Especie: humano

Los años me han otorgado más sabiduría y más paciencia, pero ellos vienen acompañados de una rebeldía por no callarme ante injusticias que padecen los que comparten este lugar llamando mundo.

Es hora de juicio de valores, por lo menos para mí, y poner cada uno de ellos en el lugar a que pertenecen.

Reconocer que a pesar de los años transcurridos sigue estando ahí, ese ímpetu que creí era de la juventud, y que ahora reconozco viene de mi interior y que no deje aflorar por miedos inculcados y otros adoptados.

Que absurda sociedad que nos educa para obedecer y frenar el desarrollo personal con reglas y obligaciones, solo los más valientes que no entienden de miedos y conviven con la seguridad, se convierten en almas libres para mostrarse sin tapujos.

Y nos animan desde sus palabras que compartimos y hacemos nuestras , porque forman parte de nuestro credo verdadero, aquel que desde el interior reconocemos como auténtico y empezamos a actuar con otra normativa no aprendida de otros, sino creada por nosotros y crecemos día a día y nos volvemos más fuertes y más sabios.

Vemos lo que nuestra ceguera ocultaba y que es la verdad.

Es tan fácil cuando se muestra tan claramente. Sólo necesita ese paso de fe para llegar hacia ella y cambiar valores erróneos.

A dos días de que acabara el 2014, nos reviven en el televisor imágenes de tragedias, de pérdidas de vidas de lo que fueron hogares envueltos de cariño y de abrazos cálidos.

Se fueron, o bien por la naturaleza a veces cruel o por lo que es peor, por la crueldad de otros que deseaban sus tierras.

Desde la tierra, desde los cielos o bien desde el mar, las pérdidas de seres de nuestra misma especie solo se convierten en cifras sin rostro en los noticieros de actualidad.

Eso somos, un número agrupado en cantidad de cifras de estadística.

De habitantes, de cifras del paro, de enfermos de hepatitis, de listas de espera en hospitales, de desahuciados de hogares.

Y mis dedos sólo impulsan las teclas que forman palabras de protesta.

¿Habrá este año un cambio que acerque a los individuos que tienen el poder de hacerlo cambiar?

¿Desearán realmente llevar a cabo proyectos de ayuda sin tener en cuenta en qué se benefician?

Escucho noticias de otros países en que lo común es lo que he expuesto y el dolor es el mismo, la injusticia y el desamparo.

Y nos regalan a nuestros oídos cifras de crecimiento, cifras de mejoras en puestos de trabajo, cifras mínimas de ayudas sanitarias, cifras de ayudas para familias.

Cifras, cifras y más cifras, vivimos en una realidad virtual dentro de un programa informático que nos coloca de una estadística a otra, ¿solo somos eso?.

Yo no sé los demás de que material genético están hechos, pero el mío y el de la gente que conozco y está necesitada, es de uno que se puede enfriar sin lugar donde refugiarse, se enferma si no se alimenta con lo básico, se enloquece si no puede ayudar y mantener a los suyos y se muere si no es asistida en su enfermedad.

Miro y siento ese sol de invierno que a pesar del frío, sigue calentando porque nadie lo manipula y puede llegar a cada rincón.

Tenemos derechos como especie animal y humana al igual que el arroyo surca por su caudal desde hace siglos, o lugares donde las aves emigran en cada estación, o esos campos que se llenan de flores y plantas silvestres sin que nadie las siembre. También tenemos nuestro lugar en este trocito de planeta sin que venga nadie a cobrarnos un peaje o pongan cadenas y vallas para llegar a nuestra morada. Allí donde acurrucarnos con nuestra camada después de saciar nuestro apetito.

Hoy estoy algo triste porque la desesperanza vence a la ilusión, porque desearía escribir sobre personas contentas que viven en sociedades donde se les valora, se les cuida, se les protege, donde está  la que yo veo y creo debería existir.

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