Al hablar de la población de las tierras del Campo de Cartagena tenemos que hacer un breve recorrido por parte de la historia de la población española y de la región murciana, e ir comparando algunos datos de éstas con los de aquella.

Escritores coetáneos nos dejan la cifra de seis millones de habitantes durante la época de Augusto para el total de la población española; en aquellos momentos era una cifra relativamente alta si se compara con los de Galia y Britania romanas que era igual entre las dos a la de Hispania romana; demográficamente es una etapa importante por el volumen de habitantes, entre otras cosas. En el caso que nos ocupa se puede afirmar que gran parte de dicho volumen de población se localizaban en las tierras de la costa mediterránea. Con la caída del Imperio romano los efectivos demográficos sufren una contracción muy importante que afecta a todas las tierras hispanas; tendrán que transcurrir muchos siglos para que la población española y por ende la cartagenera se recupere, como veremos posteriormente.

Estudiar la evolución de la población del Campo de Cartagena es remontarse a los orígenes: restos de poblados prehistóricos, edad del bronce, cultura del Argar, mastienos, iberos, púnicos, cartagineses, romanos, etc.; pueblos condicionados por las adversidades climatológicas del área, antes y ahora. Pero no vamos a realizar una historia de las distintas civilizaciones que han pasado por estas tierras ni de los restos arqueológicos hallados, sino que intentaremos ayudados por los restos arqueológicos y por la historia desbrozar la evolución de la población. Nos referiremos sucintamente, lógicamente, a determinados asentamientos y momentos históricos para realizar un análisis de la población y su volumen. Advertimos, que la escasez de restos arqueológicos en esta comarca, nos impiden cifrar el volumen exacto de la población; esta la hallamos en función de los yacimientos encontrados, tamaño de los asentamientos y zonas funerarias encontradas; los trabajos de los arqueólogos confirmaran las cifras, que en nuestro caso son aproximadas y las extrapolamos a todo el Campo de Cartagena, en el que en la gran llanada del mismo, bien por las oscilaciones climáticas, bien por el tipo de vegetación y la escasez de agua superficial, bien por la falta de abrigos naturales es difícil que haya habido asentamientos estables de población y a lo más desde las montañas costeras hubiera alguna incursión en busca de caza, sobre todo en el Neolítico, o de frutos silvestres.
La comarca de la región de Murcia conocida como el Campo de Cartagena es una llanura que desciende suavemente hacia el mar desde una cordillera Prelitoral de dirección E-NE -que alcanza los 1065 m en Carrascoy, pero que en general no rebasa los 645 m.-, y queda separada del Mediterráneo al sur por unas montañas litorales de 300 a 500 m de altura, que se levantan directamente sobre el mar. La llanura queda abierta hacia el Este, en donde se extiende una laguna litoral, el Mar Menor, separada el mar por una restinga, La Manga. En esa dirección O-E se orienta, en general, la red fluvial constituida por ramblas de circulación esporádica.
La formación geológica de esta gran llanura es bastante reciente, pues afloró del fondo del mar en el mioceno superior, durante la denominada crisis salina del Mesiniense en la que el Mar Mediterráneo se desecó por completo. La conexión terrestre de Europa a África permitió la llegada al Campo de Cartagena de una gran cantidad de fauna africana como mamuts, hipopótamos europeos, leones, tigres dientes de sable, cercopitecos, hienas, etc. en la actualidad extinguida, pero de la que quedan restos fósiles en la Cueva Victoria de Cartagena. De la que más abajo hablaremos.[] La conexión con el continente africano provocó también la colonización de la zona de numerosas especies vegetales africanas, en la actualidad conocidas como endemismos iberoafricanos, como el tetraclinis articulata o la periploca angustifolia, que conforman uno de los patrimonios vegetales más importantes de la Península Ibérica.

