Los derechos sociales de las mujeres, y su equiparación con los de los hombres, avanzan en épocas de bonanza económica. Migajas de esos derechos se reparten como premio cuando se corta el pastel de la riqueza y, al revés, se ven recortados ante cualquier crisis social.
A los partidos políticos les cuesta situar a la igualdad de género en el centro del debate porque creen, erróneamente, que es un tema marginal. Incluso algunos políticos de partidos emergentes y los nuevos dirigentes de partidos ya consolidados se refieren a las mujeres como grupos sociales, y se acuerdan de ellas cuando, por ejemplo, se trata de la dependencia y de los horarios de trabajo no coordinados con los de los colegios. Es decir, de la conciliación. Como si esta fuera un tema del género femenino. Pues no es así, las mujeres forman parte de la mitad y algo más de la población y quieren la equiparación total en derechos y que la conciliación sea una responsabilidad de todos, sin distinción por género.
La conciliación entre la vida personal y laboral es un tema político de primer orden como al fin acaba de reconocer el Partido Popular, al proponer un horario unificado de cierre de actividad laboral y escolar a las seis de la tarde y un huso horario como el de Canarias, el Reino Unido y Portugal.
Más grave se manifiesta el desconocimiento sobre la igualdad de género cuando se habla de las víctimas de violencia de género como si fuera algo que ocurre a los demás, en ciertos barrios y a cierto tipo de familias, no a las que votan a esos mismos partidos con amplia representación en Las Cortes. A esas nuevas generaciones de representantes políticos les corresponde desarrollar la legislación que se refiere a la igualdad y a la violencia de género y que fue aprobada en la primera década de este siglo por un gobierno socialista.
Molesta hablar de igualdad y molesta más hablar de violencia de género, sin embargo, los cambios y la evolución social imponen nuevas maneras de estar en público. Los temas personales de las mujeres, si antes eran cuestiones privadas, ahora se debaten en las instituciones y lo que ocurre en los hogares interesa a la sociedad en general. Lo personal es político, como dijo Kate Millet.
Molesta que se hable de feminismo, pero la agenda que el movimiento de mujeres ha tejido a lo largo del siglo XX y lo que llevamos de éste forma parte de las agendas de Parlamentos y Gobiernos. Recordemos que la igualdad salarial, la conciliación, el derecho al aborto libre y gratuito y nuevas formas de gobernar más participativas, se incorporan desde la teoría feminista.
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