Hemos dejado de vivir condicionados por la sociedad evolutiva de a principios de los 90, para convertirnos en esclavos del miedo. Hemos dejado de ser aquella sociedad que luchaba unida para la igualdad, la justicia, la libertad… aquellos que unían sus voces para guiarnos hasta el verdadero cambio y dejar atrás definitivamente la época de la prohibición. Aquellos tiempos acechados por una dictadura que ya no existía, pero que seguía formando parte de nuestras vidas. Finalmente todo aquello quedó atrás, para dar paso a una vida mejor, parecida al conocido “sueño americano”. ¿Pero dónde se esconden estos sueños?
Detrás de una política insostenible, porque después de haber pasado más de medio año, seguimos sin gobierno. Detrás de una Europa decadente que ha empeorado y perdido fuerza tras la marcha del Reino Unido. Detrás de una potencia americana dispuesta a no bajar sus armas sino al contrario, crear de más fuertes y letales. Detrás de miles de personas acechadas por la muerte que han huido para sobrevivir, pero que al final sus sueños son los que terminan muriendo en otros países donde solo les importan sus intereses. Pero detrás de todo esto encontramos la amenaza más grande, feroz y que igual que un tsunami o un volcán, incontrolable.
Francia, Bélgica, Londres… son muchos ya los países que han caído en manos del terror, y lo único que podemos hacer es preguntarnos ¿cuál será la siguiente? Nos encontramos frente a una tómbola terrorista. Cualquier país, cualquier ciudad, cualquier sitio puede ser el blanco perfecto para quitar la vida a personas inocentes solo por unas creencias, de unos cuantos, que no son compartidas por la mayoría. El mundo entero se encuentra en alerta 4 sobre 5 por amenaza terrorista, afectando el ritmo de las ciudades y las personas. El miedo a viajar empieza a estar presente, el miedo a quedarse mucho tiempo encerrado en el metro, en una estación o en un aeropuerto empieza a generar una sensación de pánico. Pero este terror que se apodera de nosotros, viene creado por nosotros mismos.
Somos alarmistas por naturaleza, siempre nos gusta dar dramatismo y exagerar nuestras historias, para que parezcan más importantes. Pero con esto, solo estamos alimentando al lobo, dando importancia a temas que quizás no lo sean, y quitándosela a los que sí. Al final conseguimos el mismo resultado que la historia de Pedro y el Lobo.
Hace una semana la Estación de Sants de Barcelona fue desalojada después de encontrar una maleta sospechosa proveniente de Francia, y que contenía una supuesta bomba. Al final se trató de una falsa alarma. Este pasado fin de semana, en la misma Barcelona, se cerró la Vía Laietana, después de que saltaran las alarmas de un posible coche bomba con matrícula francesa. Al final, por suerte, no pasó nada. Estamos tan obsesionados con el terrorismo, que cualquier hecho fuera de lo común, hace saltar todas las alarmas, pero quizás, cuando pase algo de verdad, se nos escape de las manos. ¿Acabará entonces pasando inesperadamente lo esperado?
Barcelona, Madrid, Berlín, Viena… da igual los miles de policías que vigilen las ciudades, da igual las precauciones que tomemos. Estamos frente a personas que la muerte no les da miedo porque ellos ya lo están en cierta manera. Sus sentimientos han sido absorbidos por palabras atroces y llenas de odio frente a nuestros países. Solo conocen la muerte, el sufrimiento y la sed de venganza. Quieren hacer pagar a la población de la Unión Europea, lo que le están haciendo a la suya con la misma moneda.
El panorama que se nos presenta es triste, desolador y dramático, pero lo primordial es demostrar que no les tememos. El miedo es el peor enemigo del hombre, y este lobo es lo que quiere. El temor nos vuelve vulnerables, y esta vulnerabilidad es el blanco perfecto para hacernos bajar la guardia, y así, conseguir su objetivo. El reloj no se para, nuestra vida continua y nosotros decidimos como vivirla. Con o sin miedo.