Hace unos días comentando con unas compañeras de trabajo que yo apenas recordaba cosas del pasado, una de ellas soltó un discurso acerca de la edad y la pérdida de memoria, algo así como que la memoria anterior se perdía y la memoria reciente no.
Tengo que reconocer, que apenas escuche lo que me decía, o mejor dicho lo que decía para los asistentes a su perorata, algo que realizó en un ascensor repleto de personas a las que ni les importaba mi edad, ni si yo estaba perdiendo la memoria. Y es que además de su matraca de marisabidilla interrumpió lo que yo quería continuar diciendo, que no era sino el comunicar, que yo intentaba durante cada uno de los días de mi vida vivir en el presente y no perderme en recuerdos nostálgicos, que para mí no servían de nada, solo para deprimirme.
No sé qué estudios habrá cursado la aludida, la verdad es que me da igual, pero he de reconocer que me resulta bastante aburrido hablar con personas que ejercen de maestros sin habérselo pedido, y aún peor, cuando a uno le tachan de ignorante en determinados temas, sin haber indagado antes los contenidos que conoces y los que no. Y es que a lo largo de mi vida me he topado con bastantes personajes de este tipo.
Obligan a escuchar su discurso se quiera o no. Está muy bien eso de enseñar a los demás, es algo muy bueno, pero creo que deberíamos dejárselo a los profesionales de la enseñanza y por supuesto a los que tienen un público que desee aprender y escuchar.
Reclamo mi derecho a no querer saber, a ser ignorante, o simplemente a no escuchar.
A veces cuando se es consciente de que hay algo muy bueno, que podría servir de ayuda a los demás, parece inevitable el querer comunicarlo y que el resto de las personas puedan participar de aquello que consideramos beneficioso para la humanidad,
pero la mayor parte de las veces al hacerlo estamos invadiendo la libertad de los otros a no querer conocerlo, a no querer escuchar, a seguir tal y como están. Es bueno dar consejos, es bueno enseñar, es bueno ayudar, todo ello es perfecto, pero en mi opinión lo es solo cuando te lo piden, cuando se quiere escuchar, porque si no, estamos violentando el libre albedrio de los otros.
Aprendiz de la vida.