El miedo al qué dirán

Hoy no voy a hablar sobre economía… resulta cargante. Y aunque no me suele gustar hablar acerca de estos temas, voy a rebajarme para discutir sobre un futuro suceso que genera ecos antes de que ocurra en tiempo real.

Os hablo del fútbol. Concretamente, de la final de copa que se celebrará el próximo 30 de Mayo y en la que se verán las caras dos equipos, procedentes de dos comunidades autónomas en las que el sentimiento independentista, parece estar, no sé si en boga, pero sí al menos, arraigado en la sociedad. Y es a raíz de ese encuentro, que tuvo un referente no muy distanciado en el tiempo, en el que ambos equipos se enfrentaron en la final de la misma competición allá por el 2009, por el cual en media España la masa social se presta a moverse y a discutir… Qué triste es el país en el que su ciudadanía se mueve más y de manera más organizada a presenciar un evento deportivo, que en una manifestación que busque un panorama económico-político-social, mejor que el existente hasta la fecha.

Eso es España hoy día (y desde hace ya varias décadas por desgracia) un país en el que la sociedad se deja boicotear y aplastar por sus gobernantes de manera sistemática, pero que lucha consigo misma por ver qué equipo, afición o color deportivo, es el mejor de… de… ¿quién sabe? El fútbol es fútbol, y no una demostración de cultura, capacidad, sacrificio, superación personal… A día de hoy, el fútbol, es como las tabletas de “soma” que Aldus Huxley hace ingerir a sus personajes en “Un mundo feliz”. Un opiáceo de efecto placebo con el cuál, logramos digerir y sepultar nuestros pesares y ambiciones personales para así dejarnos manipular libremente.

Y como muestra clara de que el fútbol es un instrumento mediático de manipulación de voluntades, nos topamos con la principal aspereza que ha levantado el encuentro previsto para mayo en el cual, una pitada al himno nacional, sirve de manera muy efectiva para que los fanáticos al fútbol o ultras, se transformen en fanáticos ideológicos y “salvapatrias” o “besabanderas” del todo a cien. El fútbol, como método para hacer política. Llamar a un evento deportivo como “Copa del Rey” (nombre que ha evolucionado con el tiempo en función de qué o quién le sacase brillo con sus posaderas al trono), sirve como aliciente para politizar algo tan inofensivo como un deporte que la gran mayoría de niños y niñas de todas las generaciones, han practicado de manera imaginativa con sus amistades.

Ese simple hecho, catalogar un torneo como competición del jefe de estado en vez de competición del país, hace que en ciertos puntos del territorio nacional, las gentes, se sientan insultadas.

Hay quienes argumentan, que no es de recibo tener que aguantar a la monarquía española, ya no solo en su palacio, sino que encima, han de tener que soportarlo en la vía de escape que muchos ciudadanos utilizan como método para distraerse de su vida cotidiana… el fútbol. Sin embargo, esa moneda tiene dos caras y en la otra cara, muchos dicen que la copa es del rey y que por ende, se ha escuchar, respetar y aplaudir no solo el himno nacional, sino al jefe de estado de turno, que es quién hace entrega del trofeo o las medallas.

Para gustos colores. Pero lo que subyace realmente por parte de las autoridades, es el miedo al qué dirán los demás. Una competición que se puede ver por internet, por la televisión, se puede leer crónicas sobre la misma en periódicos de medio mundo al día siguiente… no hay posibilidad de apartar los focos de en medio. Y por ello el hecho, más que probable, de que se genere una pitada entre setenta mil u ochenta mil personas que no sientan el himno y la bandera como suyos ante medio mundo, es una imagen que afea la “marca España”.

Ese terrible círculo vicioso de: “yo me quejo y tengo poder y tú tragas y no tienes poder, por lo que el que no tiene poder se queja públicamente y con mucho ruido para menoscabar la autoridad del que sí tiene poder”, acaba por producir un malcontento en la sociedad por algo tan nimio como un evento deportivo, que además, tiene solución harto evidente. Si se quiere contentar a la gente que va a ver fútbol, la solución más factible, es crear un himno a parte y llamar de otro modo a la competición.

Hagamos un ejercicio de imaginación en el que en esa futura copa, en vez de sonar el himno de España, sonase una canción tipo el “we will rock you” de Queen y en vez de verse banderas y birretes con los colores de la nación, se viesen únicamente, los colores de los dos equipos que se enfrentan en esa ocasión. ¿Sería tan difícil catalogar a esa competición como la Copa de Fútbol o la Copa a secas? Ni alusiones al rey ni a la nación ni nada que sea susceptible de ser utilizado como arma política… ¿Es tan complicado?

Parece ser que sí. Sobe todo, si el miedo al qué dirán los demás de ti como nación, perdura en la mente de los que tienen el poder para cambiar las cosas. Mientras sigamos politizando el deporte y no disfrutándolo, haciendo a las generaciones venideras, luchadores de una causa política o ideológica heredada de nuestros padres y abuelos, mientras esa conducta siga instaurada en lo más profundo de nuestro ser, el fútbol o cualquier deporte, habrá perdido… en el más amplio sentido de la palabra. Seamos un poco más coherentes y disfrutemos de un evento meramente deportivo. Sin himnos, sin banderas, sin reyes ni políticos… solo veintidós deportistas y un balón, arropados por los miles de aficionados que con toda la ilusión del mundo, han acudido al evento a ver, oler y disfrutar de un gran partido.

Un saludo a todos los que disfrutan solo, repito, SOLO, del fútbol.

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