España está inmersa en una creciente visceralidad fanática que no hace presagiar más que la reedición de nuestro pasado más oscuro. Por eso creo que la ingenuidad puede ser una manera funcional de entender que estamos en condiciones de evitarlo.
No me refiero al buenismo. Aquello pudo terminar siendo una coartada cómplice que facilitó el trabajo a los malos. España es un claro ejemplo de ello. La han saqueado los mismos que dicen defenderla. Que besan la bandera y rezan en voz alta.
Esos que conforman cierta dirigencia sin altura intelectual, que se han convencido que somos personas ingenuas. Que aceptamos todo lo que nos “fabrican” dentro del “nuevo relato”. Ahora la claudicación puede denominarse sin pudores como “mestizaje ideológico”. También, en un alarde de creatividad, lo conciben como “transversal”. Se les escapa que la transversalidad tiene historia de lucha en diferentes aspectos de la vida social y las personas que la defendieron no creo que estén dispuestas a desnaturalizarla.
España es el ejemplo del fracaso del modelo. Pero se insiste en que “todo está bien”, mientras se recortan libertades, pero no los suministros de armas al golfo pérsico.
Estos dirigentes, que se eximen del control del único poder del Estado que se halla legitimado, como es el Parlamento, se han atrevido a comprometer a España ya no solamente en la cuestión de los refugiados. También tienen la intención de hacerlo en diferentes materias de sensibilidad social, económica y política. Es que para que el modelo se consolide es necesario, desde mi ingenuidad lo afirmo, “mantener la estabilidad”. ¿Me pregunto cuál y a quién beneficia?
Pero no es el único miembro de este espacio financiero, en el que los oligopolios han convertido a esta neodemocracia Europea. Es una imagen distorsionada de su compromiso inicial. El factor emotivo acompañado de una decadencia del concepto formativo que conlleva al progreso de las sociedades que permiten el aniquilamiento de los valores fundacionales, nos deja a los pies de la evidencia de que este sistema lleno de precios, pero escaso de valores, considere antidemocrático al talento. Considere a la honestidad como ingenuidad.
Precisamente el capital humano en el que hemos invertido todos estos años es la solución. El mismo que podría sacarnos de este “círculo perverso”, construido para acabar con los valores democráticos. Por tanto, como son conscientes de que desde el talento se pueden construir modelos alternativos, se agrede sus bases y se expulsa a la juventud mejor preparada de la Historia de España. Eso lo están haciendo desde un partido investigado, así han “construido el relato”, por corrupción sistémica.
Los movimientos de extrema derecha están reivindicando el rol que tenían en las primeras décadas del siglo XX. Un centenar de radicales de extrema derecha, que luego fueron dispersados por la Policía, interrumpieron este domingo la concentración pacífica de cientos de belgas que acudieron a la Bolsa de Bruselas para mostrar su rechazo al terrorismo. En España, se suceden actos y homenajes que ponen a prueba la apología del terrorismo del estado franquista. A cierto sector de la administración del Estado y de la Justicia les parece inofensivo. En algún punto alguien está en un error.

Regresando a nuestra Europa, debemos recordar que Hungría y Polonia tienen una larga historia de colapsos y exterminios. Ello sin entrar a considerar el papel que ha tenido, y parece dispuesta a recuperar, Alemania. Una vez tras otra, Europa se ve arrastrada a la voluntad alemana de expandirse hacia el este. En ese empeño, el papel del Sur es meramente instrumental.
No menciono a Ucrania, aunque es el campo de confrontación en el que se reviven las tensiones de hace setenta años… y más.
Los necios que destierran a la Historia de sus decisiones, terminan por convencerse de que sus males no los tienen por responsables. De allí al acuerdo con Turquía, un paso. Entonces se suceden gestos positivos, pero inevitablemente infructuosos, que atienden a razones tan polémicas como vanas. Estos gestos no son ingenuos, son coartadas que producen y seguirán produciendo víctimas.
El rol de las instituciones en este proyecto fallido de unión europea sólo responderá a consumar otro despropósito en el que las muertes violentas seguirán engrosando la conciencia de esos dirigentes. Excepto, claro, que convengamos que forma parte de un plan. Que de espontánea repuesta a las agresiones, nada. Prefiero seguir con mi ingenuidad y creer que no. Pero seguiré atento los acontecimientos.
Pienso también que hace 70 o 75 años, a muchos como yo, ya los hubieran “neutralizado”. Pese a que soy un ciudadano responsable que cumple con sus obligaciones. Nada violento, vamos. Indignado sí, pero con la corrupción económica y la corrupción de las ideas. Qué aún no sé cuál es la causal de la otra. En suma, un ingenuo.
La recuperación de una Europa que retorne a la senda del humanismo, como es obvio, sólo se reconstruirá desde el poder ciudadano. Desde su ingenuidad. Cualquier intromisión del poder financiero consumará la defunción de la UE, pero la de los padres fundadores.
Oscar Wilde ya lo dijo: “Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento.”
No creo que hayan sido un grupo de necios los que pensaron que un mundo mejor era posible. Seguramente fueron ingenuos, pero con la memoria y el talento suficientes para vislumbrar que de otro modo volveríamos a caer en el caos y la oscuridad.
Fuente: http://www.eldiariofenix.com/