Primera parte
Un cielo ceniciento… gaviotas desplegando sus alas …un bello cuadro romántico, con sus reflejos gris y plata bajo la mortecina luz natural de un atardecer que se apaga y una gélida brisa que anuncia el inicio del otoño.
En aquel bosquecillo se estaba genial. El lugar idóneo para enamorarse, para seguir adelante, para empezar algo nuevo, para despedirse de los malos hábitos, para zanjar de una vez las relaciones tóxicas y abrir páginas en blanco de nuevos libros.
Hasta hace poco , Aurora siempre había sentido pánico ante la soledad, a los bosques frondosos y a los parajes solitarios.
Desde hace un tiempo, cuando se siente demasiado agobiada por la rutina, a punto de vaciar su alma, recurre a la introspección caminando y eso le ayuda sobremanera.
El susurro de los árboles se hace cada vez más intenso y Aurora se sienta al pié de un árbol, cerrando sus ojos, entrando en una profunda meditación.
El bosque yace en suave agitación y el cuerpo de la muchacha simula ahora una falsa apariencia inerte, de no ser por su pecho, que sube y baja al ritmo de su sutil respiración.
Aurora desciende las escaleras, cual Alicia desciende hacia el submundo. Los objetos dispersos se precipitan deprisa en derredor de sus ojos, algunos de ellos casi imperceptibles.
El túnel es substituido por unas escaleras de piedra semiangostas, por las que baja sin prisa, con calma, concentrando su todo en el único trabajo de su respiración: inhalando y exhalando consigue divisar todo el paisaje con claridad.
Ahora Aurora se encuentra en un estado superior, pleno, consciente, dónde realmente puede rectificar cosas. Se encuentra en su ello freudiano, en sudespertar.