El siglo XXI ha empezado incluso peor que el siglo XX. Se están multiplicando los atentados contra las poblaciones civiles. Buscan propagar un clima de terror e inseguridad. Las razones políticas y militares de estos crímenes importan menos que su naturaleza y su mecánica. El caldo de cultivo del terror es el nihilismo. Nadie que sienta la presencia de Dios en el mundo podrá jamás cometer esas atrocidades.
Un joven profesor de religión en nuestra tierna y gamberra infancia decía que Dios es dar su vida por los demás. La mayoría de los seres humanos experimentan la sonrisa de Dios en su alma cuando nacen sus hijos, y a partir de ese momento descubren su presencia en todas partes.
En sentido contrario, y por deducción lógica, Lucifer es la Razón del Odio. Los ángeles caídos, expulsados del Paraíso, son reclutados por el resentimiento y persiguen la destrucción del Oasis de Paz. No es casualidad que el lema que figura en sus estandartes de guerra sea precisamente: Dios ha muerto y ya no os puede proteger.
La estructura profunda del nihilismo es el miedo germinal que nace del vacío. El temor a vagar sin rumbo por el inhóspito desierto. La Razón del Odio, instrumentada por razones políticas, económicas y militares, es la manifestación de Terror Totalitario de la soldadesca movilizada por Lucifer. En las trincheras de la Primera Guerra Mundial provocada por el Káiser Guillermo, los mandos militares procuraban que a la tropa nunca le faltará el coñac (franceses), el vodka (rusos) ni el schnapps (alemanes y austriacos). Unos pocos soldados, inmunes al alcohol, enfermaban de miedo y desarrollaban extraños cuadros clínicos. Eran fusilados sin más.
La expresión Gott is tot, que acuño Hegel, y popularizó Nietzche con su célebre “Dios ha muerto. Y nosotros le hemos matado”, la podría haber plasmado Martin Luther, siglos antes. El manifiesto anticatólico, y por momentos antisemita, del teólogo disidente rechaza de plano la creencia en el Amor. El Dios de Luther no ama al Ser Humano, le exige obediencia ciega. Es un tirano que no comparte sus razones y exige sacrificios.
Soren Kierkegaard desveló, como precursor del existencialismo, la perversa lógica del nihilismo. Si el ser humano no se puede comunicar directamente con Dios, corre el riesgo de volverse loco y oír las voces del Odio en el Desierto.
Autor: Belge, en twitter @daviddomingosa2
Fuente: http://inlucro.org/
Agradecer a Belge su autorización para publicar este trabajo en Liverdades.