En un pequeño pueblo, de no más de cien habitantes, vivía un villano, llamado Reynaldo, que con engaños y astucia había ido comprando las tierras, los comercios y los negocios de sus vecinos, dejándolos en la ruina, de manera que todos dependían de él.

Reynaldo era el dueño de todo el pueblo, las tierras eran suyas, el bar, la tienda de comestibles, el cine, la zapatería…pero había un vecino que se resistía a venderle el negocio, era Fabián, el sastre del pueblo.

Reynaldo le tenía casi arruinado pues cada vez que compraba alimentos o tejidos para hacer la ropa a sus vecinos, le cobraba muy caro.

Fabián tenía una mujer muy buena, que le ayudaba a coser, aunque con frecuencia estaba en cama, no tenía buena salud y los medicamentos que necesitaba eran muy caros.

Fabián y Maria, no tenían hijos, siempre quisieron tenerlos, sobre todo Maria, a la que hubiese gustado tener una hija para que ayudara en la sastrería a Fabián.

Vivían una vida muy humilde, sus vecinos eran pobres, todos servían al señor Reynaldo, que les pagaba muy poco, por lo que tenían solamente dos trajes, uno para la faena y otro para los domingos.

Solamente Reynaldo le encargaba trajes para él y su mujer, pero se los pagaba tarde y mal.

Maria, para ayudar a su marido, hacía muñecas de trapo, con los retales que sobraban de los trajes.

Las vecinas le compraban las muñecas, eran de trapo pero ponía tanto cariño al hacerlas que parecían muy bonitas, de esta manera Maria ayudaba a la escasa economía de su hogar.

Un día, la mujer de Reynaldo fue a la sastrería a encargar una muñeca, le llevó retales caros y le dijo como quería que fuera, el pelo sería largo y muy negro y la tez muy blanca, con un vestido tan brillante que deslumbraria al resto de las muñecas de las demás mujeres.

Maria aceptó el encargo y después de ayudar a su marido en la faena, se pasó toda la noche haciéndole a la señora la muñeca, que fue a recogerla en cuanto amaneció, para regañarle si no la tenía hecha.

Maria le entregó la muñeca que la señora le había encargado, era bonita, tenía el pelo negro y largo pero su cara era demasiado pálida.

La mujer de Reynaldo se enfureció, no le gustó la muñeca, dijo que parecía una niña pálida y enferma como ella, de forma que cogió a la muñeca y en un arrebato la rompió y la tiró al suelo.

Maria entre lágrimas la recogió y la recompuso y al mirarla se dio cuenta que la mujer de Reynaldo tenía razón, la muñeca se parecía a Maria, era delgada, pelo negro y cara pálida, parecía ella cuando era pequeña.

Maria la abrazó y por unos momentos pensó que tenía una hijita y hasta le puso un nombre, Blanca, la muñequita se llamaría Blanca.

Llegadas las fechas de Navidad, Reynaldo invitó a su santo a los hombres más ricos de los pueblos cercanos, era tan vanidoso y estúpido que se hacía llamar Rey, en lugar de Reynaldo y celebraba su santo, el 6 de Enero, el día de los Reyes Magos.

Los ricachones de los pueblos cercanos rechazaron su invitación, eran ricos y poderosos pero no eran tan malvados como él.

Furioso, por verse despreciado, invitó a su fiesta de cumpleaños a todos los vecinos del pueblo, pero estos le dijeron que no tenían un traje adecuado para tan importante ocasión.

Reynaldo se enfadó mucho más y quiso pagar su furia con el pobre sastre, al que dijo, que tenía hasta el día de Reyes para hacer un traje elegante a cada vecino y si no los tenía le quemaría la sastrería y les echaría del pueblo, pero si los terminaba a tiempo, se los pagaría y devolvería los negocios y las tierras, que con engaños les había robado a todos.

Fabián y Maria aceptaron, aunque sabían que coser tantos trajes en tan poco tiempo era imposible, pero si cosían de noche y de día, tal vez lo conseguirían.

Sin pensarlo dos veces, se pusieron a la faena sin descanso, apenas pasaban unos minutos para comer, así pasaron la Navidad, Nochebuena, Nochevieja…pero el primer día de Enero, María desfallece, no podía levantarse, no veía ni el hilo ni la aguja, el agotamiento pudo con ella, así que Fabián, la colocó en la cama, al lado de Blanca y le preparó una buena comida, aún así, María había perdido la vista, no tenía fuerzas para moverse de la cama, pero animó a su esposo a seguir trabajando, Dios les echaría una mano, pensó.

El pobre sastre continuó cosiendo, por dar gusto a su esposa pero sabía que no podía terminar los trajes para el dia de Reyes y sabía que Reynaldo cumpliría su promesa, se quedarían en la calle y su esposa estaba enferma.

Fabián cosió y cosió sin descanso durante varios días y noches, hasta que el cansancio y el agotamiento pudieron con él y se quedó profundamente dormido sin terminar todos los trajes.

El día de Reyes, Maria se despertó, esperando que Fabián le llevara el desayuno, pues seguía muy débil, miró al lado de la cama y su muñeca Blanca, no estaba junto a ella, llamó a su marido, pero nadie contestó, se levantó de la cama y se fue a la sastrería y allí estaban Fabián durmiendo y Blanca cosiendo el último botón del último traje.

Blanca era una niña, la niña que tanto había deseado Maria tener para ayudar a su esposo.

Blanca era como ella, pero no era pálida ni delgada, era una niña sana que estuvo cosiendo mientras sus padres dormían.

Los Reyes les habían hecho el regalo que toda la vida quisieron, como premio a su bondad.

A las doce de mediodía , llegaron con Reynaldo todos los vecinos a recoger sus trajes, estaban elegantes para ir a la fiesta, menos uno, Reynaldo, que no se acordó de encargar un traje para él, así que se sintió avergonzado, pues todos sus vecinos vestían más elegantes que él.

Como un trato es un trato, Reynaldo devolvió a los vecinos sus propiedades y aprendió a ser un vecino más.

Fabián y Maria vivieron felices con su hija Blanca, el mejor regalo que los Reyes Magos hicieron aquel año.

Ana García Díaz.

Para mi nieto Luis, por la alegría y el amor especial que sentí desde el primer momento que vi su carita, en brazos de su madre.

 

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