Todos nuestros actos obedecen a una forma de entender la vida, aunque cuando los realizamos o nos manifestamos en un sentido u otro, no seamos conscientes de que ello es así, cuestión esta que no pasa desapercibida para un observador interesado y mucho menos para aquellos cuyo objetivo es “cambiar la sociedad”, o mejor dicho hacerse con el poder.
Cuando la convivencia trascurre de una manera pacífica, sin sobresaltos sociales, todos los individuos de la colectividad, salvo raras excepciones, estos normalmente muy ideologizados, no prestan más atención, ni se preguntan ¿a dónde vamos? o ¿si este es el modelo socialmente a seguir?, la gran mayoría vive en un estado más o menos de felicidad. De ahí la llamada “Paz Social”
Por el contrario cuando la cosa está complicada, digamos por ejemplo meses después del 23 de Febrero de 1981, intento de Golpe de Estado, la mayor parte de los ciudadanos no querían saber ni de política ni de los problemas sociales, querían mantenerse en un limbo político, excepto los comprometidos con ideologías tradicionales. No recuerdo que en aquella época alguien se manifestara como postmoderno. Más bien los que lo hacíamos era en defensa de un estado moderno de progreso y de libertades, por supuesto por un estado social y de derecho, en contra de cualquier forma de tiranía, las dictadura. Como lo hicimos en la transición política española que concluiría con la Constitución del 1978. Hoy el rio de la política baja revuelto, son tiempos convulsos, las preguntas que nos hacemos son muchas, las respuestas escasas y eso siempre que se acierte en el diagnostico social.
Después de la caída del muro de Berlín (1989), vivimos en un mundo globalizado, básicamente como consecuencia del progreso, este aun tiendo sus defectos y ser objeto de crítica por todas las corrientes modernas de filosofía política, tanto es así que hasta el capitalismo ha llegado a cuestionarse si debe o no refundarse, mientras que el debate izquierda-derecha se ha acentuado, básicamente por la quiebra del Estado del bienestar, a pesar de que algunos por estrategia quieran obviarlo.
En este totum revolutum, que es la vida política española, se han dejado ver los ideólogos de otras filosofías políticas, que ya creíamos olvidadas, a las que podíamos denominar nuevos “postmodernos” que en definitiva son el contrapunto al mundo moderno y al progreso, para volver al punto de partida.
Si prestamos atención a esta filosofía, a sus principios, nos será más fácil entender movimientos como el 15 M y la aparición de nuevas formaciones políticas que no ajenas a una realidad social caótica, pretenden en el fondo la implantación de un nuevo orden que va contra la modernidad y el progreso. Bien podríamos definirlos como “gente joven con espíritu de conservadores”.
Opciones políticas como Podemos y sus confluencias, entre ellas la de la Sra. Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, son buenos ejemplos de esta filosofía, basada en un a más que dudosa permisividad, tolerancia y la diversidad, haciendo una lectura retorcida de la declaración Universal de los Derechos Humanos.
El hecho que estos defensores del posmodernismo, digan tener superado la dicotomía ideológica de Derecha e Izquierda, que también entra en sus principios como contrarrevolución cultural y a favor de la nueva ilustración que pretenden imponer. Basada en la imagen, el individualismo y la dominación de las técnicas de la comunicación.
Su estrategia pasa por desautorizar a los líderes y a los teóricos de filosofía política consolidados, pero no por lo que puedan representar si no porque forman parte de una historia en la que no creen y que adaptan constantemente a sus intereses.
Podríamos estar de acuerdo en el repudio de determinados lideres por lo que han hecho o por lo que no han hecho, pero no por formar parte de la historia moderna de nuestro país. Pero los demócratas en lo que nunca estaremos de acuerdo con el Postmodernismo es en erradicar el periodo de la Ilustración, ya que es la fuente de la que beben todas las corrientes políticas modernas y en la que se basan los principios democráticos y los derechos humanos.
El postmodernismo prima, la imagen a los grandes discursos políticos, rechaza los elementos de progreso, se sitúa en el romanticismo más elemental basado en lo melancólico y en la nostalgia, desechando los pensamientos de un futuro mejor.