Según Mª Carmen Zamora Zamora, la cubierta vegetal que encontró el hombre paleolítico en esta comarca la podemos describir como una espesa maquia levantina, un inmenso lentiscar poblado, además de lentiscos, por cornicales, pinos carrascos, coscojas, acebuches, palmitos, espartos, etc. Las ramblas estaban ocupadas por adelfas, carrizos y cañas. Los saladares por tarayes, almarjos y sosas y los arenales costeros por sabinares y enebrales litorales de sabinas, enebros y pinos.
Esta vegetación espontánea fue utilizada desde los albores de la ocupación humana en la comarca, siendo estos usos, en general, más intensos cuando la población aumentaba, y menos cuando disminuía, pues la dependencia humana del monte era muy grande. En el Paleolítico superior, la proporción de alimentos vegetales en la dieta humana llegaba a un 75%, frente a un 25% de carne y pescado, lo cual tira por tierra la creencia tan generalizada de que el hombre del Paleolítico era básicamente carnívoro (Martínez Andréu, 1987).
Especies frecuentes en la Península Ibérica como la encina, de la que solo queda medio centenar de ejemplares en toda la sierra de Cartagena, o en el madroño, con un número todavía menor, eran antes más abundantes, y hoy solo se encuentran en lugares relativamente umbríos, como indica ANSE (Asociación de Naturalistas del Sureste).
Así, la vegetación ordinaria que encontraron los habitantes del Paleolítico en la comarca de Cartagena, formada por extensos lentiscares, pinares, sabinares, cornicales y, en menor medida, carrascales más localizados, entremezclados con multitud de especies como el palmito y la coscoja entre otros, ha desaparecido de la mayor parte de la sierra, o ha sido sustituida por especies más oportunistas como el pino carrasco y diversos matorrales poco exigentes. Con ella desaparecieron también animales como el ciervo o el lobo, que habitaron la mayor parte de nuestros montes. (ANSE)
Los primeros moradores de esta área fueron grupos de cazadores y recolectores que durante miles de años no cambiaron su estatus económico y social: su organización se basaba en la recolección de los recursos ofrecidos por la naturaleza en un equilibrio estable; sin embargo, el posible incremento demográfico obligó a cazadores y recolectores a reorientar su economía y practicar una explotación más intensiva del territorio, y como señala Miguel Martínez Andréu (1996) “es poco probable que un determinado grupo de cazadores y recolectores decidiera <<de motu propio>> abandonar un modo de vida relativamente cómodo si no necesitara precisamente mantener una población superior a sus recursos”. La sedentarización de la población y la puesta en vigor de un modelo productor no se consolida hasta el III milenio a. de. C, lo que originó la aparición de pequeñas aldeas cuyos habitantes practicaron, por un lado, la caza y recolección de recursos del mar y, por otro, una incipiente agricultura y ganadería.
De los datos que poseen los arqueólogos podemos deducir que las condiciones climáticas en las que vivieron los primeros moradores de estas tierras no fueron muy favorables, ya que el clima, con sus oscilaciones, fue predominantemente árido; aunque la percepción del clima puede dar lugar a una idea de degradación continua de las condiciones pluviométricas, la comarca ha tenido, en lo esencial, un clima semejante durante todo el cuaternario, y especialmente desde que finalizó el último período glacial. De manera semejante, las formaciones vegetales dominantes han sido de carácter mediterráneo desde el plioceno, pero se vieron afectadas por las oscilaciones climáticas en general se trataba de un clima seco y cálido, aunque se han encontrado sedimentos en las prospecciones de algunas cuevas que permiten asegurar que antes de finales del Paleolítico las condiciones climáticas fueron más favorables, con un ambiente más fresco, húmedo y con precipitaciones más regulares; por otra parte, en niveles más cercanos de sedimentación se asegura que existió un entorno ambiental más seco y más fresco, como atestiguan los estudios de arqueólogos en la Cueva del Caballo en las montañas del litoral de Cartagena (Martínez Andréu, 1996), lo que desde el punto de vista vegetal se tradujo en una vegetación esteparia muy similar a la actual.
En cuanto a los primeros habitantes en el Campo de Cartagena, y siguiendo al mismo autor, la escasez de restos fósiles y las probables bajas densidad de población dificultan su estudio; no obstante, y después de los análisis arqueológicos de la Cueva de la Victoria, (La falange humana encontrada en la cueva Victoria pertenece al dedo meñique de un homínido de hace aproximadamente 1. 400. 000 años. Por tanto, se trata del resto humano descubierto hasta la fecha de más antigüedad, tanto en Europa como en Asia.

