El capital, y no es inocente el uso del término en este caso y bajo esta acepción, político del espacio de los círculos, es mucho más frondoso del que reconocen tener sus hacedores y en esto mismo radica una de sus complejidades tanto emblemáticas como paradigmáticas.
Claro que esto no esta acendrado única y exclusivamente en hacerse del gobierno español, sin traicionar sus apotegmas que lo transformaron en la esperanza blanca de millones de ciudadanos desperdigamos no sólo en la península Ibérica sino a lo largo y a lo ancho de lo que se considera occidente.
Podemos tiene en su horizonte político el desafío de reconocerse, y por tanto reconocer, el lugar desde donde proviene, las raíces de la España universalista, que incluye la barbarie conquistadora, de la que sólo saldrá, no desde un lugar teórico, romántico o de la expectativa o del deseo.
Podemos debe asumir que surgió desde un estado-nación-reino, del que, por su historia y su posición en la tierra, aún se aguarda que brinde al mundo, del que se hizo en varias oportunidades a sangre y espada, una suerte de declaración a la Francesa, que entronice una nueva forma de dimensionar la cuestión política, lo nodal que trasunta del contrato social a nuestras actuales democracias.
Debe ir, necesaria y obligadamente, sí es que comprende el lugar, que guste o no, ocupa en occidente en la actualidad y plantear el cambio de las reglas de juego. A costa de esto debe tener en claro que para ello tendrá que sacrificar la posibilidad de ser gobierno en el próximo turno electoral.
No son pocas las experiencias recientes, la Griega y las Latinoamericanas, de espacios políticos que se han pretendido reformadores sustanciales de nuestras democracias en crisis. Más allá de primaveras o de instantes de éxtasis, lo cierto es que no han conseguido, sí es que en realidad se lo propusieron, cambiar significativamente, ni la teoría democrática, ni en grandes proporciones los números de personas que siguen padeciendo hambre y miseria.
Sí es que dentro de Podemos prevalece la concepción de Realpolitik, y creen que podrán, primero llegar al gobierno, más fácil y menos condicionadamente de lo que se presupone de acuerdo a las últimas elecciones y de lo que allí se desprende, y luego, gobernar, tal como pregonan desde sus plataformas y de las acciones que vienen llevando a cabo sus líderes más visibles, seguramente en España no habrán más corridas de toros y ciento de miles podrán estar algo mejor durante algún tiempo. Puede que sea mucho para los que todos los días, militan o trabajan la causa de un espacio político que se propone cambiar la realidad de un lugar determinado en un momento dado. Lo que sí, es que seguramente, será demasiado poco, para millones que, un poco más tarde, podrían cambiar significativamente el curso de sus vidas, sí Podemos, comprendiendo su responsabilidad universal, que se le demanda a España, que España debe al mundo, y por sobre todo, o para sus hacedores, cumpliendo a rajatabla lo que se han propuesto, es decir el verdadero, sentir y latir de su aparición en la política, no se presentan en el próximo turno electoral, a condición de exigir nuevas u otras reglas de juego para el quehacer democrático.
No existe ningún cambio, medianamente significativo que se pueda llevar adelante con las presentes condiciones que exige el sistema dominante. No se trata de hacer historicismo, pero de algo nos tendría que servir el haber dado ciertos pasos en el curso y decurso de lo que fuimos y nos formamos como colectivo humano. El alterar lo dado, de manera violenta o por intermedio de la acción sostenida en la fuerza del hecho, generó que Revolución, sólo sea un concepto que se entienda a la luz de sangre y víctimas, sean estas merecedoras o no de la siempre oprobiosa acción de homicidio.
Se constituye en un desafío por antonomasia, determinar, sí es que nuestra condición humana, arribo a un sitial, en donde los cambios, sociales y políticos que se pretendan, tal vez radicales, o al menos conceptuales, pueden ser planteados y accionados, desde un punto de partida y de llegada, que en nada contemple a la violencia, ni como acción prioritaria, ni secundaria, ni accidental.
Podemos, podría reclamar que en las elecciones en las que se tenga que presentar, el concepto de igualdad, que no reina en España, como tampoco en otros reinos Europeos (la sangre azul y dinástica está por encima de la del común de sus súbditos) sea modificado por el concepto de compensación, redefiniendo con esta petición, el contrato social, que es en verdad lo que está en crisis en nuestras democracias occidentales. Que el voto de los pobres, de los desahuciados y de todos aquellos que han sido notoria y objetivamente, afectados por un estado ausente para ellos e hiper-presente para otros tantos, sea computado doble o triplemente, tendría que ser el punto cero para iniciar un cambio rotundo, profundo y medular, que se desperdigará en todos y cada uno de los sitios en donde los asuntos públicos se definen de acuerdo a lo que dispone occidente.
Claro que no será aceptada esta petición, esta disposición de cambios de reglas de juego (que por sí no ha quedado claro, es en verdad la única lucha política válida, pues sí esto no se cambia, nunca se podrá ganar, en términos fácticos) pero se ganará en el plano conceptual, en el campo de batalla, que se extenderá universal u occidentalmente y también temporalmente. Más temprano que tarde, está no participación, esta auto-exclusión o auto-censura democrática, será insostenible en las calles, en el día a día de una democracia, a la que se desnudará, con esta acción, en sus formas más perversamente hipostasiadas.
Podemos, sí es que lleva a cabo, este acto liberador para las democracias del globo, no perderá absolutamente nada (creer que podría arribar al gobierno en los próximos meses y más luego gobernar de acuerdo a sus parámetros, ya a esta altura es poco menos que utópico) y ganará tanto para sí (para los que piensan o desean un mundo más ecuánime, para el propio rol de España y de Europa en el mundo) que el círculo englobará a todos y cada una de las fuerzas políticas diseminadas por la ancha geografía, que en un momento dado, las reglas de juego, habrán cambiado, resignificando el concepto de revolución, que podrá ser comprendido sin su connotación de violencia, y lo más importante, resignificando el contrato social, que tras su resignificación, resignificará lo democrático.
Cómo todo círculo, que no tiene comienzo ni final, la gran pregunta para podemos es ¿Podemos?.
Ultimamente nos sentimos abandonados por vosotros no nos decepcioneis la esperanza de muchos esta anclada en vosotros