El liberalismo abraza el fascismo

© Javier Díez Moro / Escritor y columnista

A la memoria de mi amigo Bernardo Fuentes Bobo

Cuando el neoliberalismo imperante se ve desbordado en los sistemas democráticos, bien por los votos o por la contestación en la calle, comienza por aliarse con la extrema derecha, a la que blanquea y normaliza, impregnándose muy pronto de su ideología, y acaba por abrazarse a ella (y a sus principios) para poder continuar en el poder. Es así como en muchos países europeos y americanos el liberalismo abraza el fascismo y se metamorfosea en él.

Parece innegable que estamos en un nuevo ciclo histórico. La mayor parte de los valores que han sustentado el libre mercado globalizador hacen aguas y la incertidumbre es la tónica de este tiempo presente. Estamos inmersos en una especie de estupor colectivo. El momento actual cada vez colma a menos gente y, por contra, favorece a una creciente minoría de privilegiados. Cuando los humillados se asoman al futuro, buscando esperanza, encuentran desaliento y vértigo, que, en bastantes casos, se transforman en estallidos de angustia, malestar, indignación y sublevación.

El momento presente flaquea y el mañana no llega. Probablemente la inmensa mayoría de los indignados no sepa hacia dónde ir, pero a buen seguro si saben meridianamente lo que no están dispuestos a soportar. Las viejas creencias dominantes del pensamiento liberal se fisuran, replegándose para dar paso a una incredulidad extremista que ya conocimos en momentos muy oscuros de la historia del siglo XX, al tiempo que tratan de agarrarse a alguna nueva certidumbre donde enraizar las esperanzas.

Hace algún tiempo, el liberalismo podía jactarse de su filiación democrática, su tolerancia cultural y conmiseración por los pobres, porque, con independencia del partido político victorioso, los ricos siempre triunfaban en el mundo en el que las alternativas de mundos posibles estaban diseñados a su medida.

El neoliberalismo, como teoría política y económica, se caracteriza por reducir al mínimo la intervención del Estado, lo que, en sus últimas consecuencias, conlleva tener que vivir en una sociedad que se asemeja a una jungla donde viven solo los más fuertes y los demás, la inmensa mayoría, sobrevive a duras penas. Esta teoría, que comenzó a descollar en los años 70’ y tan en auge en las últimas décadas, es una forma de liberalismo que apoya la libertad económica y el libre mercado, siendo sus herramientas fundamentales la privatización y la desregulación.

Los neoliberales (o nuevos liberales) apuestan por el libre comercio, un Estado mínimo, un Banco central autónomo y regulador de la moneda, la reducción al máximo del gasto público, las privatizaciones (incluyendo los sectores estratégicos del país), la bajada de impuestos a las personas más ricas con el fin de impulsar una economía de oferta, la reducción de los impuestos directos (IRPF) y el incremento de los indirectos (IVA), las reformas estructurales con el fin de terminar o reducir a la mínima expresión el Estado del Bienestar, así como las reformas laborales que tienen como consecuencia la precarización y la pérdida de derechos de los trabajadores.

Dos hitos del movimiento neoliberal fueron los gobiernos de Margaret Thatcher (Reino Unido, 1979-1990) y Ronald Reagan (Estados Unidos, 1981-1989), que, de algún modo, El liberalismo abraza el fascismosupusieron en occidente un cambio generalizado de la socialdemocracia y el liberalismo progresista hacia sistemas obsesionados primordialmente por promover los mercados, cada vez más libres y menos regulados, a la vez que mostraban su cara más amable con el mundo de los negocios y el capital, y mano dura con los trabajadores. A partir de 1980, el neoliberalismo resurgió con fuerza, acogiendo las ideas económicas que estaban siendo formuladas por la Escuela de Chicago, bajo el liderazgo de Milton Friedman, uno de los economistas más influyentes del siglo XX, o los Chicago Boys (grupo de economistas chilenos, formados mayoritariamente en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, siguiendo el ideario de Friedman y Arnold Harberger, y que, a su regreso a América Latina, adoptaron posiciones en diversos gobiernos totalitarios de América del Sur). Un ejemplo de ello son las reformas económicas realizadas en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet y en la Argentina bajo la Junta Militar de Videla, Massera y Agosti. Estos hechos, entre otros, acaecidos en el período de la Guerra Fría, sumado al desmembramiento de la URSS, establecieron las bases de la llamada globalización.

Aunque el término «neoliberalismo» ha ido cambiando con el tiempo en cuanto a su uso y su definición, y en nuestros días no hay un criterio común para referirse a él, es utilizado por lo general como una expresión asociada a la derecha, siendo empleado de manera coloquial para englobar una gran variedad de ideas dispares presentes dentro de los espectros del «liberalismo» y el «conservadurismo».

