Lecciones de vida

Caminar es uno de los ejercicios que ayuda a fortalecer y tonificar el sistema oseo, es bueno para el corazón, mantener una óptima condición física, prevenir enfermedades, mejorar el estado de animo, entre otros efectos positivos. Si se hace sistemáticamente al menos por treinta minutos diarios es excelente y los resultados permanecen con el tiempo.

Luego de una pausa obligada, poco a poco realizo nuevamente las actividades que más disfruto. Caminar es una de ellas. Me levanto temprano y camino seis kilómetros. Durante mi caminata por un carril de bicicleta, creo que la llaman asi en España, normalmente encuentro a las mismas personas. Algunas de ellas serias, no responden ni siquiera el buenos dias que yo por costumbre lo uso.

Decia mi abuela, “la educación comienza en casa”,se saluda siempre aunque si no se conoce a la persona”,saludar demuestra tu educación”. Y claro, trato de seguir sus consejos aunque si estoy lejos de la tierra en donde nací. No obstante algunas veces me es imposible hacerlo. Por ejemplo, cuando veo el rostro de ciertas personas, que traducido sería algo así como, meterse los guantes de box y desear golpear al mundo entero. Algunos dan la impresión que sostienen el globo terráqueo sobre sus espaldas, no tanto por la forma de caminar, sino por su expresión, como si les faltara el aire para respirar. Otras caminan con el ceño fruncido, preocupados, pensativos, enojados. Contrario a los que lo hacen completamente relajados disfrutando del ejercicio.

Y está ese señor de unos ochenta años que me encuentro regularmente todas las mañanas, y del que aún no se su nombre. Pequeño de estatura, contextura media, con su caminar lento. Viste unos bermudas oscuros, camiseta blanca sin magas, sandalias adaptas para su paseo, siempre con su expresión relajada…en paz. Con una sonrisa y un saludo listos para todos los que encuentra a su paso. “Buongiorno tutto il giorno”, traducido: buenos dias todo el día. La primera vez que me saludó me pareció divertido y original, y obviamente le respondí el saludo con una sonrisa. Algunas veces salgo más temprano de lo abitual a caminar y no lo veo. Pero, honestamente me hace falta su saludo matutino. No se encuentra todos los días a una persona agradable dispuesta a regalarte una sonrisa cada vez que lo miras.

Es de esas personas que te donan lo mejor de sí, en medio de una sonrisa acompañada de una luz de esperanza, que bien pudiera traducirse en un deseo de continuar adelante no obstante las circunstancias, los problemas diarios, el vaiven político, la economía que cada día empeora, el aumento de precios, las guerras, o la partida de alguien sin retorno.

En una ocasión durante el curso de español que imparto a personas adultas, comenté el saludo particular de este agradable señor, y resultó que es hermano de una de mis alumnas.

Uno día mientras caminaba me detuvo, me miró fijamente a través de sus lentes transparentes y con voz tremante me pregunto: disculpe ¿cómo se llama? Le respondí: Lesly, soy la enseñante de español de su hermana, agregue para atraer un poco más su atención. “Mucho gusto”, me dijo. Esta escena se repitió por algunos dias, hasta que recientemente me detuvo y con su abitual sonrisa me saludo pronunciando mi nombre:” buenos dias Lesly”. Me causo una inmensa alegría que se recordara por primera vez mi nombre. Luego me dijo: “tome un hoja de papel, la doblé, escribí su nombre y lo repetí, en modo de no olvidarlo”. Me faltan las palabras para expresar la satisfacción que me causó su corto diálogo.

Desconozco sus problemas de salud, pero su mente y su corazón funcionan perfectamente. Su caminar lento pero seguro cada mañana, me motivan a continuar adelante, no obstante el dolor que aún se anida dentro de mi. Mañana es mi turno de saber su nombre.

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