Morir por ser mujer
Fuente: http://www.ultra.com.mx/

Los depredadores machistas no cesan de asesinar mujeres a su estilo, esa forma sádica y desapegada con la que también matan a sus propios hijos o les hacen presenciar la muerte de su madre (que es otra manera de asesinarlos).

Estos inefables depredadores son tan extremadamente dependientes y faltos de autonomía que, cuando la relación se ha acabado, no son capaces de seguir su camino o de buscarlo.

Les aterroriza la soledad por su inmadurez integral.

Son tan zoquetes y analfabetos emocionales, que no saben (¿?) hacer el esfuerzo de no perder el control y respetar a quien un mal día decidió estar con ellos.

Algo tan sencillo, digno y recomendable como irse cuando las cosas se acaban, quitarse de en medio, hacer la maleta y cerrar una situación, no entra en sus cálculos criminales.

Sus cerebros reptilianos no piensan ni toleran el dolor o la frustración, no conocen el significado de la compasión ni de la generosidad.

Jamás han amado ni amarán, no tienen capacidad para hacerlo.

En su impulsividad cabe toda la frialdad del mundo.

Viven para dañar.

Sobran.

¿Y ellas?

Abducidas, pasivas sin autoestima, sin poder de decisión, autoengañándose cada minuto para no ver que tienen los días contados.

Justificando a la bestia con la que duermen, debilitándose más y más.

El miedo es un mal consejero.

Quizá el primer insulto o el primer golpe sea difícil de evitar, pero a partir de ahí es responsabilidad de cada uno vivir o no con golpes e insultos.

Quien continúe en esa loca dinámica, tiene sin duda perfil de víctima.

No existen relaciones de pareja que no sean complementarias, y de hecho, lo pueden ser en la destrucción.

La complementariedad significa que cada parte obtiene una ganancia del intercambio mutuo, aunque sea negativa.

Esas «ganancias» son las que sostienen las relaciones patológicas.

Cada uno está ahí para reforzar y confirmarse una creencia íntima, por ejemplo: «jamás seré amada» o «voy a perder la cabeza».

Profecías autocumplidas.

Los depredadores se sienten atraídos por víctimas y las víctimas por depredadores.

La atracción hacia otra persona nunca es casual.

Romper con esos roles infelices es el primer paso para la autonomía.

Sólo se recoge aquello que se siembra.

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