Parece evidente que desde hace años ni los de arriba tienen criterios compartidos de hacia dónde hay que caminar, ni los de abajo confían en el viejo camino que los de arriba les señalaban. Esta críptica situación, prolongada en el tiempo, ha desembocado en estallidos de angustia, malestar social, indignación y sublevación en distintos países de Europa, Asia, África y América Latina. Sin duda se trata de síntomas de una convulsa época de ansiedades desatadas que apenas comienza. Ejemplos de ello son el 15-M y el Movimiento de Indignados en España; Occupy Wall Street en Estados Unidos; Mouvement des gilets jaunes (chalecos amarillos) en Francia; La Primavera Árabe de 2011, que se inició en Túnez y acabó por extenderse a todo el mundo árabe; Movimiento Estudiantil contra el gobierno de Sebastián Piñera en Chile; levantamientos populares en Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia; Movimiento de Indignados de 2017 en Rumanía; Movimiento Estudiantil de Hong-Kong; etc.

En la España actual los partidos de derechas (PP y Ciudadanos) y el neofascista (VOX) dicen ser liberales, y, en mayor o menor grado, se puede decir que defienden estos principios económicos. El gran partido de la izquierda, el PSOE, considerado de socialdemócrata por un sector destacado de la sociedad, para otros muchos, en cambio, en lo referente a lo económico es un partido liberal o socialdemócrata de baja intensidad. Solo Unidas Podemos parece recuperar, a la vista de sus programas electorales y las políticas que impulsa, el espíritu socialdemócrata que tanto bienestar social trajo en la década de los 70’ a la mayor parte de los países de la Europa occidental, un período que fue conocido como «la edad de oro» de la socialdemocracia. Aquel modelo de estado llegó a ser aceptado tanto por los partidos de izquierdas como por los de derechas. En aquellos tiempos prácticamente nadie discutía, como ocurre actualmente, la defensa de los derechos sociales amparados en la Constitución (educación, sanidad, pensiones, condiciones laborales, acceso a la vivienda, etc.).

En nuestros días, el mundo anda sumergido en una incertidumbre de destino. Las élites dominantes divergen sobre cómo salir del atolladero económico y medioambiental que han provocado ellos mismos, la utopía neoliberal se diluye y los sumos sacerdotes del libre mercado ya no tienen a sus pies a feligreses a quienes embaucar con redenciones futuras a cambio de complacencias presentes; cada vez menos, sirve la promesa de «alcanzar el paraíso a cambio de la resignación terrenal».

La Crisis Financiera Global de 2008, también conocida como la Gran Recesión, hizo que se tambaleara el sistema capitalista. El mismo presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, propuso en aquellos días trágicos refundar sobre bases éticas el capitalismo, convocando a los más importantes líderes mundiales antes de fin de año para reconstruir, partiendo de cero, el sistema financiero internacional, tal y como se hizo en la conferencia de Bretton Woods tras la II Guerra Mundial. Aquella crisis movió los cimientos de la economía mundial como no había vuelto a ocurrir desde la Gran Depresión del 29 (iniciada en Estados Unidos y que se prolongó casi durante una década, afectando a la mayoría de los países del mundo).

El liberalismo abraza el fascismoDel mismo modo que la Gran Depresión del 29 motivó que algunos estadistas y analistas económicos se cuestionaran la capacidad del libre mercado para encontrar un equilibrio por sí mismo, con la Crisis Financiera Global de 2008 (que no se superó hasta 2014) saltaron las mismas alarmas. Pero, tanto en una ocasión como en otra, finalmente todo quedó en unos simples buenos propósitos. El retraimiento de los mercados y el severo ajuste económico, capitaneado en Europa por Alemania, acarreó unas demoledoras políticas de austeridad. Millones de españoles se vieron afectados por las políticas del PP. Mariano Rajoy y otros prebostes neoliberales trataron de inculcar en la memoria colectiva de los españoles que «habían vivido por encima de sus posibilidades» y que, por tanto, la única receta para salir de la crisis era la austeridad. Millones de familias se empobrecieron, perdieron sus empleos y sus viviendas, crecieron las colas del hambre desmesuradamente, hubo drásticos recortes en los salarios y en las ayudas sociales, etc. Mientras, unos cuantos sacaron partido de la situación. Las grandes fortunas crecieron y la brecha social alcanzó cotas nunca antes vistas.

Recientemente la pandemia de COVID-19, iniciada en 2019, ha conllevado una nueva crisis económica que, en muchísimos casos, ha supuesto ahondar en el empobrecimiento de las familias. En España (y en la Unión Europea), por fortuna, en esta ocasión se han aplicado medidas muy diferentes a las de la anterior crisis. El gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos desplegó enseguida una batería de medidas económicas y sociales destinadas a paliar los efectos negativos de la crisis. La canciller federal de Alemania, Angela Merkel, comprendiendo el grave error de las políticas de austeridad recomendadas en la anterior crisis, se convirtió en el principal adalid del impulso del gasto. En mayo de 2020, la Comisión Europea aprobó un plan de recuperación valorado en 750.000 millones de euros para ayudar a los países miembros de la UE a enfrentar la crisis desatada por el coronavirus. De esa cantidad, 500.000 millones se desembolsarán en forma de subvenciones a fondo perdido y 250.000 como préstamo. En España, la oposición de PP, Ciudadanos y VOX, no solo no ha apoyado al gobierno en sus medidas sanitarias y económicas, sino que incluso se ha dedicado a torpedearlas de manera irresponsable.

