Lobos vestidos de ovejas
Fuente: http://www.lanoticia.hn/

Cuando estaba por terminar mis estudios secundarios estaba indecisa acerca de lo que me gustaría continuar. Pensaba en los nùmeros, leyes, la administraciòn aduanera, una de las novedades en aquel momento. Poco a poco excluí  cada una y al final me decidí por iniciar contaduría pública, que luego de varios intentos por superar las primeras matemáticas la descarté completamente.

Hubo un momento en el que me sentí atraída por la carrera militar, que en aquel momento era exclusiva a los hombres.  No me era indiferente el mundo de las armas, aunque sí ahora escapo lo más lejos que puedo no solo de las armas sino de quienes las utilizan.

Era la década de los 80’, el pop rock estremecía al ritmo de U2, Madonna, Michael Jakson, Bryan Adams, y tantos otros cuyos éxitos se inmortalizaron. Obviamente los jovenes vivíamos inmersos en ese ambiente, lejos de la vida política del país, indiferentes a los cambios que se suscitaban. Y mientras nosotros nos divertíamos, muchos hondureños defensores de un pensamiento de izquierda, eran sacados abruptamente de sus hogares desconociéndose su final, dejando una estela de dolor en el seno familiar y una huella imborrable en la sociedad consciente que los cambios son necesarios, y que el respeto a los derechos ciudadanos es el pilar de una nación.

Pero para mi al igual que un grupo de amigos ese no era un tema que nos interesara, envueltos en el ambiente musical el fin de semana la cita era siempre la misma: la discoteca, que cerraba sus puertas a las 2:00 de la mañana, encaminando luego nuestros pasos hacia mi casa, que no distaba mucho de la discoteca. Y si por casualidad nos encontrábamos a un agente de la policía nos hacía sentir aún más seguro nuestro regreso al hogar.

Obviamente, los rumores negativos a baja voz sobre el actuar de las fuerzas del orden, específicamente del ejército en quien descansa la defensa de la soberanía país, circundaban el ambiente, sin embargo, en mi caso personal,no obstante todo,  si hubiese tenido la oportunidad de ingresar en las fuerzas militares lo habría hecho voluntaria y conscientemente. Yo mantenía aún la imagen de respeto que significaba pertenecer a las fuerzas del orden. Bastaba ver un uniformado para sentir que la situación estaba bajo control o al menos es lo que yo quise ceer.

Muy diferente a lo que se vive hoy en día. Recientemente uno de los periódicos de mi país publicó una serie de reportajes en donde se involucra a altos miembros de la policía en el asesinato de un ex compañero del mismo rango. El motivo, aunque si no es de restar importancia, no es lo que me motivó a tratar este tema. Lo es el hecho de la metamorfosis negativa que ha sufrido una institución creada por el Estado, para apoyarlo en cuanto a seguridad ciudadana se refiere.

Me es difícil creer que esto suceda en mi país, ya convulsionado con tantas situaciones negativas, se sume una más. Altos miembros de esta institución involucrada en delitos, que durante mi adolescencia los cometían personas comunes, sin ningúna instrucción académica o sin valor moral.

Pensar que alguien en quien el Estado ha invertido para su formación educativa en pro de la protección de los ciudadanos se transforme en un delincuente común, no es simple de digerir. ¿Dónde están los valores que sus padres en primera instancia les inculcaron, que la escuela les fomentó y que su formación policial les indicó a seguir? La sociedad solo pide protección, un derecho que le corresponde, obivamente en un estado democrático.

Para mi es inadmisible que un miembro de una institución militar o policial se preste a irrespetar los valores por los que llegó a formar parte de la misma, faltando al juramento que prometió respetar en beneficio de la sociedad en general.

No pretendo ser moralista, y mucho menos creer que el mundo debe continuar como hace dos o tres décadas, pero no puedo concebir el hecho que los cambios suscitados entre estos miembros, hoy en día a la espera de un juicio y obviamente una condena, pasen de aprehender a un delincuente a ser aprehendidos como un delincuente. Pensaba que esto solo sucedía en las series televisivas que tanto me gustan. Lastimoso que aún esto forme parte de la realidad de mi país, cansado de tanta injusticia, ahora se enfrente a una situación en la que ni siquiera de un portador de un uniforme policial se sienta protegido. Y sin ser extremista, se sienta inseguro frente a un delincuente común como de un agente policial. Generalizar no es positivo, pero, si en este momento miembros de alto rango esperan ser enjuiciados, ¿qué cosa se puede pensar del resto de la institución?

No es sencillo limpiar una imagen, cuando se la ha empañado a un punto de no saber distinguir entre una sombra y una figura real. Será un trabajo árduo para las actuales autoridades, y lo será aún más para la población en general, que a este punto se encuentra entre dos bandos: delincuentes Vs agentes policiales. Y como en el cuento de la caperucita roja ignore cuando se encuentre frente a uno o el otro.

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