Cueva Victoria es un importante yacimiento paleontológico kárstico situado en el cerro de San Ginés de la Jara, junto al pueblo del Estrecho de San Ginés, próximo a la localidad de La Unión (Cartagena, Murcia). La cavidad cárstica se desarrolla en calizas triásicas del Complejo Alpujárride (Unidad Emilia) de la zona Bética (FERNÁNDEZ, 1985). En los sedimentos de relleno kárstico se han encontrado restos de más de 60 especies de vertebrados con una antigüedad aproximada de 1,4 millones de años, y restos humanos de la misma edad.
Según, JOSÉ GIBERT CLOLS, LLUIS GIBERT BEOTAS, CARLES FERRÁNDEZ CANYADELL FRANCESC ROBOT, ALFREDO IGLESIAS, PATXO GIBERT BEOTAS. MEMORIAS DE ARQUEOLOGÍA 14 •1999 • PÁGS. 37-62, en este estudio llegaron a las siguientes conclusiones:
1.- Cueva Victoria es un yacimiento cárstico datado por paleomagnetismo y fauna en 1,4 millones de años.
2.- Cueva Victoria actúa como un cubil de carroñeros mientras se acumula la brecha osífera.
3.- La fauna estudiada comprende 61 taxones de vertebrados, por lo que es uno de los yacimientos mejor caracterizados por fauna de todo el Pleistoceno inferior europeo.
4.- Entre los fósiles descritos destaca la presencia de fauna africana caracterizada por el cercopitécido Theropithecus cf. oswaldi.
5.- En Cueva Victoria hay restos humanos, especialmente, una segunda falange del quinto dedo de la mano derecha.

En esta cueva se han encontrado industrias líticas, óseas, fauna y restos humanos, lo que constituye una excepción, ya que en los yacimientos de la misma época conocidos, el de Sinze y La Rochelambert (Francia), se han encontrado vestigios de la acción del ser humano, pero no industrias líticas ni restos humanos. El País 6 de febrero de 1985) próxima al Llano del Beal, se han encontrado restos óseos de un primitivo Homo Erectus de una edad relativa de 1,4 millones de años; los restos más significativos de la Cueva Victoria son pequeños fósiles que el profesor Gibert identificó como restos humanos y que dató en 1.400.000 años, contemporáneos a los del hombre de Orce del yacimiento paleontológico de Venta Micena, provincia de Granada.
Esta hipótesis fue bastante contestada entre los paleontólogos y fue objeto de un intenso debate. La humanidad de dichos restos, al igual que los de Venta Micena, no ha sido todavía globalmente aceptada por la comunidad científica.
De confirmarse que fueran restos humanos los fósiles de cueva Victoria, junto con los de Venta Micena corresponderían probablemente a Homo habilis, y serían quizás los primeros humanos que pasaron el estrecho de Gibraltar y colonizaron Europa.
Hasta hace poco, los arqueólogos databan la aparición del hombre en Europa en torno a los 500.000 y 600.000 años. Pensaban que se agrupaba en pequeñas hordas de cazadores pertenecientes a una variedad del Homo erectus. El volumen de su cerebro oscilaba entre 800 y 1.250 centímetros cúbicos. Esto lo sitúa dentro del rango inferior del ser humano, cuya dispersión actual oscila entre los 700 y 2.200 c.c. No obstante, muchas personas que viven en la actualidad, como los pigmeos y otras etnias, poseen el mismo volumen craneal que Homo erectus. También las hay que presentan prominentes arcos superciliares como los aborígenes australianos y, a pesar de ello, son auténticos seres humanos capaces de desarrollar los mismos niveles intelectuales que cualquier otro grupo humano. La neurobiología ha demostrado que la forma del cráneo o el tamaño del cerebro en los seres humanos no están necesariamente relacionados con la capacidad intelectual. Muchos esqueletos atribuidos a esta especie son idénticos a los de los hombres actuales, como el del niño de Turkana, que fue encontrado cerca del lago Turkana en Kenya, según Antonio Cruz, doctor en Biología. Los restos del Paleolítico Inferior en la península ibérica eran muy escasos, aunque se habían encontrado piedras talladas de unos 500.000 años de antigüedad. Sin embargo, los últimos descubrimientos realizados en la Sierra de Atapuerca, cercana a Burgos, han cambiado totalmente los esquemas establecidos. En el año 1994, en una prospección en la sima llamada Gran Dolina, aparecieron los restos de uno de los homínidos más antiguos hallados en Europa, cuya datación se sitúa en torno a los 780.000 años.