El liberalismo abraza el fascismoUna vez más, desde la época de José María Aznar, cuando tuvo que pasar a la oposición al perder las elecciones de 2004, en opinión de muchos, por apoyar la participación de España en la guerra de Irak y por mentir a los españoles sobre la autoría de los terribles atentados del 11-M, la derecha se desentiende de las responsabilidades de Estado y fija todo su interés en desgastar al gobierno al precio que sea para obtener rédito electoral. El PSOE ha cometido importantes errores con sus políticas pasadas, pero, desde la oposición, en las llamadas cuestiones Estado, ha estado siempre al lado del Gobierno.

Quien fue tres veces vicepresidente de Bolivia (2006-2019), Álvaro García Linera, docente e El liberalismo abraza el fascismoinvestigador y autor de numerosos libros y ensayos de sociología y teoría social, dijo en un artículo: «Ya no quedan dudas de que el modelo neoliberal es incapaz de dar respuesta a los grandes problemas que siguen aquejando a la sociedad: altos índices de desempleo, trabajo en negro, pobreza y exclusión social». El neoliberalismo y sus acólitos de la derecha aseguraban que bastaba con el crecimiento económico para lograr la prosperidad social, que el crecimiento de los grandes grupos difundiría los beneficios hacia el resto de la sociedad productiva y laboral. Pero no ha sido así. Con esta prédica no ha existido un correlato distributivo y de cohesión de la base social.

Según García Linera expone en su artículo: «Estamos ante la descomposición del neoliberalismo político que, en su fase de ocaso y pérdida de hegemonía, exacerba toda su carga violenta y está dispuesto a pactar con el diablo, con todas las fuerzas tenebrosas, racistas y antidemocráticas, para defender un proyecto ya malogrado». Y más adelante concluye: «La democracia se revitaliza desde abajo, pero paradójicamente por ello, se ha convertido en un medio peligroso para los ideólogos neoliberales que fueron demócratas en tanto el voto no pusiera en riesgo el consenso privatizador y de libre mercado. Pero, ahora que la calle y el voto impugnan la validez de este único destino, la democracia se presenta como un estorbo y hasta un peligro para la vigencia del neoliberalismo crepuscular».

La manera en que los partidos de derechas reaccionan ante la pérdida de poder en las urnas cada vez en más lugares del mundo, desgraciadamente, viene a confirmar el diagnóstico de Álvaro García Linera sobre el ocaso del neoliberalismo. La derecha y la extremaderecha españolas no paran de agitar la idea de que el gobierno de Pedro Sánchez es ilegítimo. Desde el PP, Pablo Casado, Teodoro García Egea, Isabel Díaz Ayuso y José María Aznar (gurú de los otros tres, además de su marionetista) aprovechan cualquier ocasión para enviar sus dardos envenenados contra el gobierno y, de manera indirecta, contra la misma democracia española. El discurso de VOX es aceptado por PP y Ciudadanos, al tiempo que se ha ido filtrando en poco tiempo a los propios cimientos de ambos partidos. En ocasiones, y cada vez más, resulta difícil establecer diferencias entre los discursos de Pablo Casado y Santiago Abascal.

El liberalismo abraza el fascismoEl trumpismo no ha muerto con la salida de la Casa Blanca de Donald Trump. El expresidente republicano no es algo anecdótico en la reciente historia de los Estados Unidos, él y sus soflamas populistas y mentirosas son un producto del momento actual. En España, la entrada de VOX en las instituciones políticas tiene que ver con la ofensiva a escala internacional de la extremaderecha neofascista y al apoyo económico y logístico que Trump ha brindado a todas estas formaciones.

Donald Trump (y sus «trumpitos» brasileños, bolivianos, peruanos, húngaros, polacos, italianos, franceses, alemanes, noruegos, finlandeses o españoles) necesitan tener el poder a cualquier precio; si es por mediación de las urnas, vale, pero cuando estas les dan la espalda, entonces no dudan en arengar a las masas, denunciando «fraude electoral». Recientemente hemos visto lo que ha ocurrido en Perú con la victoria a las presidenciales de Pedro Castillo, un profesor rural de izquierdas. La candidata Keiko Fujimori, en línea con el trumpismo, ha señalado «fraude electoral»; ella y distintos aliados insistieron en que el fraude electoral existía sin aportar ninguna prueba seria y pese a que las autoridades y observadores internacionales lo negaron con contundencia. Keiko Fujimori, no resignada a perder democráticamente, solicitó abiertamente anular las elecciones y coqueteó incluso con la amenaza de un golpe militar, emparentándose de ese modo, ideológica y tácticamente, con Trump, que instigó a sus seguidores a tomar violentamente el Congreso de Estados Unidos en enero 2021, ante la perplejidad de millones de telespectadores de todo el mundo. Tras una larga espera, Pedro Castillo ha sido proclamado al fin de manera oficial presidente de Perú.

