El término opacidad, que deriva de la lengua latina “opacitas”, está vinculado a la propiedad de los materiales que bloquean gran parte de la luminosidad. Convengamos que la democracia o es luz o no es. Por ello, todo lo que impida la transparencia, es una merma en la calidad del sistema. Una de las acepciones de “opacidad” se refiere a la falta de claridad en el ejercicio de la gestión o funciones públicas. Es un desorden democrático o, lo que es lo mismo, una alteración del orden más allá de formalismos o apelaciones a la libertad.
El mejor ejemplo de prácticas de este tipo es la opacidad de las intenciones de pactos post electorales. Porque, convengamos, no se puede ser medio virgen, ni medio socialista ni un poco progresista. En ese aspecto es de reconocer que el PP está dejando claro cuáles son sus intenciones: profundizar el modelo privatizador, desmontar los estantes que quedan de la sanidad, la educación, la dependencia y el sistema de pensiones. Los cuatro pilares proclamados por el socialismo de José Luís Rodriguez Zapatero, antes de producir los recortes de su segunda legislatura.
El otro ejemplo, es la discrecionalidad comunicativa de algunos temas. Como los Paraísos Fiscales y los entresijos de los #PanamaPapers. Fue necesaria una divulgación masiva, para que el gran público se informase de lo que muchos ya conocían acerca de las entidades financieras del país y de su intermediación en la gestión patrimonial de patriotas de derechas y de izquierdas, o eso decían.
También debemos referirnos al Transatlantic Trade and Investment Partnership, más conocido como TTIP. Este, que es más que un acuerdo de libre comercio por sus implicancias para todos los ciudadanos europeos, inicia su negociación a principios del año 2013. ¿Lo sabía? Opacidad de la Comisión Europea. Porque, veamos, la Comisión es el órgano encargado de proponer nuevas normas, después serán el Parlamento y el Consejo quienes las adopten. Posteriormente, la Comisión Europea y los Estados Miembros las aplicarán, la última función de la Comisión es velar por su cumplimiento. Pero, la Comisión, como principal órgano negociador y organizador de la política comercial de la UE, durante las negociaciones del TTIP teniendo el poder de consultar, tanto al Parlamento como a los distintos agentes sociales y económicos, sólo se ha reunido más de un 80% de las veces con los representantes de grandes empresas (lobbistas) y sólo un 10% con representantes de la sociedad civil. Como se ve, negociaciones opacas. Gracias a Greenpeace, hace poco que el gran público ya conoce que el TTIP gira en torno a tres pilares. Uno, la eliminación de las barreras arancelarias actuales y como consecuencia la liberalización del mercado. Otro, la limitación de la libre competencia entre los mercados y, el tercero, y mucho más lesivo para los intereses de protección jurídica soberana, un conjunto de reglas globales destinadas a armonizar y compatibilizar legislaciones. Este último, con organismos arbitrales supranacionales.
En aras a contribuir a la opacidad, el equipo negociador de la UE accedió a publicar todos sus documentos con posición definida y a habilitar habitaciones restringidas, “cámaras oscuras”, en Bruselas y en el resto de capitales para que eurodiputados, diputados nacionales y Gobiernos consultasen documentos restringidos. Sólo pretextos.
Me pregunto si los lectores comprenden el alcance de esta perversión del sistema democrático. Estamos gobernados por lobistas. Las denominadas “puertas giratorias” son ocupadas por personas cuya función es mantener “fluidos” canales de comunicación entre las corporaciones y los legisladores que puedan afectar a sus intereses. De sus labores tenemos un repertorio de normas que atienden a “privatizar el sol”, por ejemplo.
Toda la opacidad en las intenciones de los candidatos. Las denuncias y pruebas acerca de complicidades entre integrantes de la judicatura y grupos económicos, o mediante sus fundaciones, foros o similares. Los legisladores que se permitieron incurrir en “conflicto de intereses” cuando votaron en la cámara o actuaron como asesores de empresas o corporaciones. Qué decir de los partidos que se encuentran agobiados por deudas con entidades financieras que, a su vez, procuran actividades con beneficio, gracias a decisiones de esos mismos representantes políticos en cargos de gestión de los recursos públicos “redirigidos” a las actividades de sus financiadores. Escuchamos grabaciones vergonzosas en relación a cuestiones como esas.
Toda esa opacidad sólo conduce a la indignación. A esa indignación que tienen las personas honestas de España. A esas víctimas del modelo.
El 26J puede haber una sorpresa y recuperemos calidad democrática.