Estoy gorda. Tengo la nariz demasiado grande. No me gustan mis caderas. Me encantaría hacerme un aumento de pecho. ¿Os suena? Es el día a día de una sociedad que exige ser perfecta físicamente.
Estos días ha habido una importante inquietud por la transformación que ha sufrido Renée Zellweger tras someterse a varias operaciones de cirugía estética.
Creo que son muchos los hipócritas los que fingen no saber a qué se debe esta necesidad de tener un físico espectacular a toda costa. Todos los días encendemos la tele y nos encontramos con anuncios que son protagonizados por mujeres y hombres con un aspecto que impresiona a cualquier tipo de público, especialmente a la juventud. Todas las mañanas o todas las tardes pasamos por uno o varios escaparates decorados con revistas en cuyas portadas aparecen auténticos modelos a quienes una gran mayoría admira.
¿No produce todo esto una bajada de autoestima diaria en nosotros? Nos miramos en el espejo y no tenemos esas manos tan perfectas, esa piel tan uniforme, esos labios tan gruesos, ese pelo tan voluminoso, y un largo etc. que nos hace plantearnos cómo podemos llegar a ser un ejemplo para la sociedad físicamente.
¿Quieres ser la chica más guapa del país? No es nada fácil, puesto que no basta con tener la cara de Angelina Jolie o Natalia Verbeke. No. Necesitas unas medidas de 90-60-90. ¿Qué lógica tiene? ¿Quién ha impuesto tener esa delgadez para poder representar a tu país en un concurso de belleza?
Estoy segura de que muchos dirán “pues yo me quiero tal y como soy”, tal vez, pero esa frase a los 16 años está bastante alejada de la realidad, y por ello, muchos adolescentes caen en la terrible obsesión de tener un físico espectacular a cualquier precio, cayendo incluso en enfermedades como la anorexia o la bulimia.
Esos son nuestros valores, un buen photoshop en vídeos y fotografías para enseñar al resto del mundo la imagen que debemos alcanzar. Lo importante no es enseñar a ayudar al prójimo, ser inteligente, luchar por nuestros sueños, no. Lo que enseña el mundo en el que vivimos es tener el mejor aspecto posible, pasar por el quirófano si hace falta, adelgazar, tener una piel reluciente, unos ojos de ensueño y una melena que ni la misma Rapunzel.
¿Y si enseñamos a las mujeres y a los hombres a quererse por ser quiénes son y a valorarse más allá de un físico? ¿Cómo sería el mundo si la principal medida fuera la intelectual? A lo mejor se saturarían las bibliotecas y no tanto los centros de estética, con todos mis respetos a estos últimos, por supuesto.