El liberalismo abraza el fascismoAlgo similar tuvo lugar en Bolivia con el candidato presidencial Carlos Mesa que, al conocer su derrota en noviembre de 2019 contra Evo Morales, invocó al grito de «fraude electoral» a los suyos. Dos informes de la Organización de los Estados Americanos (OEA), uno preliminar antes de la publicación de los resultados oficiales y el informe final emitido con posterioridad, dieron cuenta de supuestas irregularidades en el recuento de votos. Un clima de protestas y algaradas tuvo lugar de inmediato. Evo Morales, para evitar enfrentamientos, mediante el canal de televisión estatal presentó su renuncia a la presidencia de Bolivia, tras perder el apoyo de policía y ejército. Posteriormente, la Universidad de Michigan, el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELOG), investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y diferentes entidades internacionales se pronunciaron desmintiendo el informe de la OEA y dando por válidos los resultados electorales que habían aupado a Evo Morales a la presidencia.

El liberalismo abraza el fascismoOtro tanto podríamos decir de la llegada al poder de Jair Bolsonaro en Brasil, exmilitar de extremaderecha, que únicamente reprocha a las dictaduras brasileñas que hubo entre 1964 y 1985, el solo haber torturado en vez de haber matado a los izquierdistas. Al frente del Partido Progresista (PP) y con el apoyo del Partido Social Liberal, logró alcanzar la presidencia del país en 2018. Antes, durante años se fraguó un complot para intentar derrocar y, después, ensuciar el nombre de Lula da Silva y otros miembros del Partido de los Trabajadores (Dilma Rousseff, sucesora de Lula y presidenta del país entre 2011 y 2016). Finalmente, el complot tuvo efecto. Lula sería condenado en primera instancia a nueve años y seis meses, acusado de corrupción pasiva, entregándose él mismo a la Justicia el 7 de abril de 2018. El expresidente estuvo 580 días encarcelado e imposibilitado para presentarse a las elecciones presidenciales de 2018, que ganó Jair Bolsonaro. Recientemente, un joven hacker filtró la prueba de que, en efecto, había existido un complot. Walter Delgatti, conocido como Vermelho, dio luz al chat privado entre fiscales y el entonces juez Sérgio Moro para condenar al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en la Operación Lava Jato.

El ruido y la crispación política, sumado a las crecientes denuncias de «fraude electoral» que se extiende por las Américas, y que seguramente se irán haciendo cada vez más presentes en Europa, no son solo un simple aullido de los derrotados, son la desesperada consigna de las ahora minorías neoliberales, con el fin de atacar la institucionalidad democrática y la legitimidad del voto como modo de elección de gobiernos. Estas minorías neoliberales, incapaces de dar ya respuesta a los problemas presentes de la sociedad, se alían con el neofascismo como única forma de mantener sus privilegios y, de paso, atornillar unas reglas que hace décadas dejaron de funcionar. Y, en esta tesitura, como dice Álvaro García Linera, «el golpe de Estado tiende a instalarse como una opción factible en el repertorio político conservador. Y todo ello lo hace cabalgando un lenguaje enfurecido que aplasta en su galope cualquier respeto por la tolerancia y el pluralismo. Enarbolan sin reparos el supremacismo racial contra indígenas y migrantes por igual. Desprecian el inconformismo plebeyo al que califican de expresiones de “hordas salvajes”, “ignorantes”, “alienígenas” o “terroristas”. Y en un anacronismo risible, desempolvan la fraseología “anticomunista” para encubrir con miedos atávicos la sumisión violenta de los pobres, las mujeres, los izquierdistas. Y así, el neoliberalismo va degenerando en un acomplejado neofascismo».

En España, Pablo Casado, desde que en 2018 se convirtió en presidente del PP y candidato a la presidencia de Gobierno, ha exhibido una hoja de ruta cuajada de vaivenes ideológicos. Si Albert Rivera se ganó a pulso el calificativo de «la veleta naranja», Pablo Casado muy bien podría ostentar el de «la veleta azul». La personalidad de este político es acomodaticia a los vientos que soplan en cada momento, carece de serias convicciones y su máxima parece ser «todo vale con tal de llegar al poder».

Capítulo aparte es la ideologización de la Justicia. También en este poder y pilar del sistema democrático ha calado el discurso neofascista y, a menudo, vemos actuaciones judiciales que deberían poner la cara colorada a más de uno. Sobreseimientos, archivos de causas o sentencias, muchas de ellas fundamentadas en tesis excesivamente débiles o, incluso, surrealistas, dejan en la perplejidad a muchos ciudadanos.

