Las peras del olmo. El capitán Alatriste (Arturo Pérez Reverte)

                         «No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente»

Las peras del olmo. El capitán Alatriste (Arturo Pérez Reverte)

Pérez Reverte me recuerda a Larry Bird. Para los menos talluditos, Larry Bird fue un mítico jugador de la NBA, de los Boston Celtics, del que se decía que no era el más alto, ni el más guapo, ni el más rápido, pero era el mejor.

A mi con Reverte me pasa lo mismo, si le coges por partes los hay que manejan mejor el lenguaje, que ensamblan mejor los episodios, que profundizan más en los personajes… pero amigo, es que nadie o casi nadie cuenta historias mejor que él.

Con ese estilo canallesco y casi chulesco (nos pongamos como nos pongamos solemos escribir como somos) escribe con la mezcla del enamorado de Stevenson y Conrad, que junto a ese afilado pesimismo del guerrillero que se caga en todo por lo que va a dar la vida, le convierten en el tusitala (contador de historias) patrio por excelencia.

El otro día me puse con el capitán Alatriste y me lo leí del tirón. Me imagino mirando a los ojos de su hija Carlota y diciéndola: “anda deja el libro de historia que lo del Siglo de Oro mejor te lo cuento yo” y metiéndose en el despacho, en el velero, o dondequiera que escriba, farfullando: “hay que joderse conla LOGSE o como coño se llame este mes” mientras desenvaina la pluma para ajusticiar folios como un poseso.

Somos lo que somos porque somos lo que fuimos.

Aquella España que empezaba a renquear, de soldados mendigos que dieron fortuna e imperio a esta España ingrata. Una España de soldados orgullosos e indisciplinados que todo el mundo quería tener a su lado cuando las cosas se ponían feas, de poetas deslenguados y espadachines, de enemigos íntimos, de reyes indolentes, validos hastiados, funcionarios trepas y de inquisidores implacables.

Una España doliente que nos dejó los sonetos de Quevedo, los cuadros de Velázquez o los orígenes de la comedia nueva de Lope, parece que debiera justificarse por si sola, pero no deja de ser un triste consuelo de una España empobrecida de poderes fácticos, resortes cansinos y demoledores, latifundios improductivos y dañinos, nobles pagados de sí mismos de título, boina y escopeta, que emprender lo que se dice emprender sólo emprenden cacerías mientras ingleses y holandeses innovan y se hacen con el comercio y la economía del mundo.

Una España de bravucones, de crítica mordaz y pasajera, una España brillante e inconstante, de honor para las pequeñas cosas y de dejadez para las grandes empresas, una España de burocracia monstruosa y cansina embarazada de conseguidotes. Un gigante de pies de barro y plomo al que le muerden los tobillos. Así que claro, claro que somos hijos del Siglo de Oro. Una España de buscavidas en la que en el fondo la mayoría más que cambiar las cosas quiere entrar en los corrales ya construidos.

Hay que leer a Reverte para saber porqué somos como somos, de donde venimos y porqué vamos como vamos, pero sobre todo hay que leerle porque uno aprende mucho como nos gusta aprender, contándonos historias de estas Españas nuestras que tanto criticamos porque no podemos vivir sin ellas.

2 Comentarios

  1. Excelente comentario, comparto todo lo que dices no será el mejor escritor, pero si el mejor contador de historias. Espero que hayas leído El Asedio y Hombres buenos.

    Una completa documentación, es creo el único que lo hace con tanta precisión.

  2. Magnifico articulo, es quizá como dices el mejor contador de historias.
    Se documenta de manera extraordinaria.

    Imagino que habrás leído El asedio y Hombres buenos, dos prodigios de documentacióm

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