El afrontar serenamente la decisión de la Sección Segunda de la Audiencia de Navarra al dejar en libertad provisional a los integrantes del grupo conocido como “la manada”, a la espera de que el caso llegue al Tribunal Superior de Justicia de Navarra. Hasta entonces, previo pago de una fianza de 6.000€, esta decisión no podría descontextualizarse del conjunto de discutibles decisiones judiciales. La apariencia de interferir en esas decisiones materias que, sin temor a equivocarnos, contienen visiones religiosas o contaminadas de servidumbres que deberían seguirse y, en definitiva para bien del conjunto ciudadano, corregirse. Lo contrario es un estado de alarma social inaceptable en estos tiempos de igualdad. Esto, a pesar de los fundamentalismos y patriarcados de la caverna del régimen que aún defienden que los hombres tienen el derecho a forzar y la mujer a someterse.
En tiempos cercanos a la Transición, era frecuente escuchar que la mujer debía acceder a los deseos de su pareja. El placer parecía no pertenecerles. Eran épocas en las que las iniciaciones sexuales masculinas se concretaban en prostíbulos o, no lo olvidemos, ejerciendo el poder de una clase dominante sobre los, para ellos, inferiores. No entiendo a esta gente. Debería sorprendernos que no hubiesen impuesto la ablación del clítoris. Porque su visión de lo femenino sólo deja evidencia en todas estas décadas un complejo de inferioridad frente a la potencia de la mujer. Estas gentes se sienten inseguras. Desconocen lo hermoso del juego amoroso en un plano de igualdad. Porque el límite siempre es un derecho de lo femenino. El No es No. En definitiva los hombres invadimos su cuerpo. El consentimiento es inapelable. Aún en lo gestual. La entrega es el tesoro que una mujer ofrece a su amante.
Una sociedad que prestigia a la prostitución como método de satisfacción sexual carece de la comprensión de la verdadera esencia de las relaciones físicas entre hombres y mujeres. Aunque en otras columnas podríamos hablar de otras opciones, esa magistratura comete el error de limitar la actividad sexual a la función reproductiva. Esos jueces no aceptan que las violaciones tienen bastante menos que ver con lo físico que con lo emocional. Una Justicia que no valora la entrega de una mujer. Que no trata los episodios de violencia sexual desde la libertad femenina de dar o quitar. No hace más que limitar su enfoque a lo físico, convirtiendo su interpretación de los hechos en una cosificación del cuerpo de la mujer. Si actúa así, es una justicia prostibularia.
Entonces tenemos que concluir que estos jueces no saben amar. Este sólo antecedente debería inhabilitarlos.