FEMINISMO vs. LGBTIQ+ Es el momento de resolver las diferencias

Desde hace unos años existe una creciente discrepancia, con críticas más o menos públicas, por ambas partes, entre el ámbito del feminismo y la diversidad de la orientación, la identidad y la corporalidad.

A tenor de las consecuencias que podría tener este desencuentro entre puntos de vista diferentes sobre lo que debe y no debe ser el feminismo y el movimiento LGBTIQ+, y, en algunos aspectos, radicalmente opuestos unos de otros, solo cabe advertir que puede ser un gravísimo error estratégico mantenerlo en el tiempo.

Hace más de un año leí un inteligente artículo en la prensa, firmado por Pablo Morterero Millán (presidente de la Asociación Adriano Antinoo LGTBI). Su visión acerca de este conflicto me suscitó indagar más sobre el tema, a la vez que me identifiqué con la mayoría de sus reflexiones. Por lo que leí, me pareció una persona abierta y dialogante, nada sectaria ni dogmática.

El movimiento homosexual masculino, durante sus inicios durante los años de la Transición, contó no sólo con la complicidad sino también con el apoyo activo de los colectivos de mujeres que en aquella época iniciaban una pacífica revolución que ha permitido que en la actualidad este movimiento haya calado en todas las capas de la sociedad española. Buscar culpabilidades o denunciar discursos machistas en el movimiento LGTBI u homófobos o tránsfobos en el movimiento feminista, lejos de ayudarnos a comprender y superar estas diferencias, supone favorecer el discurso de odio promovido desde la ultraderecha y sus grupos ultraconservadores religiosos (tanto dentro del cristianismo con evangélicos, católicos y ortodoxos, como dentro del islam y del judaísmo).

Con el paso de los años, el movimiento LGTBI fue ampliándose en siglas y en contenidos, incluyendo a las mujeres homosexuales (lesbianas), hombres y mujeres bisexuales, hombres y mujeres transexuales y por último a las personas intersexuales. Por fortuna, el liderazgo real de este movimiento contó y cuenta con voces muy destacadas de mujeres lesbianas y transexuales, que han enriquecido el debate y la prioridad de la lucha, aportando un discurso feminista muy necesario, del mismo modo que la influencia de mujeres lesbianas y bisexuales que participan dentro del feminismo ha aportado también enriquecimiento analítico.

Esta unidad de acción entre ambos movimiento fue posible hasta que, a principios del siglo XXI, nuevas realidades tensionaron la hasta entonces buena sintonía. Parece que la extensión de la Teoría Queer (etiquetada por sectores del feminismo de quintacolumnismo infiltrado en su movimiento con la idea de desactivar a las mujeres feministas en su lucha) y la Gestación Subrogada (a la que, en ocasiones, desde distintos sectores ideológicos y del feminismo, acaban por designarla, sin más, como “vientres de alquiler”) son sobre todo los puntos de fricción.

La Teoría Queer es un conjunto de ideas sobre el género y la sexualidad humana que sostiene que los géneros, las identidades sexuales y las orientaciones sexuales no están esencialmente inscritos en la naturaleza biológica humana, sino que son el resultado de una construcción social, que varía en cada sociedad y, creo yo, en cada momento histórico. Curiosamente, no deja de ser paradójico que la Teoría Queer naciese en el seno del movimiento feminista como una respuesta a contradicciones del mismo.

FEMINISMO vs. LGBTIQ+ Es el momento de resolver las diferenciasAbundando en este tema, Simone de Beauvoir (filósofa, profesora, escritora y todo un referente del feminismo internacional) difundió, a partir de 1949 con su famoso libro El segundo sexo, la idea feminista moderna proclamada durante mucho tiempo: «no se nace mujer, sino que se deviene mujer». Esta frase describe que la subordinación y la opresión de la mujer no se deben a factores biológicos, es decir, no es por tener vagina y mamas. Por el contrario, es el sistema patriarcal quien colocó a las mujeres en el lugar del “segundo sexo” para perpetuar el dominio masculino.