Este tipo de pensamientos, que en sí mismo no forman una ideología, son los que llevan a políticos como Pablo Manuel Iglesias o a Ada Colau Ballano, a instrumentalizar el sentimiento de desencanto manifestado en el Movimiento del el 15 M, o la marginalidad en la que se encuentran aquellos que no pueden pagar su hipoteca.
Manuel Pablo, estudioso de la filosofía política encuentra rápidamente en el asambleísmo, la mejor forma para potenciar su liderazgo ya que este es un método a priori como “muy democrático”, es fácil de manipular y posteriormente vendrá en control férreo de estos movimientos a través de las consignas.
Ada lo hace a través de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca o PAH, para hacer sus proclamas anti progreso, utilizando los medios de comunicación como el mejor instrumento para dar a conocer su verdad, no importa que esta sea o no, una verdad objetiva, lo que importa es el grado de convicción con que se trasmita, de ello dependerá su liderazgo a la vez que convierten a los medios en transmisores de “verdad”, lo que ya de por si es grave pues al final es una manipulación de la información con una manifiesta intencionalidad de hacerse con el poder.
Nuestros personajes, hacen saber a la colectividad que no quieren saber nada de política, presentándose así como líderes en contra de todos aquellos políticos que de una manera u otra han llevado a la sociedad a la crisis económica, apartándose de lo que podía ser la política tradicional y reformista.
Es obvio que estas filosofías postmodernas en ningún caso tendrían éxito si no fuera por los interese políticos y partidistas de las fuerza tradicionales, nacen para desgastar al adversario político de la fuerza predominante. Para ello es necesaria la participación de los grandes medios de comunicación, dicho sea de paso en manos del capitalismo, convirtiéndolos en fundamentales para el postmodernismo. De ahí el dicho, si no estás en los medios de gran difusión, sencillamente no existes para la sociedad, lo mismo sucede con las llamadas redes sociales.
Si entendemos estas situaciones, entenderemos porque Pablo Manuel un día puede ser de extrema izquierda y al día siguiente socialdemócrata, podemos entender el desorden de la vida social de Barcelona fomentado por Ada Colau, con el tema de los manteros o de la emigración, o podemos entender el poco respeto a la propiedad privada dando coberturas a los ocupas e incluso manifestándose junto a ellos.
Estas situaciones no son exclusivas de los personajes a los que aludimos, si no que es representativo en otros parajes donde gobierna Podemos o como actualmente se les llama “Comunes” es decir Cádiz, Madrid, Cartagena y un puñado de comunidades o en algunas ciudades más.
El postmodernismo desde el punto de vista social no deja de ser un atentado al mundo moderno y al progreso, en definitiva atenta contra los valores occidentales, que bajo una capa de progresismo, sin duda mal entendido, hace cada día más difícil la convivencia.
La llegada del postmodernismo a las instituciones, ha hecho que muchos ciudadanos que no sabían que era ser xenófobos, se cuestionen ahora sí lo son o no, no han acabado entender bien eso de la pluralidad cultural y lo de la riqueza de la diversidad.
El postmodernismo, llega a explicar políticamente los atentados de ETA, o llega prácticamente a justificar el terrorismo islamista.
Muchos otros que creían haber olvidado las prácticas dictatoriales, han visto reflejados en ciertos acontecimientos protagonizados por estos postmodernos otros tiempos de triste recuerdo,” aquí las cosas se hacen porque lo mando yo”.
Estos engendros políticos como escribía en mi artículo publicado en https://liverdades.com , titulado “El necesario apoyo de Frankenstein” son de hecho la contrarrevolución a la modernidad, no aceptan los principios de democratización de igualdad y de ciudadanía, que son en definitiva nuestro salvoconducto como civilización occidental, ante los intentos de fragmentación de nuestra sociedad, de la precarización del estado nacional y del ya depauperado estado del bienestar.
Este artículo de opinión entre otras cosas pretende enviar un mensaje, ya no a los ciudadanos en su calidad de electores, va más allá, pretende llamar la atención a los actuales lideres políticos de la consecuencia que acarrearía un pacto de investidura o de gobierno con el postmodernismo.
Lo único que queda claro en este artículo, al margen de su pretendida desautorización de ciertos personajes políticos por su enfrentamiento al «progreso», es que no sabemos a qué denomina progreso. Solo deseo que no pretenda que el progreso sea la creciente desigualdad en la que está inmersa España y el mundo.