En estos días de política de de guerrilla, en el que el panorama actual se ha convertido en un terreno yermo plagado de trincheras por el que vuelan los ataques, me viene a la memoria aquellos viejos concursos de nuestra niñez. Recuerdo uno especialmente, creo que se llamaba “¿Qué es un rey para ti?”. Pues un ejercicio similar es el que deseo realizar hoy. Lo he titulado “¿Cómo creo que debería ser un político?”.
Para empezar, creo que un político debería ser una persona orgullosa. El hecho de que tus conciudadanos te elijan para que les representes, defiendas sus intereses, cuides de su dinero tan duramente ganado y les protejas debería ser motivo de admiración. No todo el mundo está realmente capacitado para ello.
Otro aspecto que pienso que debería tener un político es el de un profundo sentido de la ética. No es fácil manejar finanzas públicas de tanta gente y no sentir la tentación de meter la mano. Pero una persona decorosa, que sabe de la responsabilidad y la labor para la que le han elegido, será capaz de aguantar.
También la moral y el sentido de la responsabilidad, ahondando en este último punto antes mencionado, es muy importante. Saber que has de proteger a los más desfavorecidos frente a intereses de poderosos que olvidaron sus escrúpulos antes incluso de su inocencia tiene que ser un trabajo muy duro.
Y es que no tiene que ser sencillo que un buen grupo de ciudadanos depositen sus esperanzas, ahorros y protección sobre tus hombros. Según los griegos, solo los mejores de entre el pueblo eran capaces de tal cosa. Manejar cantidades ingentes de dinero, ilusión y necesidad de tu gente, tus amigos íntimos, tu familia, tu comunidad… Un orgullo, un deber y una enorme responsabilidad mantenerse firme en sus convicciones en un puesto tan complejo y comprometido.
Si este texto llega a algún político profesional, me gustaría que perdiese cinco minutos de su tiempo, reflexionase sobre lo antes escrito e hiciese el siguiente ejercicio: Mire usted a su alrededor cuando esté en su puesto de trabajo. Piense bien en lo que ve. Busque en lo más hondo de su conciencia. Haga una labor de observación lo más objetiva y sincera que pueda. Luego, pregúntese a usted mismo, ¿cuánta de esta gente haría esto por orgullo, por representar a sus amigos y familiares, por la dignidad del que menos tiene, por la protección de los más desfavorecidos, por pura convicción, por un sentido de la ética y el rigor fuera de toda duda, por que el pueblo le ha elegido a él, únicamente a él por pura confianza, por amor a los demás, una persona que lo haría gratis si fuese necesario, uno de los mejores de este pueblo, y, en definitiva, por algo más que un negocio rentable que da bien de comer a final de mes? Si es capaz de señalarme a una sola persona, me ha cerrado usted la boca, pero me ha hecho feliz.
Y si no es así, para eso está el sufrafgio universal… También decía cierto griego -ese no era Platón- que lo más democrático es elegir a los dirigentes por sorteo… Y, personalmente, cada día pienso que tenía más razón éste último: porque la «preparación» no es signo de honestidad, y muchas veces es signo de clase social y de unos valores concretos y particulares de esa clase. Vaya, que todo esto es bastante complicado… Y bueno es que haya gente que, como tú haces en este articulo, vuelva al tema y reflexione sobre el mismo. Un saludo, josep turu.