FEMINISMO vs. LGBTIQ+ Es el momento de resolver las diferenciasPor su parte, Margaret Mead (antropóloga y poeta, precursora en el uso del concepto de «género», ampliamente utilizado después en las tesis feministas) con sus investigaciones etnográficas, principalmente en Samoa y en Nueva Guinea, sostuvo hacia 1935 la innovadora idea de la variabilidad de la especie humana, es decir, los roles y las conductas sexuales son modificadas según los contextos socio-históricos.

Estas primeras aportaciones han abierto el camino para desnaturalizar las identidades de género al distanciarlas de un cuerpo que justificaba (justifica) la subordinación de las mujeres, es decir, se comienza así a comprobar que categorías como «mujer» y «hombre» son construcciones culturales, incluso la función considerada como la más natural de todas, la «maternidad», es una actividad definida culturalmente, desligada de cualquier tipo de «instinto natural». En suma, según estos apuntes, interviene con determinación la historia en vez de la naturaleza. Las personas no son sujetos naturales, sino históricos.

En lo concerniente a la Gestación Subrogada, segundo motivo de discordia, voces del feminismo histórico han apostado por aplicar la calificación de “vientres de alquiler”, rechazando que se trate de una técnica de reproducción asistida, y reduciéndola a una expresión más de la explotación y la comercialización del cuerpo de las mujeres, negando el derecho de paternidad de los hombres homosexuales al calificarlo de “capricho consumista” de los gais ricos que desean comprarse un niño, lo que es considerado por el movimiento homosexual como ofensivo y que incita al discurso de odio.

La gestación por subrogación para unos, o los vientres de alquiler para otros, es una práctica a la que acuden fundamentalmente parejas de hombre y mujer o mujeres sin pareja (ya sean heteros, homos o bisexuales). En España, según la Ley de Técnicas de Reproducción Asistida, esta práctica no está prohibida pero tampoco está permitida, lo que empuja a muchas personas a acudir a aquellos países donde sí está permitida, con regulaciones muy dispares, unas muy garantistas y otras no tanto. Pese a no existir una estadística, el feminismo histórico sostiene que esta praxis es una práctica masculina, que encaja a la perfección dentro de una expresión más del machismo. El colectivo homosexual se defiende diciendo que hacer esa afirmación es un discurso homófobo. Si bien es cierto que la mayor parte de los avances científicos han sido utilizados para fortalecer directa o indirectamente el patriarcado, ponerse la venda antes de la herida no parece que sea la solución. El camino no es la prohibición, sino la regulación. Si existe consenso en que el derecho a ser madre o padre nunca puede suponer la explotación de ningún ser humano, lo verdaderamente importante es velar para que esto no ocurra.

Dentro de la colaboración que debería existir entre el movimiento feminista y LGBTIQ+, sería muy deseable que ambas partes reconociesen que se enfrentan a nuevos retos que, con certeza, han desbordado sus planteamientos históricos y parecen amenazar sus respectivas conquistas.

Sorprende, en mi modesta opinión, así como en la de Morterero Millán (presidente de la Asociación Adriano Antinoo LGTBI), que desde algunas tribunas feministas se contemple la Teoría Queer como algo ajeno o parasitario, propio de los hombres homosexuales, y no como una desviación o una superación del feminismo. Pienso que habría de hacerse un esfuerzo y dejar de ver a quienes defienden esta teoría como «incompatibles y peligrosos» y plantearse este debate como una contradicción propia del movimiento feminista. Las contradicciones existen en todos los ámbitos y solo de su aceptación y análisis se podrá avanzar.

Es injusto teorizar, como se hace, que el movimiento Queer es una estrategia de personas gais para colonizar primero y manipular después el movimiento feminista. Es un error convertir en «enemigo» a quienes deben ser aliados necesarios en la lucha por la igualdad, es decir, a hombres y mujeres que no entran dentro de las definiciones ortodoxas. Como lo es también, por parte de las personas no binarias, transexuales e intersexuales, ver en el movimiento feminista un obstáculo para la consecución de los objetivos de su lucha.