Los componentes del equipo de investigación de Atapuerca, una vez analizadas las características de los restos encontrados, llegaron a la conclusión de que era una especie de homínido distinta a la del Homo erectus, más avanzada y con una capacidad craneal cercana a los 1.000 centímetros cúbicos. Gracias a ellos han propuesto una nueva hipótesis de la evolución de la especie. Los pobladores de Atapuerca corresponderían al denominado Homo antecessor, un eslabón intermedio entre el Homo erectus y las dos especies que, a partir del Pleistoceno Medio, se expandieron por Asia y Europa, el Homo neanderthalensis (La capacidad cerebral, a menudo por encima de los 1400 centímetros cúbicos, gran capacidad craneal —1550 cm³—. era superior a la media de los seres humanos actuales, que es de 1350 centímetros cúbicos) y el Homo sapiens (homo sapiens (hombre con capacidad de saber), con una capacidad craneana de 1.400-1.450 cm3. Su gran descubrimiento fue conocer la fabricación del fuego. Empezó a existir hace 150.000 años.

Desde entonces y hasta la aparición del Homo sapiens neanderthalensis van a transcurrir varios cientos de miles de años.
Los primeros indicios del Hombre de Neanderthal en el Campo de Cartagena se remontan a los hallados en las Cueva Bermeja de Cartagena y la Cueva de los Aviones en la dársena de Cartagena y a los fragmentos óseos de varios hombres de Neanderthal en una de las simas del Cabezo Gordo de San Javier, que según los indicios son de época Musteriense, es decir, de entre 100.000 y 35.000 años.
La Sima de las Palomas del Cabezo Gordo es de extraordinaria importancia para el estudio de la Evolución Humana porque ha proporcionado más fósiles del Hombre de Neanderthal, que cualquier otro yacimiento del arco mediterráneo español. En las excavaciones realizadas en este asentamiento prehistórico del litoral murciano, descubierto en 1991, se han hallado unos 120 huesos y dientes correspondientes a ocho individuos al menos de Homo sapiens neanderthalensis.
Esta especie humana fósil habitaba Europa hasta hace 30.000 años, cuando fue sustituida por el Homo sapiens sapiens, que provenía de África ya con conformación moderna. Los Neanderthales habían evolucionado en Europa, y entre sus precursores estuvieron aquellos seres humanos extintos que hace 300.000 años dejaron sus restos en otra sima, la Sima de los Huesos, en la cueva burgalesa de Atapuerca, y que han sido designados como Homo heidelbergensis, es decir, los pre-Neanderthales.
Los Neanderthales de la Sima de las Palomas del Cabezo Gordo pertenecen al periodo del Pleistoceno Superior, hace entre 150.000 y 300.000 años, y aparecen junto con los típicos utensilios paleolíticos de sílex y muchos huesos quemados procedentes de la caza.
PATROCINIO Y COLABORACION
- Ministerio de Ciencia y Tecnología: Proyecto de investigación BS2002-02375.
- Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, Consejería de Educación y Cultura, Dirección General de Cultura, Instituto de Patrimonio Histórico.
- Ayuntamiento de Torre-Pacheco.
- Universidad de Murcia, Facultad de Biología, Departamento de Zoología y Antropología Física, Área de Antropología Física.
Página Web: http://www.um.es/antropfisica - Universidad de Oxford, Departamento de Física, “Research Laboratory for Archaeology and the History of Art”.
- Ministerio da Ciencia e da Tecnología de Portugal, Instituto Tecnológico e Nuclear, Departamento de Química.
COMPOSICION DEL EQUIPO DE EXCAVACION
– Director: Prof. Dr. D. Michael Walker (paleoantropólogo y prehistoriador, además de médico y fisiólogo).
– Codirector: Dr. D. Joseph Gisbert Clols, Instituto Paleontológico “Dr. M. Crusafont” de la Excma. Diputació de Barcelona en Sabadell.
– Profesores, licenciados, alumnos y personal de Murcia.
– Normalmente colaboran en las excavaciones unas 15 personas extranjeras.

