Me gustaría incitar a la reflexión sobre la expresión acuñada en el mundo, por los medios de comunicación y la clase política, referente al desconfinamiento.
Vaya por delante la confesión de que, obviamente, creo en las conspiraciones. No por nada, Cicerón, hace más de dos mil años, tuvo que enfrentarse a la de Catilina, rival político; no por nada, Julio César, John Fitgeral Kennedy y Martin Luther King fueron asesinados, y no por nada la historia reciente y antigua muestra que, en las altas esferas, conspirar ha resultado tan natural como mentir.
Así pues, enlazando un tema con otro, diré que me parece sospechoso que los medios de comunicación de Occidente entero – y sus gobernantes – convengan ahora en un sustantivo y un adjetivo aparentemente inocentes e inocuos para cualificar lo que, de entrada, debería ser la vuelta al status quo previo a la incidencia del virus corona, es decir, el retorno a la normalidad. Vemos, pues, que no volveremos a la normalidad, pues esta será nueva. Lo que la novedad nos depara, no lo sabemos todavía. En todo caso, nosotros no lo sabemos, pero sí quienes la hayan diseñado.
La ministro de exteriores de España, Arancha González Laya, analiza aquí https://www.expansion.com/economia/2020/01/10/5e185b23e5fdea4d118b45b9.html el nuevo orden mundial derivado de la crisis por el virus corona y lo resume, más o menos, así: sin el nuevo orden mundial (New World Order) nos sumimos en el caos; con él, mantendremos el orden. Topamos con otra fórmula que integra la palabra “nuevo”, aunque esta lleve unas décadas entre nosotros. (Para los que no lo sepan, George Bush padre ya nos informó de la llegada de un nuevo orden mundial, en los años noventa, antes de la caída de las Torres Gemelas). Spain is NOT different, por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario. Seguimos al dictado de algo o alguien que, desde la sombra o el anonimato, quiere que creamos en un caos – sin duda, existe – para el cual necesitamos un orden, diligentemente planeado y suministrado por… ¿los gobiernos? No, señores: atendiendo al artículo de la ministro, por unas reglas mundiales. Así que necesitamos de un gobierno mundial – ¿la ONU, organismo no representativo, ni votado en sufragio universal? – que rija los destinos de la humanidad, pero sin ella.
Uniendo una novedad – la normalidad postvírica – junto con la otra – la del Orden Mundial – sumamos un plan que, por decir algo, me suena a macabro, y es este: aprovechar la miseria económica y el miedo causados por una pandemia, que no es tal, para obligar a los países a someterse al concepto de orden proveniente de quién sabe si la Organización Mundial de la Salud o la ONU.
Desde luego, me resulta imposible de concebir que un porcentaje inferior al uno por ciento de afectados – que no muertos – signifique pandemia de algo (los datos provienen del Diario de Tarragona y se refieren a esta provincia). Si atendiéramos al porcentaje de personas que han pasado miedo, entonces sí que hablaríamos de pandemia, porque llegaríamos sin dificultad a, por decir algo, un 50 %. El responsable del miedo no ha sido el virus. No es necesario decir quién ha sido.
Todo cambio, toda novedad, implica miedo. Si quiero introducir cambios inesperados, necesito neutralizar el miedo. Una estrategia inteligente consiste en realzar el miedo a un agente secundario, para que la población acepte el otro agente, el planeado, el de la puerta de atrás, el que presento como solución.
La nueva normalidad será el nuevo orden mundial, durante un tiempo, hasta que quienes todavía no hayan entendido el mundo en que vivimos dejen de aceptar el miedo como forma de vivir.