Los tutores informativos y la limitación de la crítica
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El poder postfranquista representa un modelo que les ha permitido acumular la riqueza del conjunto de los españoles. Para ello han levantado banderas del desarrollismo primero, del liberalismo con la Transición después y, por último, del neoliberalismo más salvaje desde Aznar para aquí. Como todas las operaciones que se han estructurado desde la caverna franquista, en las altas instituciones clave de este Estado fallido, ponen de manifiesto un comportamiento en la gestión real, que preserva los métodos proteccionistas de un modelo extremo de competencia imperfecta. Sin olvidar que mantienen procedimientos del que la corrupción es un ingrediente no menor. Por conocidos, me excuso de ofrecer ejemplos. Para eso, ciertas instituciones actúan como barrera protectora de otras. Las puertas giratorias.

No obstante, desde la evidencia de que ya no serán posibles mayorías absolutas que permitan el mantenimiento de la “estabilidad necesaria” que reclaman desde los medios de comunicación financiados o subvencionados por ese mismo poder, el equilibrio diseñado en la Transición se hizo añicos. Ocurrió que, imprevistamente, Juan Pueblo y María Plaza ingresaron en el único poder de esta neodemocracia que no habían logrado colonizar: el Parlamento.

A partir de allí, los poderes fácticos, gracias a la rápida acción de los gabinetes de comunicación corporativa, se diseñaron alternativas para recuperar el control. El inverosímil Albert Rivera fue el elegido, luego de 10 años de una acción política local, menor e intrascendente, lo convirtieron en un prometedor joven dirigente para anular a Podemos.

Poco tiempo después, por razones aún por determinar, pusieron en marcha la operación acoso y derribo de Pedro Sánchez. El grupo Prisa, con Cebrián a la cabeza, inició aquella recordada, y previamente grabada, entrevista de Pepa Bueno a un Felipe González que dio alas a las huestes de Susana Díaz y los barones, todos neoliberales de la tercera vía, para constituir la Gestora. Paralelamente, la Máquina del Fango mediática atacó con más medias verdades que realidades, a la nueva dirigencia de Podemos. El motivo era allanar el camino a la respuesta electoral que obtendría Ciudadanos. Parece que han pasado años de aquello.

A partir de aquél momento comprendieron que, para destruir el modelo alternativo al original, debían obtener representantes desde dentro de la estructura de Podemos. Gente que estuviese dispuesta a recuperar su intención de pactar con Rivera un gobierno alternativo. Que mantuviese el modelo. Los derrotados de Vista Alegre II fueron los elegidos. El grupo Prisa recuperó la iniciativa de promoción de ese joven y prometedor político. Lo utilizan con generosidad.

En definitiva, como vaticinó inesperadamente Enric Juliana en el seno de un panel característico, es decir mayoritariamente conformado por los “tutores informativos” que sostienen el relato del modelo injusto: que a Podemos “le caerá la del pulpo”. La razón es que con Unidos Podemos el poder absoluto de los defensores del statu quo se verá controlado. Su impunidad limitada. El autoritarismo evidenciado. Pedro Sánchez y su socialismo de la Internacional, recuérdese su periplo de campaña electoral para las primarias que lo recuperaron, no hubiese podido llevar a cabo la moción de censura. El Salario Mínimo Interprofesional, la actualización de las pensiones, el control de los procesos privatizadores iniciado, y otras recuperaciones no hubiesen sido posibles sin esa acción conjunta entre el Sánchez e Iglesias.

De aquí, que esta gran operación de difusión de un relato que construye una realidad que difame al modelo alternativo que comenzó a manifestarse en estos meses de la gestión Sánchez, sea tan virulenta. Defienden al modelo neoliberal que ha reunido al postfranquismo en su conjunto, en torno al poder económico, religioso, judicial y militar, como ha quedado en evidencia con la gestión negligente de la cuestión catalana o la foto de Colón. Este fue un gran error comunicacional que, luego, estos escribidores en nómina, trataron de minimizar.

Los tutores de la información están generosamente financiados y alimentados por las cloacas del Estado y los poderes fácticos, porque reconocen que su impunidad puede estar en riesgo. Las banderas no evitan que la vida cada vez más precaria de los españoles quede expuesta, aunque sus portadas traten de limitar la crítica. Esa realidad perversa que tratan de proyectar sobre un modelo más humano es, a la vez, problema y solución. Desde allí, apréciese, impulsan a los neofascismo y le dan un espacio que no merecen. Su trabajo es proponer esas opciones como alternativa, aunque en realidad sea un escándalo ético.

Del solipsismo ambigüo al imperio de la ley

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