El Homo Sapiens Sapiens (con una media de capacidad craneal de 1.350 cm3 ), irrumpe en esta área hace uno 35.000 años y los yacimientos en los que se han encontrado restos de su existencia son: San Ginés de la Jara a 2 Km. del Mar Menor, de una ocupación transitoria, al aire libre y bajo tiendas o cabañas en unos 18 m2; al parecer, según los arqueólogos, se trataba de un campamento estacional de cazadores-recolectores de inicio del Paleolítico Superior, y la Cueva del Caballo en las cercanías de Isla Plana, de una superficie de unos 40 m2 y con una ocupación de 7-8 personas; si tenemos en cuenta que en el entorno de esta cueva se han encontrado abrigos en los que también existieron personas, los habitantes podrían ascender a unos 30 individuos. Es necesario resaltar que en las montañas del litoral de Cartagena existen varias estaciones de esta época, como son la Cueva de los Mejillones (Los Belones), las cuevas de la Cola del Caballo en Portman y, entre otros, los abrigos de Los Dentoles en Calblanque. Todo ello nos hace pensar, que a una media de 20 individuos por cueva o abrigo la población en el Paleolítico Superior de la costa montañosa de la Sierra de Cartagena podría ascender a ¿100-150? personas. Esta apreciación debe ser corroborada por la investigación arqueológica. Hacia el interior de la gran llanada del campo de Cartagena, en el momento presente y a la espera de los trabajos de arqueología, al parecer debió estar muy poco poblado (por el momento no haya restos de yacimientos), es posible que hubiera alguna incursión en busca de alimentos de frutos silvestres.

Los lentos cambios sociales y económicos en los poblamientos de cazadores y recolectores como indica Miguel Martínez Andréu (1996) se produjeron entre el XII y el V milenio a. de. C.; este tránsito largo corresponde a una etapa conocida como Mesolítico, en el que el número de habitantes debió ser similar al anterior o con un lento incremento, ya que la mortalidad en estas condiciones de vida tuvo que ser muy alta al igual que la etapa precedente, si bien no tenemos datos suficientes para afirmarlo categóricamente, pero las condiciones de vida de estos pueblos de cazadores y recolectores no eran extraordinariamente favorables sino al contrario y si a ello unimos la aridez del clima no es extraño pensar que la esperanza de vida fuera muy baja.
Siguiendo a Miguel Martínez Andréu (1996), a finales del IV milenio a. de C. se inicia en la comarca del Campo de Cartagena la aparición de los primeros poblados con cierta entidad, la domesticación de animales, la cerámica, las herramientas agrarias, la sedentarización; es decir, el paso de la sociedad de cazadores-recolectores a una sociedad productora, pero no de golpe sino a través de un período de transición y adaptación; estamos en los comienzos del Neolítico en el que quedan, como es lógico, vestigios y manifestaciones paleolíticas, así en la Cueva de los Pájaros en las montañas cercanas a Cabo de Palos los únicos restos neolíticos es la cerámica; se trata de un abrigo en el que “habitaron” pocos individuos, al igual que en la Cueva de los Mejillones en las proximidades de Los Belones.

El mismo autor indica que “los primeros asentamientos estables que conocemos en Cartagena y que pueden calificarse de neolíticos los encontramos en los yacimientos de Las Amoladeras (Cabo de Palos)

Calblanque y Cerro de San Joaquín (El Gorguel)”, aunque según los arqueólogos (García del Toro, 1986) estos yacimientos, sobre todo los dos primeros, debieron ser meros campamentos estacionales de larga duración asentados en chozas o cabañas sin cimientos y su número de habitantes opinamos que reducido. El caso del Cerro de San Joaquín, próximo a Portman, podría ser el poblado neolítico más antiguo de la comarca a base de chozas en los que se observan ya cimientos (Martínez Andréu, 1996).
Si bien fuera del entorno de lo que denominamos Campo de Cartagena, se encuentra el yacimiento de El Cabezo del Plomo en Mazarrón, que según A.M. Muñoz Amilibia (1986) plenamente neolítico de unos 3.000 años a. de C., a base de chozas de unos 4 m de diámetro con cimientos de piedra y una especie de cubierta de adobe en la parte superior; el poblado está amurallado o fortificado con algunas posibles torres de vigilancia. Por los restos encontrados parece ser el primer poblado de campesinos-agricultores-ganaderos que completaban su dieta alimenticia con caza, pesca y mariscos. Un hecho muy importante es el hallazgo de una necrópolis con cámara sepulcral rodeada de un túmulo. Los restos humanos encontrados son de varios individuos; se trata de un enterramiento colectivo con previa incineración de los cadáveres antes de enterrarlos. Los restos de 4 chozas (casas) nos indican que en este poblado pudo haber unos 30-40 habitantes, y por extrapolación al Campo de Cartagena, suponiendo que se encuentren otros poblados neolíticos de similares características, el número de habitantes aproximados podría oscilar entre ¿250-500?; esto nos podría indicar que hubo una importante natalidad aunque, como decíamos antes, la mortalidad debió ser alta por lo que el crecimiento vegetativo no fue excesivo. No obstante, estamos a la espera de nuevos descubrimientos arqueológicos que puedan corroborarlo.
En el III milenio a. de C. la incipiente irrigación de campos, el control del agua, la demanda de minerales para la metalurgia, la mejora alimenticia tras la domesticación de animales (ganadería) y la puesta en funcionamiento de una agricultura primitiva y rudimentaria, permitió alimentar más número de personas lo que produjo, lógicamente, un crecimiento demográfico en todo el sureste peninsular y por extensión en el Campo de Cartagena.

