
Ahora, traslademos esta situación a nuestra economía real. Cuando una empresa, (microempresas, pymes…) empieza su andadura en el mercado; precisa de ciertas ayudas del estado para que, pese a contar con financiación propia y un planning eficiente y detallado, sus sueños no se vengan abajo en tiempo récord. He aquí, la figura del padre.
Padre, que al igual que con su hijo, le da confianza, le ayuda, le anima a que siga hacia delante. ¿Lógico, verdad?
Pues no debe serlo tanto al toparnos con el famoso y odiado, Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP en inglés), o con las famosas desgravaciones fiscales a las multinacionales vía la creación de holdings (mecanismo por el cual múltiples empresas de un mismo sector, comúnmente, se aglomeran bajo una nueva sociedad con sede propia para que en vez de pagar cinco empresas su IS correspondiente, aprovechen la sinergia surgente de su unión y logren pagar un único IS más reducido), o el sostenimiento del sistema financiero a costa de un aumento desproporcionado de la deuda pública pese a haber sido las propias entidades bancarias y/o cajas de ahorro, las que han contraído las multimillonarias deudas de forma particular.
Siguiendo con la metáfora del padre y su hijo, es como si ese niño, pasados unos cuantos años, se convirtiera en un ciclista de élite y mientras estuviera realizando una etapa de montaña, su padre, aquél que le empujó de niño a dar sus primeras pedaladas, le fuese acompañando a pie todo el rato para empujarle constantemente desde la línea de salida a la de llegada. ¿No creéis que sería absurdo dado que el ciclista, puede valerse por sí mismo, se gana la vida con ello y se entrena hasta la muerte durante todo el año para situaciones como esa?
Pues este es el panorama enternecedor que tenemos hoy día, si bien es cierto que las pymes reciben ayudas de diversas instituciones gubernamentales, raya el insulto u ofensa el hecho de constatar la existencia de ayudas gubernamentales a esas empresas, que al igual que el ciclista profesional, no necesitan ayuda porque ya son fuertes, ya son solventes, ya están entrenadas para realizar las carreras por ellas solas. Y mientras, muchos otros niños que quieren aprender a dar sus primeros pasos, no reciben la ayuda de papá estado.
¿Cómico, verdad? Pues, aunque nos duela, hemos de ahorrarnos esas lágrimas, fruto de la carcajada, y verter las lágrimas de la impotencia y el sufrimiento al mundo al comprobar que el asunto es tan real, que no tiene ni pizca de gracia.
Lanzo pues, una misiva a papá estado. Hay muchos niños, que necesitan tu ayuda para aprender a andar… deja de ayudar a los profesionales, invierte tu esfuerzo, en los que aún, no lo son.