Quería demostrar que existían. Aunque cada vez que les hacía fotografías y revelaba el nuevo carrete, no aparecían en ninguna de ellas. Repitió el proceso incontables ocasiones hasta que decidió usar otro método: ¡los dibujaría! Los plasmó fielmente en un papel de tono amarillento y sonrió. Pero enseguida sintió una fuerte sacudida en su pecho porque, aunque los mostrara, ¿quién creería en la existencia de unos seres tan aterradores?