El liberalismo abraza el fascismoEl sector más duro del PP actual, visibilizado con Pablo Casado, Teodoro García Egea e Isabel Díaz Ayuso, asumen sin vergüenza la cohabitación con los neofascistas de VOX y hacen suyo, cada vez con más frecuencia, el ideario de Santiago Abascal.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, no solo está eclipsando a Casado, sino que es la que muestra mayor convicción a la hora de abrazar el neofascismo. Pues no es nada casual que la prensa internacional la esté etiquetando como «la Marine Le Pen española» (semanario alemán Der Freitag), «la Dama de Hierro», en alusión a Margaret Thatcher (The Times), «la Trump española», tras acusarla de manipular los datos sobre el coronavirus (revista alemana Stern), «la política trumpista española», en un artículo titulado El liberalismo abraza el fascismoLos votantes apoyan a la trumpista que mantuvo Madrid abierto –durante la pandemia (The New York Times). La lideresa del PP, que amenaza con comerle la tostada a Casado, incluso se atreve a frivolizar al hablar de fascismo: «Cuando te llaman fascista sabes que lo estás haciendo bien. Estás en el lado bueno de la historia» o «Dios no me hizo perfecta y por eso no soy de VOX». Díaz Ayuso, durante la campaña electoral, se atrevió a decir que el Partido Popular difería en temas específicos de VOX, pero también que los dos partidos tenían suficientes puntos en común como para trabajar juntos en Madrid. Mientras tanto, el marionetista José María Aznar, agita los hilos que mueven a sus criaturas, logrando que cada día todos ellos den más pasos hacia el neofascismo.

El liberalismo abraza el fascismo«Libertad o socialismo» y, posteriormente, «Libertad o comunismo», frases estrella de la campaña de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, vienen a confirmar el recurrente sermón «guerracivilista» que, al igual que VOX, viene utilizando el Partido Popular desde hace tiempo. Sus reiteradas alusiones al Frente Popular, en referencia al gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, son otro ejemplo de ello. Incluso, recientemente, en un arrebato calculado de ignominia y, tal vez, de ignorancia histórica, Pablo Casado ha llegado a justificar el golpe de estado de Franco en 1936, cuando afirmó en el Congreso que «la Guerra Civil fue un enfrentamiento entre quienes querían la democracia sin ley y quienes querían la ley sin democracia». Hasta ese momento el líder del PP había utilizado la Ley de Memoria Histórica para, entre otras cosas, reírse de la oposición y llamarles «carcas que están todo el día con la guerra del abuelo, con las fosas de no sé quién…».

El grueso de los historiadores y, entre ellos, Roberto Fernández, Premio Nacional de Historia 2015, han criticado duramente las palabras de Casado. «Negar la existencia de leyes durante la II República es mentir. Aquellas leyes y su Gobierno elegido libremente fueron asaltados por las armas de quienes quisieron acabar con esa legitimidad. Aquello condujo a la Guerra Civil y esto es poco discutible a estas alturas», comentó Fernández.

Antonio Cazorla, investigador y catedrático de Historia Contemporánea de Europa, en la Trent University de Ontario, también mostró su indignación con Casado: «Sus declaraciones podría haberlas hecho Viktor Orbán (primer ministro de Hungría). Ha equiparado un Gobierno legítimo con un golpe de Estado fascista y con un argumento falaz». Según Cazorla, «la declaración del líder del PP está basada en la ignorancia de la extrema derecha, que refleja un déficit de conciencia histórica y democrático que puede afectar a las instituciones».

El liberalismo abraza el fascismoEl revisionismo acerca de la II República y la Guerra Civil no es nuevo, pero es innegable que desde la aparición de VOX los casos se incrementan de manera alarmante. Esta formación ultra, cuajada de franquistas, falangistas, neonazis, y que no ha condenado ni la dictadura ni los crímenes cometidos durante los 36 años de su existencia, está marcando una ruta que recuerda a la que marcaron los partidos de derechas en los años previos al golpe de estado que dio origen a la Guerra Civil.

El liberalismo abraza el fascismoHace escasos días, en un acto en Ávila al que el PP invitó a Ignacio Camuñas, exministro de UCD y uno de los padrinos de VOX, este negó que fuera un golpe de estado lo que provocó el inicio de la Guerra Civil. «Si hay un responsable de la guerra, este es el Gobierno de la República», dijo y, días después, añadió «La sublevación militar de 1936 fue el alzamiento de la mitad del país contra la otra mitad».