El fin último del movimiento feminista debería ser (y creo que es una aspiración histórica) llegar a una sociedad sin géneros. Lo ideal -y por lo que merece la pena luchar- es para que se hable de personas, con iguales derechos todas. Pero la historia nos enseña que a menudo para alcanzar ciertas metas antes debe pasarse por otros estadios. Los cambios no suelen producirse de un día para otro, salvo cuando estos se consiguen por revoluciones cruentas que a la larga no acaban de fructificar en todos los sectores de la población, lográndose con el tiempo una perversión de los propios principios que movieron la revolución. El caso de la URSS, durante Stalin, es un claro ejemplo de ello. Cada momento de la historia tiene sus peculiaridades y ante nuevas necesidades surgen nuevas luchas.

El feminismo viene luchando desde hace unos tres siglos. La lucha por la defensa de los derechos humanos, de manera oficial, surge después de la IIª Guerra Mundial con la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, pero como lucha(s) es muchísimo más antigua. Hay historiadores que se remontan hasta el año 539 antes de Cristo. Que fue cuando Ciro el Grande conquistó Babilonia, dejando que todos los esclavos se fueran en libertad, proclamando a su vez la libertad religiosa y convirtiéndose, con ello, en el primer precursor de los derechos humanos.

El movimiento LGBTIQ+ comenzó en Occidente, según un amplísimo consenso, con el movimiento de liberación LGBT en 1969, a raíz de los disturbios acaecidos en un pub conocido con el nombre de Stonewall Inn del barrio neoyorquino de Greenwich Village. Se trató de una serie de manifestaciones espontáneas en protesta contra la redada policial llevada a cabo en dicho pub. Pero, al igual que el feminismo, sus hitos son mucho más antiguos. Según varias investigaciones, lo concerniente a lo que es hoy el movimiento LGBTIQ+ ha dado pruebas ya desde el mundo antiguo y a lo largo de la historia (Los siete sabios del bosque de bambú, en China; La comunidad hijra, en la India; Kukai y el shudö, en Japón; Ghulamiyyat, en Persia; Sociedad de la Orquídea Dorada, en China; Secta de Hu Tianbao, también en China; el movimiento transgénero en el teatro chino; el partido Tribadista -sociedad lésbica que actuó en Shanghai desde finales del siglo XIX-, etc.).

FEMINISMO vs. LGBTIQ+ Es el momento de resolver las diferenciasCreo que la toma de conciencia y la lucha en todas estas causas referidas tienen siempre un período de incubación, otro de concienciación, otro de expansión y debate y, finalmente, otro de explosión, que normalmente coincide con el momento en que las reivindicaciones se plasman en leyes.

El enemigo común, conviene identificarlo con claridad, promueve el mismo discurso sobre los derechos de las mujeres como sobre los derechos de las personas LGTBI. El veto parental que promueven los fundamentalismos religiosos, políticos y sociales es utilizado por igual contra la educación en igualdad de género como contra la educación en la diversidad de la orientación, la identidad y la corporalidad. En el fondo, la lucha sin cuartel de la intolerancia va contra los derechos humanos. La ultraderecha no diferencia entre la lucha feminista y la lucha LGBTIQ+.

Con todo esto quiero decir que cada movimiento tiene su propia velocidad y que es deseable que exista la colaboración entre todos ellos, en todo aquello que tengan en común. Si no existiesen puntos en común -cosa que, por fortuna, no ocurre-, se debería evitar la confrontación y la descalificación, como es el caso de la actitud mantenida desde hace ya un tiempo por el Partido Feminista de España (PFE) de Lidia Falcón, que fue expulsado de Izquierda Unida hace más de un año. Falcón llegó a referirse a los hombres transexuales como “mujeres con barba”, sin duda, una frase lamentable y que descalifica al feminismo en general, aunque me consta que ese no es el sentir general de las mujeres feministas. Tampoco me parece nada acertado hacer circular una especie de pasquines de Confluencia Movimiento Feminista en los que se trata de comparar de manera torticera lo que dice la extrema derecha y lo que supuestamente dice el transactivismo en lo concerniente al sexo, el género, las identidades sexuales y las orientaciones sexuales. Ese no es el camino.

