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Las horas huecas – Capítulo 10 y final
-¡Joven Antonio!, ¡ya baje!, ¡ya está su desayuno!, ¡se le va a enfriar!, gritó desde el comedor Geonila, llegada apenas diez días antes del pequeño pueblo de Santo Tomás Hueyotlipan, en el estado de Puebla, para servir de recamarera en la casa de Guadalupe Ruiloba, viuda del ingeniero Carlos Tello Parrera.
Las horas huecas – Capítulo 9
Desde la calle se veían perfectamente las inmensas coronas adornadas de cientos de flores blancas. Los típicos listones morados cruzándolas diagonal u horizontalmente, con sus imprescindibles letras doradas contenían los nombres de los remitentes, sin faltar en algunas de tales cenefas las frases de ocasión que los muertos nunca leen y que a los deudos les importan un cacahuate.
Las horas huecas – Capítulo 8
Antonio Ruiloba pasó caminando justo enfrente de la casa de Esperanza, cargando en la mano izquierda una gran bolsa de estraza que claramente mostraba una botella de Bacardí blanco, algunas botellas de Coca-Cola y botanas.
Las horas huecas – Capítulo 7
Nervioso, bien asidas las manos al barandal y a veces al pasamanos, Toñito trepó uno por uno los peldaños de la angosta escalera de caracol que conducía a la azotea de Cerrada de Hamburgo.
Las horas huecas – Capítulo 6
Embebido de la tonadilla pegajosa que acababa de escuchar en una estación de radio, Toñito cantaba con mucho énfasis el jingle de uno de los refrescos de moda que la mercadotecnia había impuesto a los niños para que lo consumieran y a sus papás para que lo compraran
Las horas huecas – Capítulo 5
Con cuidado, Toñito, no vayas a lastimar a tu mamá, nomás dale un beso y te bajas, porque nos tenemos que ir, ya van a cerrar, le dijo Jerónima al niño mientras lo cargaba por encima de la cama en que convalecía Esperanza.
Las horas huecas – Capítulo 4
La vida en Cerrada de Hamburgo podría decirse que transcurría en inglés. Esperanza, si no hablaba la mayor parte del tiempo en inglés, sí pensaba en gringo, sentía en gringo y se había insertado en un círculo de amistades que compartían dos características: ser alcohólicos y estadounidenses, o al menos pro yanquis, para acabar pronto.
Las horas huecas – Capítulo 3
Con más de una hora de retraso del tiempo en que debieron llegar, la sirvienta y las criaturas arribaron bajo tremenda tensión a Cerrada de Hamburgo. Para su fortuna, Esperanza no estaba y sólo restaba averiguar si habría salido a buscarlos o si telefónicamente los habría tratado de localizar.
Las horas huecas – Capítulo 2
Una vez que salieron de Sanborn’s la abuela y sus dos nietos, se dirigieron a la casona donde ya los esperaban Ana Videgaray Salas y sus dos hijos, Nachín y Ana Rita. El primero ya era un adolescente de 16 años y su hermana andaba en los 12. Su padre, divorciado de Ana cinco años atrás, era el arquitecto Ignacio Calero Topete. Parrandero y borracho, radicaba en Caracas, Venezuela, donde era contratista del régimen del dictador Marcos Pérez Jiménez.