El liberalismo abraza el fascismoAgustín Rosety, general de Infantería de Marina retirado, y diputado de VOX por Cádiz, ha escrito hace poco en su perfil de Twitter: «Que no. Que no fue un golpe militar. Que fue media España que se alzó contra la otra media porque estaba siendo agredida. Igual que estáis haciendo ahora, ¡sectarios!». Este diputado formó parte de los 181 militares que en el verano de 2018 firmaron el manifiesto Declaración de respeto y desagravio al general Francisco Franco Bahamonde, soldado de España”. No resulta descabellado concluir El liberalismo abraza el fascismoque el mensaje de Rosety «Que fue media España que se alzó contra la otra media porque estaba siendo agredida» tiene relación directa (y alarmante) con aquel chat del antiguo general de división Francisco Beca: «No queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta» (es decir, a media España). Fue en diciembre de 2020 cuando se filtraron algunas de las escalofriantes conversaciones que se mantenían en el grupo de wasap La XIX del Aire, integrado por altos mandos militares retirados y, entre estos, el general de división Francisco Beca, todos ellos pertenecientes a la XIX promoción del Ejército del Aire. Algunas de las barbaridades que pudieron escucharse en el chat de este grupo fueron: «No quiero que estos sinvergüenzas (en referencia a los partidos de izquierdas) pierdan las elecciones. No. Quiero que se mueran todos y toda su estirpe», «¡Preparados para el combate! ¡A por los rojos! ¡levanta el ánimo y a la lucha!», «Algún día, alguien tendrá que empezar a hacer algo (legal o ilegal) contra estos hijos de puta», «Los filibusteros de la puta ANC (Asamblea Nacional Catalana) pagarán por esto y por otras cosas», «Qué pena no estar en activo para desviar un vuelo caliente (cargado de bombas) de las Bárdenas (acuartelamiento del Ejército del Aire en Navarra) a la casa sede de estos hijos de puta (Asamblea Nacional Catalana)», «Las “maniobras del 36” proporcionaron unos cuantos años El liberalismo abraza el fascismode progreso, aunque algunos lo pasaron mal», «¿Que Franco fusiló a mucha gente en la guerra y los años siguientes? Mi respuesta es que a muy pocos viendo la catadura de estos hijos de puta», «La sociedad española está dividida y los buenos son más cobardes que los malos en la actualidad. Solo queda (desgraciadamente) repetir la historia». Según el teniente coronel retirado José Ignacio Domínguez ha asegurado en diferentes medios, él se dio de baja del grupo de wasap cuando empezó a ver «el odio que había». Ciertamente, en este chat de odio existen referencias de los militares a “pronunciamientos”, ataques furibundos a los partidos independentistas, y también a homosexuales y feministas. Ejemplos: «Aguantar la semana mariconil (en alusión a la semana del Orgullo Gay) o la enseña maricona dentro del emblema de la Guardia Civil…» o «La juez acaba de archivar la causa del 8M (en alusión a la causa contra el delegado del Gobierno en Madrid que autorizó la convocatoria de manifestación feminista el 8 de marzo). Nos vamos a la mierda sin remedio».

Parte de este grupo de wasap, 39 jefes y oficiales, había enviado con anterioridad una carta al Rey, fechada el 10 de noviembre, en la que cargaba contra el «Gobierno socialcomunista, apoyado por filoetarras e independentistas, y amenaza de la descomposición de la Unidad Nacional», solicitando que el monarca interviniera para derrocarlo. Posteriormente, el 25 de noviembre, 73 miembros de la XXIII promoción de la Academia General Militar remitieron otra misiva a La Zarzuela en términos parecidos. El plan era que a la iniciativa de la XIX El liberalismo abraza el fascismopromoción del Ejército del Aire se fueran sumando otras promociones de militares, y ya se habían celebrado contactos con la XX del Aire, la siguiente a la suya, y con veteranos de la Escuela Naval Militar con la intención de incitar un pronunciamiento similar en la Armada. A raíz de estos acontecimientos, durante el tenso debate que se produjo en el pleno del Congreso, la diputada de VOX Macarena Olona, refiriéndose a estos militares, dijo: «Por supuesto que son nuestra gente», justificando además la gravedad del contenido de las cartas dirigidas al Rey por ser, según ella, una manifestación en favor de la unidad nacional de España.

Fulgencio Coll Bucher, jefe del Ejército de Tierra retirado y actual portavoz de VOX en el Ayuntamiento de Palma de Mallorca, mediante un artículo publicado en El Mundo Baleares, El liberalismo abraza el fascismodijo que la investidura de Pedro Sánchez es un “problema para la seguridad nacional”, pidiendo a “los poderes del Estado que actuasen”. Que es una manera, si se quiere velada, de hacer un llamamiento a un “golpe de estado”. En referencia a este hecho el presidente de VOX, Santiago Abascal, se solidarizó con la preocupación del general retirado que, como él, alerta sobre el traidor que habita la Moncloa, que ha impuesto en España una “dictadura progre”.

El liberalismo abraza el fascismoEl eurodiputado de VOX Hermann Tertsch es uno de los más beligerantes e incendiarios neofascistas que pueblan las redes sociales de este país. En su cuenta de Twitter (cancelada en alguna ocasión por sus reiterados exabruptos) acostumbra a inyectar todo su odio y su veneno. Comentar sus innumerables barrabasadas daría por sí solo para llenar todas las páginas de este artículo. Centrándonos únicamente en sus soflamas “golpistas”, cabe mencionar el tuit que publicó el 2 de enero 2019, cuando restaban 48 horas de la primera sesión plenaria de la investidura de Pedro Sánchez: «En estos días parece que todos los cómplices de Zapatero, desde el etarra Otegui a los comunistas Iglesias y Garzón, se esfuerzan por hacer inevitable la aplicación del artículo 8, para que las Fuerzas Armadas interrumpan un obvio proceso golpista de voladura de España como nación». Hermann Tertsch, como ya ha ocurrido en otras ocasiones por asuntos similares, fue demandado judicialmente por Unidas Podemos e Izquierda Unida por considerar que su tuit era una arenga al Ejército “a violentar el orden constitucional vigente” e impedir la formación del nuevo Ejecutivo formado por PSOE y Unidas Podemos. Es decir, el eurodiputado de VOX podía haber cometido un delito de provocación para la rebelión armada, otro de amenazas al Gobierno de la nación y un tercer delito de odio por promover de forma directa hostilidad y violencia por razón de ideología.

