La ingobernabilidad
Fuente: http://libertaddigital.com

Las últimas advertencias llegadas desde Bruselas, merced a la realidad de las negligencias de algunos ministros del gobierno, han hecho recordar la ortodoxia presupuestaria a nuestra España. Ese posicionamiento de la UE es político, verdadera intromisión, y no admite otra cosa que este rigor, si se concreta la posibilidad de un gobierno de signo diferente a la Gran Coalición. Tales gestiones han sido amplificadas por las manifiestas preocupaciones de este gobierno en funciones. Son, sencillamente los resultados de la gestión de este ejecutivo, con los excesos en forma y fondo. En gestión y legislación. En recortes, que no reformas, y en resultados.

Para consolidar las posibilidades de un giro inesperado de las actuales sumas y restas de parlamentarios para la investidura, ya han salido a los foros mediáticos los mercenarios a sueldo de las corporaciones. Todos a coro repiten el argumentario del miedo. Es necesario que se haga carne el relato, absolutamente inverosímil por momentos, de que Atila se cierne sobre la España católica y que se profanará el templo de las contrataciones blindadas. Pese a las costosísimas penalizaciones si se las quiere rescatar. A lo largo y ancho de este país se repiten las denuncias y procesos por ese tipo de contrataciones. Por ello, se teme desde esos púlpitos de la libre empresa que, paradójicamente, vive de los Presupuestos del Estado, es decir del dinero de todos, que se puedan revisar los incumplimientos y, desde allí, se lleve a cabo una retrocesión. Es decir, se deje sin efecto el contrato por incumplimiento de una de las partes. A esto es a lo que los paladines del empresariado estupendo suelen llamar: “afectar la seguridad jurídica de los inversores”. No sé porqué me recuerdo de las causas de la renuncia de Arturo Fernández a su cargo de dirigente empresarial.

Se están armando en pos de encontrar la luz de la resurrección del PP. Pero los hechos no ayudan y algunas decisiones judiciales tampoco. Cualquier creyente podría interpretar que, el castigo judicial que les está cayendo, bien puede ser un signo divino de reparación. Esto es tan válido, como aludir a ángeles de la guarda o a vírgenes intercesoras. El discurso del gobierno tiene mucho de Auto de Fe. Pero la realidad ha disuadido a la mayoría de españoles que, con matices diferenciadores, se han puesto enfrente de la gestión este partido en el gobierno. Ahora en funciones. Veremos cuantas más cuentas en Suiza o sitios similares, siguen surgiendo. Se habla de “personas corruptas” para evitar reconocer “la corrupción estructural”. Somos la burla del mundo. Salpicamos de sospechas algunas de las acciones más importantes en las que están los empresarios de la “Marca España”, de Panamá a La Meca.

Ahí surge el “¡qué más da!”, para decir a continuación, que hemos ganado las elecciones y que los siete millones de votos dan el derecho de absolución y redención al mismo tiempo. Más aún si, pese a todo, el tal Pedro Sánchez forma gobierno. Se le hará difícil gobernar, le recordó Rajoy a su rival. Como prueba, le expuso que en el Senado, verdadera cámara de lo inexplicable, tiene mayoría del PP y 122 en Diputados, más el comodín de Ciudadanos. Apuestan claramente al fracaso de la recuperación de España. Rajoy no sabe negociar, sólo imponer. De allí que movilice a los centros de poder del exterior para “presionar” a Sánchez.

¿Estamos en presencia de un chantaje? Ello, de un partido que tiene un desgaste que va desde las bases militantes a la cúspide. Vale mencionar que, junto con la pérdida del poder se acaba los dineros que todo lo unen. Además, también hay desgaste transversal, ¿con quién se piensa coaligar?, ¿con la disidencia del PSOE de Andalucía? Susana Díaz no llegará a tanto. En algunos cenáculos mencionan el método del “Tamayazo”. Albert Rivera encuentra a cada día que pasa mayores dificultades para explicar porqué sostiene al gobierno de la Comunidad de Madrid, del PP. Más ahora que ha dimitido Esperanza Aguirre. Tendrá tiempo y mucha información para evaluar sobre sus enemigos.

