Te das cuenta de que todo lo que haces, en realidad te aburre y de que las personas con las que te rodeas no son como tú.
Ese momento llega cuando te conoces a ti mismo y cuando sabes lo que quieres. Piensas y llegas a la conclusión de que aunque quieras a esa gente, prefieres cambiar de vida, estar con personas con las que seas tú mismo, sin miedo a que cualquier cosa que digas o hagas pueda molestar a alguien porque no entiende tu forma de ser o de pensar.
Pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde, y sí, es eso lo único que te mantiene estable. La esperanza de que algún día todo cambie, todo lo que tengas a tu alrededor lo elijas tú mismo, a tu gusto, y no el azar.
Y cuando llega ese día, te das cuenta de que todo va a ir a mejor, de que hay gente con la que encajas, gente que merece la pena haber conocido y que de hecho, no te importaría haberla conocido antes. Porque te hacen sentir bien, porque se hacen querer pronto, porque con ellos te sientes cómodo y no tienes que ocultar tus defectos y porque de la noche a la mañana, pasan a formar una gran parte de tu vida.
Es entonces cuando empieza tu nueva vida, como si fuera una segunda oportunidad para corregir aquello que no te gusta y cambiarlo a tu manera, es ahí cuando te das cuenta de que acabas de conocer a las personas que serán ahora TU gente, gente que cuando no esté, sin duda, echarás de menos.