Como consecuencia de la intensa explotación minera del litoral cartagenero y el incremento de la construcción en Cartagena en época romana, las excavaciones arqueológicas no han hallado restos abundantes de la Edad del Bronce y de la Cultura del Argar tan desarrollada en el sureste excepto en el Cabezo de la Cruz (La Aljorra) y el la Cala del Pino en la Manga; hemos de suponer que, aunque el área del Campo de Cartagena paulatinamente fue convirtiéndose en asentamientos agropecuarios durante el Neolítico, en las etapas del Bronce y Argar debió existir un cierto incremento de la población, a pesar de que el mapa de las áreas de poblamiento argárico de Murcia y zonas limítrofes de J. J. Eiroa (1989) deje una laguna de asentamientos en el Campo de Cartagena, probablemente por lo indicado más arriba.
Durante las etapas del Bronce y hasta la Cultura Ibérica, según Miguel Martín Camino (1996), el área del Campo de Cartagena pareció quedar excluida de los acontecimientos históricos de la Región de Murcia señalando como factores de tal exclusión la falta de yacimientos, por tanto la escasez de documentación arqueológica, la aridez del clima y el estar cerrado por barreras orográficas que impedían el acercamiento y contacto entre asentamientos de población. La población autóctona de este entorno a finales del siglo VII e inicios del VI a. de C. tuvo contacto con los colonos fenicios como atestiguan los restos arqueológicos hallados en el yacimiento de Bajo de la Campana, en el fondo marino cercano a Isla Grosa.

La transición a la Cultura Ibérica es mal conocida por la carencia de documentación arqueológica, pero la iberización se desarrolló entre los siglos V y III a. de C. conociéndose un descenso en las relaciones comerciales con las colonias fenicias de Andalucía. Siguiendo al mismo autor la plena fase de expansión de la cultura ibérica se desarrolló en el poblado de Los Nietos y en la misma Cartagena con la explotación del plomo y plata, y en el siglo IV a. de C. en el área de Cala Reona cerca de Cabo de Palos.

En cuanto al poblado de Los Nietos la arqueología nos deja dos hechos importantes: el poblado se asentó sobre unos 20.000 m2 y el hallazgo de una necrópolis de unas 200 tumbas excavadas, lo que permite afirmar que el volumen de población se incrementó durante este período histórico. Lo mismo ocurre con la ciudad de Cartagena en la que se han encontrado numerosos restos ibéricos en distintas partes del casco urbano, lo que permite asegurar que el volumen de población de la ciudad debió ser importante, y que los asentamientos de Los Nietos y Cala Reona dependían de Cartagena. Es posible que la ciudad de Cartagena tuviera unos ¿1000-2000? habitantes y que el conjunto del Campo de Cartagena sobrepasase los ¿3.000?; evidentemente estas cifras son deductivas y están a expensas de nuevos hallazgos de yacimientos ibéricos en el área.
Siguiendo a Miguel Martín Camino (1996), “aunque la fecha de la fundación de Cartagena puede ofrecer ciertas discrepancias según los distintos autores modernos- siempre en torno al último tercio del siglo III a. de C., alrededor del año 227 a. de C.-, este acontecimiento atribuido a Asdrúbal “el Bello”, yerno de Amílcar y cuñado de Aníbal, puede enmarcarse plenamente en ese proyecto de conquista de los Barquídas y en el cual se trasladaron a la Península prácticas de la civilización helenística”. Es el momento de la fundación de Kart-Hadast, probablemente sobre Mastia Tarseión, auténtico centro urbano de la Región de Murcia.