Hace más de dos años anticipaba que por los abusos y la corrupción, surgirían movimientos desde la Sociedad Civil que modificaría el escenario político, nacional y autonómico. De la Gürtel a Podemos.

En diciembre de 2012 escribía para la Newsletter NuevaMayoría.com: Continuando con lo relativo a la presente salutación navideña, la más corta que se recuerda, algunos han visto que el rey vació, en su discurso, el contenido político de todas las manifestaciones de reivindicación social. En el texto que le elaboraron desde el gabinete de la Casa Real, todas las canalizaciones de la discrepancia de la ciudadanía se podrían resumir en que no son los síntomas de un cambio. Para ello, solo les concedió la calificación de «desapego» a la política o de solo «pesimismo». Se puede concluir de sus palabras que, a estas expresiones de malestar colectivo, podríamos entenderlas como inútiles a «la política grande». Para ello, alude a generar acuerdos. La pregunta que surge es, ¿entre quienes? ¿Los partidos políticos? En tal caso Juan Carlos I comete un gravísimo error, se aleja de su pueblo, aquél que le da la legitimidad que la Historia, su propia historia, así, con minúsculas, le ha ido sustrayendo. Por otra parte, se aferra a la clase política, cuya imagen está bajo mínimos. Definitivamente, no lo han asesorado adecuadamente. El Rey está sólo. Hasta se podría aventurar que está mostrando síntomas de “ausencia”. Para demostración, su frase de que “…no todo es economía”. La Casa Real ha perdido la ocasión de hacer una propuesta emocional, que aludiese a la esperanza que podría suponer la recuperación de aquella figura, a la que se le atribuye la función de haber desactivado el intento de golpe del 23F. No entremos en detalles. En aquel entonces se puso, como ahora lo debió, ponerse al frente de la tarea que pudo comenzar por la crítica a los responsables de lograr estos acuerdos. Eso sería un primer paso para recuperar los valores. Insistir en la repetición del polisémico término “crisis” en sus palabras, obviamente no fue acertado para insuflar ánimos a los españoles. Al contrario, su explícita defensa del mapa político partidario que fue, pero que previsiblemente ya se está trocando en otro novedoso, confirma que el monarca parece no entrever el nuevo escenario de expresiones políticas que se avecinan. Minimizar la indignación puede no ser bien digerido por los españoles. La fractura del Estado Español, fruto de las tensiones mal gestionadas durante estos años de bonanza, aunque adormecidas por esa exuberancia de recursos dilapidados, ha vuelto a hacerse tangible en toda su realidad. La denominada solidaridad entre Comunidades Autonómicas se ha esfumado, al tiempo que lo han hecho aquellos recursos pésimamente gestionados por unos y otros. En esto le cupe tanta responsabilidad al PP cuanto al PSOE, por ser mayoritarios. Tampoco se libran de esa mácula los partidos regionales, como CIU o el PNV. En sus feudos tradicionales se encuentran pruebas notorias de tales desmanes presupuestarios. Ya se aprecia el surgimiento de movimientos políticos territoriales, alternativos a los actuales, que darán gobernabilidades futuras. Esta será la posible circunstancia, para el nuevo mapa político que permite el sistema parlamentario español.”

También en enero de 2013: “La situación se torna tan riesgosa que, según fuentes sociales diferentes al gobierno, si no se construye una plataforma nacional que aglutine a todos los sectores ciudadanos en un consenso que aparque las diferencias partidistas, el desafío que enfrenta España puede verse abocado al fracaso. El ejercicio de una gestión opaca, según ciertos analistas, o de una política con “minúsculas” está agotado. Tanto, como la basada en una visión dogmática que los sectores conservadores y socialdemócratas españoles han venido aplicando hasta ahora. No comprenderlo llevará a España directamente a la fractura social. El 2013 tiene la palabra.”

Después de más de tres años desde aquello, mucho me temo que ahora estemos en puertas de uno de los períodos más difíciles de la España postfranquista. Jugarán a la ingobernabilidad, a costa de la decadencia del Estado, sólo para contener la rendición de cuentas que les aguarda. Deseo equivocarme, aunque, como dije entonces, los deseos y los diagnósticos no son hijos de los mismos padres.

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