La otra mañana caminaba al trabajo tranquilamente y me sorprendió un hombre que balbuceaba algo un tanto extraño a pocos metros de mí. No fue eso extraño que balbuceaba lo que me sorprendió, más bien el hecho de que estaba solo. Involuntariamente sonreí. Pensé “otro inmerso en sus pensamientos…”.
Porque, es cierto, qué manía con decir que la gente que habla para sí misma en voz alta tiene más papeletas a la hora de estar loca. Vamos a ver. ¿Quién no se repite la hora del dentista varias veces para que quede bien grabada en la mente? ¿O quién no se pregunta a sí mismo si realmente va a comprarse ese jersey que tanto le gusta pero es tan caro o no?
A veces es más bien cuestión de identidad. Te sientes más fuerte incluso independiente cuando lo expresas de esa manera, con más carácter, y es que quizás hay una razón que justifica esa expresividad. Eso pasa, los pensamientos no son más que pensamientos de los que vuelan, vienen y se van de nuestra mente, activa, inquieta, todo el día pensando en 1.001 cosas… Es normal que uno a veces necesite decírselo en voz alta para sentir realmente lo que está sintiendo a través de ondas sonoras y vibratorias, más allá de meras divagaciones pasivas e ilusorias. Además, no es casualidad que muchas de las ocasiones en que nos sorprendemos a nosotros mismos hablando solos, sean casos que remiten a un estado de concentración bastante alto.
Todo el mundo reconocerá que es cierto que habla solo estando en casa, en la ducha, cocinando… Y entonces no hay problema, no hay prejuicio. ¿Y por qué no en sociedad?
Bueno, sin ponernos extremistas, tampoco es que haya que ir gritando por el metro nuestra agenda diaria para que ésta se nos inscriba bien en la mente, o haya que debatir una disyuntiva moral compleja durante largos minutos, tampoco es eso… Solo digo que a veces tendemos a balbucear para nosotros mismos porque nuestro propio cuerpo nos lo pide –más bien nuestro propio cerebro-, y no deberíamos sentirnos avergonzados por ello, más aún si esa acción nos ayuda en el desarrollo de una posterior acción.
También los humanos tenemos nuestra manifestación ‘identitaria’ como cuando los pavos reales exhiben repentinamente su plumaje a las pavas en símbolo de cortejo.