El revisionismo histórico es un síntoma, a la vez que una estrategia previa, dentro de un período muy concreto en el que las fuerzas de derechas tratan de conseguir el poder al precio que sea. La estrategia consiste en justificar el pasado (injustificable) para poder justificar acciones presentes y futuras (igualmente injustificables en un sistema democrático). Para los artífices del revisionismo todo vale. Por eso, en todos los países, los partidos de ultraderecha y derecha radicalizada, acuden a los mismos “reclamos”. Que si los ciudadanos no votaron libremente. Que si hubo fraude electoral. Que está en peligro la soberanía y la unidad nacional. Que existe una dictadura socialcomunista. Que el país se va a la ruina y habrá miseria y hambre…

Desdichadamente, el PP nunca ha roto con el franquismo. Su origen, primero como Alianza Popular (AP), después como Partido Popular (PP), fue netamente franquista. Actualmente, su adscripción a la corriente revisionista que está recorriendo Europa es un hilo conductor de la derecha y la extremaderecha, que va desde Hungría, Polonia, Eslovenia, República Checa, Austria, Italia, Suiza, Noruega y llega a España. Los primeros revisan y blanquean el colaboracionismo con los nazis durante la II Guerra Mundial, y en nuestro país se revisa y se blanquea el golpe de estado del 36 y la dictadura franquista.

El liberalismo abraza el fascismoEl inicio de todo este revisionismo histórico español se puede fijar alrededor de 2003, cuando José María Aznar llegó a citar entre sus lecturas de cabecera para aquel verano Los mitos de la Guerra Civil, un libelo escrito por el converso Pío Moa, que Aznar promocionó hasta el punto de sacarlo en la televisión pública en horario de máxima audiencia, además de asumir su ideario en la FAES. Desde entonces, Pío Moa ha suscitado multitud de críticas y protestas por parte del colectivo de historiadores nacionales e internacionales expertos en nuestra Guerra Civil. Francisco Espinosa Maestre, doctor en Historia, autor de varios estudios sobre la II República Española, la Guerra Civil, la represión franquista y la memoria histórica, dijo en una ocasión: «Ni Pío Moa es historiador ni sus libros son de historia. En realidad, estamos ante un simple propagandista y mediocre escritor al servicio del Partido Popular (en la actualidad, también de VOX), al que se le ha encomendado la misión de mejorar la imagen de la derecha española». No deja de ser curioso que las recientes declaraciones polémicas de Pablo Casado en el Congreso tengan tanto que ver con una afirmación de Moa cuando dijo: «Hoy es 18 de julio, aniversario del levantamiento legítimo contra un gobierno-régimen ilegítimo». Al nombre de Pío Moa cabría añadir los de otros pseudohistoriadores panfletarios, tales como: César Vidal, Ángel David Martín Rubio, José Javier Esparza, Fernando Paz, Jesús Palacios Tapias o Federico Jiménez Losantos.

El sociólogo Iago Moreno, especializado en el estudio de los vaivenes de la derecha, destaca un fenómeno a menudo desapercibido: «lo que Pablo Casado hace es adaptarse a una línea argumental completamente blanqueadora del relato franquista de la que se nutren los cuadros e intelectuales del PP».

Pese a todo, a día de hoy, en la Unión Europea ser demócrata lleva consigo ser antifascista, mientras que en España la Transición permitió a la derecha no renunciar a nada, lo que facilita sin ninguna duda unos pactos con la ultraderecha que en Alemania y Francia están vetados.

El liberalismo abraza el fascismoEstamos ante la alianza del pensamiento neoliberal con la extrema derecha. Desde el Partido Popular y, en ocasiones, también desde Ciudadanos, se blanquea y se normaliza el discurso neofascista de VOX e, incluso, se participa de él. Donald Trump o Jair Bolsonaro, entre otros muchos, son dos grandes referentes internacionales de todo este movimiento neofascista de corte populista y, en apariencia, de estilo más moderno que sus predecesores del siglo XX. El nuevo fascismo, es innegable, no para de crecer en todo el mundo y, como consecuencia, como si fuese su tabla de salvación, “el neoliberalismo abraza el fascismo”.

Aunque parezca innecesario, sí conviene recordar que el fascismo es una ideología, un movimiento político y una forma de gobierno de carácter totalitario, antidemocrático y ultranacionalista de extrema derecha. Su llegada al poder ha sido por diversos caminos a lo largo de la historia. No solo lo ha logrado mediante golpes de estado, sino también mediante elecciones (embarradas en mayor o menor medida), para luego, una vez en el gobierno, imponer una dictadura. De hecho, tanto el fascismo italiano como el nazismo alemán alcanzaron el poder de manera más o menos ortodoxa.

