¿Es usted un facha y no lo sabe?
Javier Ortega Smith, Iván Espinosa de los Monteros y Santiago Abascal (VOX)

Cuando era pequeño, existían unos cuantos grupos terroristas en Europa y el mundo adheridos a uno u otro bloque de poder: el capitalista o el comunista. Recuerdo las Brigadas Rojas en Italia, el Ejército Republicano de Irlanda (IRA), Euskadi y Libertad (ETA) en España, todos ellos de extrema izquierda. Es curioso que, del otro extremo, solo recuerde la Alianza Apostólica Anticomunista (AAA). Quizá porque los extemos no se organizaban del mismo modo.

Cuando era pequeño, recién salido del franquismo a la democracia, las llamadas extremas derechas e izquierdas estaban constituidas por grupos, como digo, terroristas o extraparlamentarios cuyo fin era regir la sociedad de modo autoritario, sin parlamento. Su ambición no era ganar las elecciones sino llevar al país a una situación insostenible, para aprovechar el vacio de poder que se creara y llenarlo ellos. En el fondo, como vamos averiguando con el paso de los años, uno y otro extremo jugaban un papel estratégico dentro de la lógica macabra de los servicios de inteligencia, las multinacionales y la élite. Pero no es ese aspecto lo que importa aquí, sino la cuestión ideológica por la cual, hoy día, llamamos extrema derecha a un partido con diputados elegidos democráticamente, cuando de extrema, según el diccionario de mi experiencia, tiene poco. Serán de derechas, pero, repito, de extrema, nada, pues no pasan de atacar a sus adversarios con la palabra, ideológicamente, mientras que los extremos recurrieron al asesinato, el secuestro, el robo o la extorsión. ¿De dónde viene, pues, esa traslación de significado que, incluso, llega a emplear el término “ultra”? Pues yo diría que de la traición de la izquierda. Ya llevo tiempo dándome cuenta que la izquierda, desde lo del chalet de Pablo Iglesias, ha virado 180 grados y ha dejado de defender lo que yo creía que eran mis propios ideales. A lo mejor, la izquierda nunca fue lo que dijo ser, pero, bueno, el caso es que me he dado cuenta hace poco. Cuando leo que un político de izquierdas acusa a otro de que “eso es una mentira de un señor de extrema derecha”, entiendo perfectamente que ese político – y el periódico que difunde la frase, en forma de noticia- pretenden limitar nuestra capacidad de pensar y de ejercer un pensamiento crítico, para que no vayamos más allá del calificativo “extrema”. Adiós al diálogo, la comprensión y a la mano tendida. Adiós al respeto entre representantes del pueblo, elegidos para servirlo. Bienvenida la manipulación del lenguaje, al puro estilo descrito en “1984” de George Orwell (magnífico retrato de la sociedad en que vivimos). Si esto es ser de izquierdas, me bajo del tren.

El adjetivo “extrema” añadido al sustantivo “derecha” es pura propaganda, si aludimos con ello a VOX, un partido muy español y españolista, con vocación de ganar unas elecciones, permanecer en el sistema parlamentario y gobernarlo, lo cual queda a años luz de la dictadura, Falange y su sindicato único o del nacionalcatolicismo que conocí en mi infancia. Aquello era extrema derecha, no esto.

 

1 Comentario

  1. Gracias, por su buena formas de expresar con sencillez todo esto.
    Totalmente de acuerdo. Ahora resulta que como la izquierda dejaría de tner predicamento con la dictadura del proletariado y la lucha de clases, se inventan el atacar al contrario y a todos los que no están dentro de su»forma de ver la cosas en lo politicasmetne corrrecto para ellos, como ultras» esta izquierda no le importa el país, solo le importa establecer una república para ellos solos, no para los españoles. Se han convertido en verdaderos hooligans de agresión verbal contra todos los que no coinciden con ellos.

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