En las actuales condiciones de la competitividad entre organizaciones, surge la contradicción entre la gestión eficaz y la gestión eficiente. Siendo para muchas personas un sinónimo, la diferencia entre una y otra supone la que existe entre una gestión productiva y otra deficiente.
En muchos casos, como en las circunstancias presentes, el desconocer la incidencia de los resultados en términos exclusivamente cuantitativos, puede oscurecer el aspecto cualitativo de los procesos que se llevan a cabo en las empresas. Una empresa eficaz puede considerar que obtiene resultados positivos aún cuando la relación laboral que mantiene con sus empleados deje mucho que desear. El clima laboral y la satisfacción resultante es un indicador claro de esas condiciones. Rotaciones, conflictos interpersonales y desajustes en la recompensa por los esfuerzos son el origen de la falta de competitividad.
Una ventaja de la dirección es la gestión que convierte grupos en equipos. En estos tiempos turbulentos no puede confiarse en una gerencia del negocio solitaria. La visión de 360º se facilita con el aporte de los miembros comprometidos con el proyecto. Eso es ser competitivo.
Tener una gestión temerosa es reconocer las limitaciones pero sin el atrevimiento de las gerencias de estos tiempos. El aporte del aprendizaje sobre la marcha, basado en una gestión productiva de los datos de la realidad, permitirá que la empresa pueda cruzar los temporales de las crisis que se avecinan con mayores posibilidades de superarlas y consolidarse.
Ser simplemente eficaz es el territorio de los perdedores que, aunque gane dinero en estos tiempos, lo que realmente le ocurre es que ha comenzado su decadencia. El incremento de la rotación de puestos de trabajo, el aumento de la insatisfacción de clientes importantes, una creciente morosidad, entre otros indicadores, pueden demostrar que se siguen logrando beneficios pero a unos costes y esfuerzos que llegarán a ser inasumibles.
La gerencia basada en los pilares de la Inteligencia Emocional, tal vez sea un camino hacia la eficiencia. El practicar una escucha activa, en lugar de emitir órdenes unidireccionalmente, de modo constante. El gestionar empáticamente, tanto interna como externamente. La construcción de una gerencia asertiva, que facilite el posicionamiento en la comunicación interna y externa, en términos de quejas y reclamaciones, como también en la gestión del cambio. Todo conducirá a una reducción de los conflictos y reorientará esas energías hacia los resultados positivos a los fines de la empresa.
Es decir, se deben transformar los modos de gestionar, de unos modos eficaces en otros eficientes. Ello supondrá el viaje desde los modos de alto riesgo de obsolescencia, a otras formas óptimas en términos de productividad. Eso es ser competitivo.