Mi tierra y mis aullidos

Cuando en determinados aspectos medio ambientales se vislumbra una incansable y repetida determinación en la toma de decisiones y esfuerzos políticos y todos éstos carecen de rigor científico y sentido práctico, a la percepción crítica de cada cual solo le resta buscar justificaciones amparadas en beneficios cuantitativos específicos, ya sea con la obtención de valiosos votos o en la recaudación monetaria que va a reportar usurpar este y aquél valor común. Ese es el nivel de bajeza que se puede esperar de la clase dirigente. Más aún cuando en la sombra pueden verse las garras de los benefactores, que en muchos casos comparten techo con los mismos legisladores. Quizás el más vil y despiadado instrumento los mandatarios es su íntima relación con el lobby de la caza, que poco a poco acumula propiedades públicas para su disfrute propio o inventa excusas para dar rienda suelta a toda su capacidad de destrucción. Tal es el asunto de la persecución al lobo ibérico, Canis lupus signatus, que en los gobiernos de la Junta de Castilla y León y el Principado de Asturias tiene a sus más fieros depredadores.

La posición del cánido en nuestro país siempre ha sido compleja y desproporcionadamente resuelta en su contra debido en parte a la impunidad jurídica con la que actúan sus enemigos, ganaderos y cazadores, que en muchos casos representan al mismo gremio. Así, durante un largo periodo de tiempo se le ha acosado, acorralado y estigmatizado hasta llevarlo al borde de la extinción, pero medidas conservacionistas permitieron salvar su caída definitiva…Por ahora, ya que la superficie que trata de colonizar el lobo vuelve a chocar con los intereses económicos, y éste debe hacer frente a una ganadería extensiva que pretende extenderse sin elementos de seguridad tradicionales -como el uso de mastines o la recolecta nocturna- y al poderosísimo grupo de presión de la caza -del que son miembros interesados muchos políticos y empresarios- capaz de turbar la opinión pública y modificar las decisiones del Congreso. Tanto es así que sendos gobiernos regionales han aprobado la eliminación de al menos 200 ejemplares, un número que se disparará con la actividad de los furtivos y las cacerías ilegales de ganaderos que truncan manadas, ambas sin castigo.

Más allá de sus múltiples adversarios y las falacias que acompañan a éstos, desde Europa existe un “mayor” raciocinio de la situación de esta especie emblemática y protegida (solo en algunos territorios), y en repetidas ocasiones se ha denegado la injustificada petición de los gobiernos regionales -en especial la del castellanoleonés- de tratar de elevar el número de individuos matados o de modificar la prohibición de muertes al sur del río Duero, esto último más escandaloso si cabe por la extrema escasez de manadas en dichas zonas. Estas maniobras, por supuesto, obtienen al apoyo necesario en los medios de comunicación, ese trampolín para difundir una verdad sesgada o una mentira encubierta. Como aquella que reza que cada vez hay más manadas en expansión, cuando todos los expertos niegan tal dispersión masiva y menos por todo el país; o la del incremento de los ataques, que si  bien es lógico que existan en algún caso (indemnizados por las autoridades) también son evitables en un altísimo porcentaje con los elementos de seguridad descritos -como aseguran multitud de eminencias en este campo-, todo ello unido a que en otras tantas ocasiones se le atribuyen al lobo todas las pérdidas de reses, siendo los responsables en un elevado porcentaje perros asilvestrados.

Ustedes pueden pensar que todas estas solicitudes de los gobernantes van acompañadas de exhaustivos estudios llevados a cabo por prestigiosos profesionales y/o especialistas con años de experiencia en la evolución de las poblaciones del animal. No. Nada más lejos de la realidad. De hecho, no existen investigaciones concluyentes al respecto, solo indicios, y tan solo aparecen con mucha intermitencia algunos censos tan peculiares como insuficientes, muchos de ellos realizados por los propios cotos o sobre elementos reducidos en épocas inadecuadas. Es decir, se sabe poco y mal, las instituciones públicas manejan cábalas caprichosas y arbitrarias sobre las que pretenden asentar el exterminio del lobo y lo que es peor, nos intentan hacer creer sus certezas atrincheradas para hacernos partícipes de este atropello. Aunque ya se sabe, el desconocimiento y la manipulación masiva es la medida preferida para justificar campañas infames, como ésta contra el lupino.

A día de hoy son infinidad las voces que se alzan contra ésta aniquilación subvencionada y que tiene en las muertes de esas dos centenas de ejemplares sus siguientes objetivos. Los gritos de protesta de los estudiosos de la especie y los particulares sensibilizados con la conservación del lobo, inundan Internet, con intensas campañas de recogida de firmas y presencia en redes sociales, pero siguen sin tener eco en plataformas masivas, ni la tienen en unas leyes ridículas para los infractores con las que ha aumentado el número de furtivos al norte y sur del Duero… Y mientras el lobo seguirá luchando por existir en su tierra. Nuestro lobo, ése que muchos dicen aúlla poco, quizás tratando de evitar llamar la atención de quienes le han perseguido y le persiguen con tanta saña, tal vez tratando de borrar sus huellas y poder vivir en armonía con su medio.

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