Efecto del coronavirus desde mi ventana
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Temor. Sí. Se siente el temor en las calles, en las personas que se encuentran mientras se camina. El tema es sólo este. El coronavirus. Me parece extraño ver las calles desoladas en la pequeña ciudad en donde vivo, Piossasco, provincia de Torino, región del Piemonte, Italia. 11 kilómetros de Cumiana, en donde vive la familia, padre, madre y una niña, que resultaron positivos a la prueba del Coronavirus. Según las noticias, luego de estar en contacto con una familia de la ciudad de Codogno, en Lombardia. De inmediato la alarma se activó. Escuelas, universidades cerradas por una semana. Cancelados todos los eventos culturales, artísticos, deportivos y religiosos. Cerrados los museos, cines, teatros, entre otras disposiciones, para evitar el aumento de la infección.

Es evidente el temor de las personas a contagiarse de un virus nuevo. Del que pocos días antes se pensaba estaba lejos de nosotros. Y te despiertas y en fracción de minutos, las imágenes de calles desoladas no son desde Wuhan, China. Están aquí.  Abro la ventana en la mañana y veo calles desoladas. Por la tarde y si con buena fortuna el sol deja ver sus rayos, más de uno sale a caminar. En compañía, con su perro o simplemente solo.

En el supermercado, espacios vacíos, en donde un día antes estaba dispuesta la pasta, uno de los principales ingredientes de la gastronomía italiana. Los empleados se multiplican para disponer al público una gran variedad de productos que desaparecen en fracción de segundos. Alimentos en conservación, como la salsa para preparar la pasta, atún, agua en botella, verduras, frutas, etc. No se encuentran desinfectantes para limpiar las manos ni en los supermercados y menos en los negocios de productos varios. Las mascarillas desaparecieron. En muchas farmacias se ven avisos indicando: No hay marcarillas.

El domingo pasado durante la misa matutina, el sacerdote anunció que la hostia sería dispuesta en la mano de la feligresía, “como medida de higiene”. El saludo tradicional de la paz, estrecharse una mano, se intercambió con cierto temor. Y más de alguno buscaba afanosamente el líquido o un producto para limpiarse la mano inmediatamente.

Las redes sociales se inundan con mensajes de los últimos comunicados, noticias verdaderas o falsas sobre el coronavirus, chistes, bromas e imágenes con el tema del momento. Alguno lo toma en broma, otro con temor, otro con cautela. Es una situación incierta. Pero es evidente el miedo. Esto sí. Aunque si se trata de mantener la calma, no es sencillo dejar de lado lo que está pasando. Para nadie.

Y tratando de estar en calma, me informo en un solo sitio, de tal manera de no dejarme absorber por la vorágine de información que inunda el ambiente en este momento. Es obvio, es el tema del momento, que lo estamos viviendo en presente. No es una cinta cinematográfica, no es el tema de una novela famosa, no es una caricatura. Es la cruda realidad. El coronavirus está viviendo entre nosotros. Y mientras nuestros científicos no encuentren la solución para combatirlo, nos queda solo seguir las medidas preventivas, salir lo menos posible y tratar de vivir en aparente calma.

Tocando el tigre con vara corta

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