El 'balor' de una carrera universitaria en España

Como decía David Guapo en uno de sus monólogos, todos nacemos. Es un rasgo que a septiembre de 2014 todo ser humano tiene en común. En algún momento de su vida nuestra madre, ya sea por amor, por aburrimiento, por despecho, por una noche loca, por los avances científicos o por la preocupante falta de integridad de algún descerebrado,  nos concibió. Así pues, todos hemos ido naciendo antes o después. ¿Y qué diferencias hay entre nacer antes o después?

El que nació a principios de siglo XX y vio cómo se desencadenaba la I Guerra Mundial por un asesinato acontecido en Sarajevo seguro que no imaginaba que unos años más tarde habría una segunda parte más destructiva. Seguro que el que vio a Hitler ganar las elecciones tampoco imaginaba que setenta años más tarde, cualquier ciudadano alemán que te puedas encontrar por la calle agacharía la cabeza cuando oyera el estigmatizado nombre. El que vivió los setenta en su mayor lucidez física y mental tampoco imaginaba que en ese momento estaba viviendo un tiempo tan añorado cuarenta años después.

Los estándares cambian mucho  con el paso de los años. El tiempo corre muy deprisa, pero no queremos darnos cuenta. Es tan difícil desmontar una perspectiva implementada en tu conciencia desde que eres crío que si no se dan los valores de educación necesarios para que tengas opinión propia a una temprana edad, es sencillo que te estanques o te cueste más encontrar la felicidad. No nos engañemos; hablar cuatro idiomas y tener dos carreras no te hace imprescindible. Quizá tengas más posibilidades que el que habla dos y sólo tenga una, pero sólo en casos puntuales vas a poder elegir.

Y es aquí donde hay que puntualizar. ¿Qué se elegía antes, cuando el desarrollo tecnológico empezó a crecer de forma exponencial? Elegías si querías estudiar o trabajar. Si estudiabas, ganarías más dinero y serías más feliz en el futuro. Si trabajabas, podías comprarte ya ese coche para llevar a Sandy al baile, o para salir de casa de tus padres. Los universitarios (los famosos hijos de alguien también) lograron un trabajo (empresario, funcionario, autónomo, etc.) que les permitiría en su mayoría sobrevivir a los tiempos que corren. Y los que no estudiaron en su momento ahora lo pasan peor. Pero diferencias abismales la verdad es que yo no encuentro muy a menudo.

El 'balor' de una carrera universitaria en España

Por ende tanto universitarios como no contarán a sus hijos qué es lo que hay que hacer; qué se espera de ellos. Y los hijos que tuvieron la mala suerte de nacer en los ochenta y noventa se lo creyeron. Pasa el tiempo y los hijos no ven por sí mismos: estudiar en la universidad, ganar dinero y morir feliz. Los padres no ven nada debido a la pared de ladrillo que se están construyendo delante de sus narices. Así se llega a que el pequeño Roberto se ha hecho un hombre con una carrera y un máster. ¿Pero ahora qué pasa? Que el pequeño Roberto no tiene experiencia y tampoco encuentra trabajo en España para reunirla. La eterna paradoja. Tomará la decisión de ser un Nini (bueno, un Nini altamente cualificado) o de emigrar al extranjero a hacer rico a otros gobiernos. Roberto reúne valor y encontrará trabajo gracias a que habla el idioma de allí y porque sabe leer y escribir (la V de valor la aprendió en el colegio, no en la universidad). Y eso de que gente en la que se ha invertido dinero público para que incrementen el valor de un estado en el futuro se vaya es un problema potencialmente peligrosísimo  digno de ser analizado.

No nos engañemos: en España, un título universitario cuesta más dinero y a día de hoy abre muchísimas menos puertas que una formación profesional. Y está tan estandarizado que hay que ir a la universidad, que cada vez es más fácil entrar y terminarla, dejando de lado debates sobre educación pública vs privada.  Como el Nega dice en sus confesiones: nadie quiere ser marinero; todos capitán. Y así nos hemos convertido en el país con mayor relación de capitanes respecto de los barcos disponibles para dirigir.

1 Comentario

  1. Continuación del «balor» de una carrera universitaria en España.

    Hago alusión a este artículo, porque soy parte de él. Una carrera en España, no vale nada. En mis carnes lo he vívido y todavía lo sigo sufriendo. Soy extranjera. Vine a España pequeña. Me inscribieron en 3º de la ESO, cuando en mi país me faltaba solo un año para entrar a la universidad. Lo agradezco. No por el nivel (porque en realidad el nivel que tenía allí era más alto que el que inicié aquí, sino porque dió pie a conocer gente maravillosa cuando no tenía ni siquiera una triste amiga.

    Acabé la ESO, seguí el bachillerato, hice la prueba de selectividad e inicié una carrrera en una universidad española pública. Estudié muchísimo y me gradué en los años establecidos por el sistema educativo. Curso por año. Terminé en 2008 y nunca he podido ejercer lo que he estudiado, porque en ninguna parte me han dado la oportunidad. He tenido que realizar trabajos nada relacionados con lo que he estudiado, para poder seguir mal viviendo.

    Dentro de poco iniciaré un Máster. No sé si me valdrá para algo, pero ya puede ser bueno, porque vale una pasta gansa. Y adaptaré mi diplomatura al sistema europeo o como le llaman ahora «Grado», para ver si tengo alguna posibilidad de entrar al mercado laboral español o extranjero. Me dá igual si es dentro o fuera de éste país. Yo solo quiero trabajar de lo que me apetece, de lo que quiero; no de lo que me dejan.

    Actualmente, tengo empleo. No me quejo. Según los tiempos, tener un trabajo es un privilegio. Pero no es empleo que quiero. No es lo que me gusta. Quiero poder trabajar de lo que en realidad quiero, para que mi vida sea un poco más feliz.

    Autora: Sesiel

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