El liberalismo abraza el fascismoEn Italia, el Partido Nacional Fascista (PNF) se fundó el 9 de noviembre de 1921 y Benito Mussolini, en un clima de grandes tensiones, fue designado por el rey Vittorio Emanuelle III para formar gobierno, llegando al poder el 29 de octubre de 1922. En 1924 se celebraron elecciones generales en un ambiente cargado de tiranteces y violencia. De 7 millones de votos, algo más de 4 fueron a parar al PNF de Mussolini, mientras que 3 recayeron sobre la oposición. Sin embargo, los fascistas obtuvieron mayoría gracias a una ley electoral aprobada en 1923, según la cual el partido que obtuviese un 25% de los votos se alzaría con una representación de dos terceras partes de la Cámara. Lo que equivale a «conseguir el poder por los medios que sean». El escándalo y las protestas por parte de la oposición, la prensa, intelectuales, mundo académico y países extranjeros, arrinconaron a Mussolini. A pesar de su crítica posición, este conservó el poder merced al rey que no lo relevó del gobierno. A partir de entonces la labor de Mussolini se concentró en silenciar cualquier tipo de oposición. En 1925 suprimió los partidos políticos, los sindicatos y la libertad de prensa; mandó arrestar a los líderes de izquierdas y centenares de miles de italianos tuvieron que exiliarse. Nacía el Estado totalitario controlado por un líder fuerte e indiscutido: Sua Eccellenza Benito Mussolini, Capo del Governo, Duce del Fascismo e Fondatore dell’Impero.

El liberalismo abraza el fascismoEn Alemania, en 1919, Adolf Hitler se infiltró con la intención de espiar en las reuniones del Partido Obrero Alemán. Pero enseguida coincidió con las ideas del partido. Poco tiempo después, dio un discurso que encandiló a su militancia. En 1920, Hitler le dio un nuevo nombre a la organización: Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, más conocido como el Partido Nazi. Ya, en noviembre de 1923, intentó tomar el poder por medio de un golpe de estado. Fracasó y terminó entre rejas, cumpliendo una pena muy corta, y es liberado a finales de 1924. Durante ese período en la cárcel escribió Mein Kampf (Mi lucha), donde describe sus planes para Alemania. A finales de los años 20’ y principios de los 30’, los nazis consiguieron suficientes apoyos electorales para convertirse finalmente en el mayor partido político del Reichstag. En noviembre de 1932 se celebraron unas segundas elecciones parlamentarias, en las que, pese a haber perdido 2 millones de votos respecto a las elecciones anteriores, los nazis tuvieron el 33’1% del sufragio. Tras estas elecciones, el Partido Nazi supo mover los hilos de la política hasta lograr que el 30 de enero de 1933 Hitler fuese nombrado Canciller de Alemania por Paul Von Hindenburg, tras dimitir este de su cargo y habiendo sufrido fuertes presiones. La combinación de agudeza política, capacidad de engaño y astucia de Adolf Hitler convirtió la mayoría simple del partido en un efectivo poder de gobierno en la debilitada República de Weimar. Ya en el poder, los nazis crearon mediante un intenso sistema de propaganda una mitología alrededor de su ascenso. El período más oscuro de Alemania y de la historia reciente europea acababa de nacer.

En ambos casos, tanto en Italia como en Alemania, y eso es lo que debe ser motivo de reflexión en el momento actual, el fascismo accedió al poder a través de la democracia parlamentaria liberal, dentro de un marco constitucional y legal, en la que el gran capital financia a los candidatos, y todo ello en una situación económica de profunda crisis, inestabilidad y desesperanza, espoleada por los terribles efectos de la todavía reciente I Guerra Mundial y la Crisis del 29. De ese modo, en ambos países, fue como la democracia liberal se transformó legal y, más o menos, pacíficamente, en una dictadura fascista.

El liberalismo abraza el fascismoEl fascismo italiano y el nazismo alemán tuvieron importantes apoyos de los sectores considerados liberales, tanto en un país como en otro. Grandes empresarios de todo tipo, industriales, banqueros y terratenientes, no fueron los únicos que auparon el fascismo en Italia y Alemania, beneficiándose indudablemente de él, también grandes corporaciones y bancos con sedes en el extranjero. Henry Ford, el empresario estadounidense, fundador de la compañía Ford Motor Company y una de las personas más ricas del mundo por aquel entonces, junto con algunas otras compañías estadounidenses clave (General Motors, International Harvester, Standard Oil of New Jersey y Du Pont) tuvieron un papel en verdad muy destacado y estuvieron plenamente involucradas en la producción de armas alemanas. Resulta innegable que la inversión estadounidense en Alemania aumentó de forma brusca cuando Hitler subió al poder. ¡El capitalismo no tienen otra ideología que la del dinero!

El liberalismo abraza el fascismoQuienes no sepan analizar lo que está pasando en España, y también en varios países del mundo, no podrán hacer un diagnóstico certero de la realidad, contribuyendo directa o indirectamente a repetir tiempos oscuros de la historia del siglo XX.

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