Cartagena se convierte, así, en base militar, granero, arsenal, depósito de la plata extraída de las minas, custodia y refugio de botines de los cartagineses. No vamos a relatar todos los restos arqueológicos cartagineses de la ciudad, pues no es el propósito de este trabajo, sino tan sólo citar la muralla de unos 4 Km., situada en el actual casco antiguo de la ciudad, lo que indica su gran extensión y el número de habitantes que debió albergar, que según historiadores contemporáneos cifraban la población en unos 40.000 personas, cifra quizás excesiva para Miguel Martín Camino (1996) si se utilizan las fuentes antiguas (Polibio, T. Livio) como lo ha hecho el autor, las cuales indican que cuando Roma toma Cartagena se hicieron entre 10.000 y 25.000 prisioneros. Sea como fuere, Cartagena púnica debió atraer a importante población indígena que como señala el mismo autor se dedicaron al amparo de la ciudad a las “explotaciones mineras, conservas y salazones de pescado, actividades agrícolas, construcción naval, artesanado, etc., sin olvidar la incorporación de indígenas a los ejércitos púnicos como mercenarios, cuestión que queda bien recogida en las distintas fuentes escritas antiguas. En otro orden de cosas, todos estos aspectos pudieron incidir en el gradual debilitamiento o crisis de poblamiento que a partir de esos momentos se observa en la mayoría de los núcleos indígenas, quizás, seducidos por el gran dinamismo que existió en la ciudad y que debió atraer a un buen número de habitantes autóctonos de las áreas geográficas limítrofes”. Cartagena se convierte, pues, en el gran referente de la mayoría de la población del Campo de Cartagena en aquel entonces, por lo que creemos que el total de población del área de estudio superó los 40.000 habitantes, cifra muy importante para la época.

El esparto tuvo una importante repercusión en la economía murciana durante la época romana.
Se empleaba en la fabricación de cuerdas para barcos, calzado, cestos y vestidos, usados por los mineros en canteras y minas.
Para satisfacer todos estos usos existía un campo de cultivo de más de 6.500 km2 en la zona costera de Cartagena, llamado Campus Spartarius
Tras la conquista de Cartagena púnica por Roma, sobre el año ¿210? a. de C. y el asentamiento de los romanos en la ciudad, se inicia una fase de explotación del medio sobre todo en lo que se refiere a la explotación minera que motiva que en el territorio próximo a Cartago-Nova se levantaran numerosos establecimientos – villae – en torno a la Sierra Minera y que junto a otras actividades agrícolas, salazones, etc., reflejan una densa ocupación del territorio, así surge el poblado minero del Cabezo Agudo, o los que se forman en la Sierra Minera de La Unión-Cartagena; por otro lado, son importantes los poblamientos de El Castillet (Cabo de Palos), Mina Balsa, Los Ruices, Villa de Paturro (Portman) y más poblados que fuero aumentando la población de la Zona del Campo de Cartagena. Estos asentamientos son, según los historiadores, de la segunda mitad del siglo II a. de C.

Teniendo en cuenta que el Teatro romano de Cartago-Nova tenía una capacidad de 7.000 espectadores, y que el Anfiteatro tenía un aforo de 11.000 personas y que en las minas de Cartago-Nova trabajaban 40.000 obreros (Martín Camino, 1996), no es aventurado pensar que la ciudad de Cartagena y su entorno superar los 70.000 habitantes, y si tenemos en cuenta, como señala Tomás Franco Aliaga (2004) que “no existen datos fidedignos sobre el volumen de la población española en la Edad Antigua, pero los historiadores han suplido esta penuria informativa con extrapolaciones y conjeturas a partir de referencias locales contrastadas, como los datos aportados por Plinio el Viejo… De su testimonio, cotejado con otras fuentes, los estudiosos concluyen que nuestros efectivos humanos (España) durante los siglos I y II alcanzarían la cifra de 6 millones de personas, lo que equivale a una densidad de 10 h/km2… mientras que en la fachada levantina la densidad duplicaba la media”, por ello es posible que la población del Campo de Cartagena fuera superior a 70.000 habitantes.

BIBLIOGRAFÍA
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ZAMORA ZAMORA, Mª CARMEN: Aprovechamientos forestales en la Comarca del Campo de Cartagena durante la Edad Media. Scripta Nova.
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788]
Nº13, 9 de diciembre de 1997
ZAMORA ZAMORA, M. C. Cómo se construye un desierto. Aprovechamientos tradicionales de los montes en la comarca del Campo de Cartagena. Tesis Doctoral dirigida por el Dr. Francisco Calvo García-Tornel. Universidad de Murcia, 1996, 2 tomos. 663 p.