FEMINISMO vs. LGBTIQ+ Es el momento de resolver las diferenciasA la vista de lo que está sucediendo, parece que el debate, en ocasiones agrio, acontece en el seno de las distintas corrientes del movimiento feminista. Tal vez, visto desde fuera, el error sea tratar de homogeneizar las reivindicaciones feministas con las LGBTIQ+. Mientras que las mujeres y todos los hombres que nos consideramos feministas luchamos por una igualdad real en derechos de mujeres y hombres, las personas que se identifican con el LGBTIQ+ hacen lo propio desde la diversidad. Ambas luchas, para mí, ni deberían ser excluyentes ni incompatibles.

FEMINISMO vs. LGBTIQ+ Es el momento de resolver las diferenciasFEMINISMO vs. LGBTIQ+ Es el momento de resolver las diferenciasLa realidad es diversa y sorprendente: existen hombres machistas (muchos, tal vez, la mayoría, dependiendo del espacio de influencia sociocultural al que pertenezcan) y mujeres androfóbicas, existen machistas de derechas y machistas de izquierdas, también existen feministas de izquierdas (supongo que la mayoría) pero también de derechas, del mismo modo que existen trans de derechas y de izquierdas. A veces no viene mal significar obviedades como que hay mujeres de derechas (bastantes) aunque la derecha y, en especial, la extremaderecha tenga discursos que no apoyan la igualdad entre hombres y mujeres, del mismo modo que hay personas de raza negra que también son de derechas. Que hay homosexuales en ambos extremos de la ideología y también lesbianas es innegable. La realidad, en efecto, es muy diversa. No es posible establecer categorías rígidas ni inamovibles. Hay personas que, entre sus valores y reivindicaciones, coexiste el pensamiento de izquierdas con el de derechas, hay quien en lo económico y laboral son de izquierdas, pero en lo social son de derechas, y viceversa. Nadie es al cien por cien de derechas o izquierdas. Los partidos políticos de uno y otro signo, a través de la ideología y los programas electorales, en teoría tratan de recoger supuestamente todos o la mayor parte de los valores del signo al que pertenecen. Aunque incluso en el caso de los partidos este argumento puede ser relativo y diverso, ya que resulta prácticamente imposible identificarse con todo el ideario político de cualquier partido (al cien por cien). Las personas se afilian o votan a unos u otros en función del grado de coincidencia que tengan con cada partido (al menos, así debería ser).

FEMINISMO vs. LGBTIQ+ Es el momento de resolver las diferenciasDespués de leer el borrador de la Ley Trans, a mí personalmente, me parece un texto indudablemente progresista, bien argumentado y que viene a llenar un vacío muy importante en nuestra legislación. Posiblemente como todo este tipo de leyes, en el discurrir del tiempo, deberá introducir mejoras.

Precisamente, en el momento de elaborar este artículo, leo en distintos medios que la Ley Trans llegará el martes, 29 de junio, al Consejo de Ministros con la «autodeterminación de género» que rechazaba la vicepresidenta Carmen Calvo. Finalmente, Irene Montero, ministra de Igualdad, y Juan Carlos Campo, ministro de Justicia, se han impuesto a los reiterados recelos que mostraba la Vicepresidencia Primera, que habían paralizado durante meses la conclusión del proyecto.

Ahora toca seguir trabajando desde todos los colectivos de manera respetuosa, buscando acuerdos y colaboración. La senda a recorrer no debiera encontrar obstáculos que justifiquen la guerra entre sectores feministas y el movimiento LGBTIQ+. Es el momento de buscar consensos y objetivos comunes, porque, en definitiva, estamos hablando de «derechos humanos».

Los chivos expiatorios del odio

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